13 Divertidas historias de los usuarios de Internet en las que algo salió mal (nos reímos en voz alta del fiasco en el autobús)

Historias
hace 4 años

Por desgracia, nadie está asegurado contra los fracasos. Pero algunas situaciones no solo causan frustración, sino también una sonrisa. Esa es la clase de casos de la que queremos hablarte hoy.

Genial.guru ha preparado una recopilación de situaciones de vida descritas por los usuarios de las comunidades “Oído por ah픓Habitación N° 6”.

  • Una vez, me quedé dormida en clases. Escuchaba ruidos a través del sueño, pero pensaba que era el televisor encendido y seguía durmiendo. En un momento, me estiré, busqué a tientas a mi gato y automáticamente lo acaricié. Me desperté por un estallido de risas: estaba rascando la cabeza del profesor, que se había inclinado hacia mí para pedirme cortésmente que me fuera a dormir a mi casa.
  • Una vez, mi esposo me contó que, un día, cuando yo no estaba en casa, se comió un kilo entero de papas fritas. ¿Crees que no tiene nada de raro? Lo había cubierto todo con kétchup y solo al terminar el paquete se dio cuenta de que había que freír las papas antes de comerlas.
  • Hace poco fui con mi hermanita a jugar al patio de juegos de un parque. Decidimos bajar por el tobogán. Mi hermanita debía ir en mis brazos. Quedé atorada a la mitad del tobogán. Así supe que la infancia había terminado para mí.
  • Mi abuela es una persona muy estricta: una maestra que trabaja en un liceo. Por la mañana, ella se va al trabajo antes de que yo me vaya a la escuela. Una vez, me quedé dormido, y para que mi abuela no se enterara, debía, de alguna manera, engañar a mi abuelo. Él nunca entra a la sala de estar, así que me arrastré con la mochila junto a la puerta de su habitación, llegué a la sala de estar y me escondí detrás del sofá. Y así, cuando mi abuelo fue a almorzar a la cocina, salí al pasillo, sin hacer ruido me puse la chaqueta y tiré de la manija de la puerta. Mi abuelo me escuchó y pensó que recién había regresado de la escuela. Salió a recibirme, pero inmediatamente supo que yo nunca había salido de casa: estaba delante de él en calzoncillos.
  • Me di cuenta de que mi visión es muy mala cuando, un día, camino a casa, vi a mi gato en la vereda. Traté de llamarlo durante un largo tiempo, y ya me disponía a acercarme a él cuando, de pronto, graznó y se fue volando.
  • Una vez, sobreestimé un poco mis fuerzas y compré una sandía demasiado grande. Naturalmente, se me cayó de las manos y se estrelló contra el piso justo en la puerta de mi casa. Entonces, giré la cabeza y vi que había un hombre sin hogar sentado en un banco que me miraba con compasión. De repente se incorporó y levantó del piso un pedazo de la sandía hecha pedazos. “Gracias por el regalo”, dijo, volviéndose a sentar, “ya me estaba muriendo de calor...”.
  • Fui al dentista, y llevé conmigo a mi hija de 8 años. Antes de que llegara mi turno de entrar, mi hija dijo: “solo no grites tan fuerte como por las noches”. Me sonrojé hasta las orejas en aquel sillón durante toda la cita...
  • Una vez, cuando todavía era muy pequeña, vi en la calle a mi abuela y corrí hacia ella, gritando a viva voz: “¡Abuela, abuela!”. Aproximadamente a un metro de la mujer, me di cuenta de que no era mi abuela, y de que ni siquiera era una anciana. Pero yo era una niña bastante ocurrente, así que simplemente seguí corriendo más allá de la mujer, con el mismo grito en los labios. Un matiz: en el lugar hacia el que seguí corriendo solo había un edificio, junto al que no había nada, ni nadie.
  • Mi tía arruinó su teléfono, dejándolo caer accidentalmente en una taza con compota. Pero en lugar de limpiar el teléfono con una toalla, rápidamente corrió a lavarlo debajo del grifo.
  • Una vez, viajamos con mis padres y sus amigos a Vietnam. El día de nuestra llegada, fuimos a una cafetería que estaba cerca del hotel. Pedimos la comida, esperamos, y de pronto, nos trajeron unos platillos con agua. Intercambiamos miradas y, sin pensarlo dos veces, comenzamos a lavarnos las manos. Había que ver cómo los ojos de los comensales locales y de los camareros se abrieron con sorpresa... Resultó que esa “agua para manos” en realidad era para sumergir los pasteles de arroz, que simplemente no habían llegado a traernos.
  • Una vez, cuando tenía 16 años, me fui a visitar a mi abuela a su pueblo en autobús, y mi otra abuela me acompañó a la terminal. Resultó que el lugar junto a mi asiento estaba ocupado por un chico muy guapo. Tras despedirme de mi abuela, comencé a coquetear activamente con mi compañero de viaje. Él también me sonreía, y hasta me preguntó mi nombre. Pero mi mundo colapsó cuando mi abuela irrumpió en el autobús que ya estaba por arrancar y gritó: “Nieta, toma, lleva un pañuelo, ¡que tienes mocos!”. El chico que estaba junto a mí dio media vuelta y se pasó todo el viaje mirando demostrativamente por la ventana, mientras yo me negaba a hacerle caso a la abuela y no paraba de hacer ruido con la nariz.
  • Soy un acróbata aéreo, y muchas veces realizo distintos números con telas, las que cuelgan debajo de la cúpula del circo. Este año, tenemos programada una gira en París, y es la ciudad que siempre soñé visitar. Hoy estaba parado junto a la ventana, mirando la ciudad con un estado de ánimo muy romántico, y enroscaba involuntariamente las cortinas en mis manos. Luego, quise hacer un salto mortal, me colgué de las cortinas, y las arranqué, con la cornisa y todo.
  • Le regalamos a mi abuela unas vacaciones. Mientras ella no estaba, decidimos hacer una remodelación y tirar un montón de basura innecesaria. Hicimos la remodelación, cambiaron todos los muebles, preparamos la cena, y nos sentamos a esperar a la abuela. Para nuestra sorpresa, en lugar de ponerse contenta, dijo: “¿Dónde diablos está mi sofá?”. Luego: plena noche, basural, toda la familia con linternas, excavando el viejo sofá. Resultó que mi abuela había escondido sus joyas de oro allí. La operación fue exitosa. Aunque, para realizarla, tuvimos que despertar y echar del sofá a una persona sin hogar que ya se había quedado plácidamente dormido en él.

Estimado lector, tú eres interesante, ¡háblanos de ti! Quizás fuiste voluntario en un asilo de ancianos, viviste en Bangladesh, trabajaste en un restaurante con estrellas Michelin en París, o simplemente quieres contarle al mundo por qué es tan importante recibir a los seres queridos en el aeropuerto. Cuéntanos tus experiencias enviando un correo a redaccion@genial.guru con el asunto “Mi historia”.

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