6 Clichés de las películas que la ciencia desmiente por completo

hace 3 años

Lo que sucede en el cine a menudo se ve alterado para que parezca espectacular e inolvidable. Y todo se vería bien, pero algunos clichés con tanta frecuencia deambulan de una película a otra que ya sin querer acaban creando ideas poco saludables y falsas sobre ciertas situaciones y cosas que en determinados casos pueden incluso dañar la salud y amenazar la vida de una persona.

Genial.guru ha estudiado a fondo los 6 clichés más populares que se ven espectaculares y funcionan sin margen de error alguno en la gran pantalla, pero nada tienen que ver con el estado real de las cosas y la ciencia.

1. El desfibrilador no reinicia el corazón, pero sí puede quemarlo

En las películas de Hollywood, resulta frecuente contemplar una escena tal y como esta: el protagonista se encuentra en una habitación de un hospital tras librar una batalla, pero de repente su corazón se detiene y, en el monitor, los picos son sustituidos por una línea recta. Los médicos, que entran en pánico, en primer lugar, corren a buscar el desfibrilador sin tomar cualquier otra medida, y tras aplicar varias descargas, por supuesto, la persona se salva.

En realidad, este dispositivo es incapaz de reiniciar un corazón que se ha detenido, por desgracia. La línea recta en el monitor, antes mencionada, en el mundo de la medicina se llama asistolia. En este estado, dentro de las células del corazón, no hay electrolitos, los cuales, con ayuda de una descarga, son capaces de crear un impulso y “poner en marcha” el motor del corazón. Así las cosas, si la asistolia o, en otras palabras, la ausencia completa de las contracciones de los ventrículos cardíacos, se manifestó antes de que el médico pudiese utilizar el desfibrilador, el corazón simplemente se quema por la alta temperatura de la descarga eléctrica. Además, a veces, se produce esa situación en la que la fibrilación es tan poco apreciable que no se refleja en el electrocardiograma. Por eso, solo cuando todas las otras opciones y acciones para salvarlo se agotan, uno puede arriesgarse a dar una descarga con la esperanza de que esto ayude, pero aun así, será solo cuestión de suerte.

2. Los chalecos antibalas no son una barrera mágica de protección total

Bueno, nada salió según el plan previsto y el protagonista se quedó solo delante de los terroristas que ya le apuntaban con decenas de rifles y pistolas. Parecería que no hay salida a semejante situación, pero nuestro apuesto hombre esconde un as bajo la manga, o mejor dicho, en su cuerpo: un chaleco antibalas. Gracias a sus características protectoras realmente mágicas y con un par de rifles, el personaje sale de esta batalla campal sin siquiera un rasguño.

En realidad, aun teniendo en cuenta el desarrollo de equipos militares, uniformes y de este tipo, ningún chaleco, hasta hoy día, es capaz de proteger completamente a una persona de un ataque como el descrito en el párrafo anterior. El tipo de chaleco antibalas que normalmente llevan bajo la ropa los policías, protege solo de la mayoría de las pistolas. Pero, por ejemplo, contra un rifle de asalto, tiene la misma eficacia que si intentaras ponerte 10 suéteres, es decir, nula. Los militares, por supuesto, tienen chalecos antibalas y uniformes diseñados para protegerse contra tales armas, incluso si se ven expuestos a fragmentos de minas y granadas. Pero es mucho más pesado (alrededor de 14 kg), más costoso e incómodo de llevar. E incluso este tipo de mecanismos de protección se diseñan solo para un disparo, más o menos “sin consecuencias”, solo desde una distancia de más de 14 metros, y no a bocajarro.

3. Es imposible ahogarte en las arenas movedizas, solo te quedarás atascado

Esta vez, nuestro desafortunado protagonista terminó en arenas movedizas y suplica a los que están a su alrededor que encuentren una manera de rescatarlo. Pero cuanto más resiste y lucha, más fuerte la siniestra arena lo absorbe y, al final, todo lo que queda en la superficie es su mano o su sombrero.

La succión por las arenas movedizas se ha convertido en una forma tan popular de matar personajes en el cine que los científicos se vieron obligados a dedicar mucho tiempo a investigar sus características y efectos reales. En la vida real, al caer en unas arenas movedizas, la persona, de verdad, se queda “atrapada” en ellas, pero esto no tiene nada que ver con una lenta absorción. Ciertamente, al principio de sumergirse, el agua y la arena, con diferente densidad, se mezclan, lo que crea el efecto de fijación de una persona a un solo nivel. Pero tarde o temprano, si no se producen intensos movimientos, la arena vuelve a asentarse y el prisionero podrá poco a poco salir a la superficie sólida. Por lo tanto, atrapado en arenas movedizas, una persona puede morir, pero de hambre o aburrimiento, pero no ahogándose.

4. Una inyección en el corazón no salvará a la persona, pero sí acelerará su muerte

Incluso a los mejores directores de cine les encanta adornar la realidad. Seguramente, recordarás más de una escena similar, al menos la de Tiempos violentos, de Tarantino. Uno de los personajes agarra la jeringa con valentía, sin temblores, la clava en el corazón y, tras un par de instantes, el paciente (que estaba casi muerto) sobrevive de una manera inimaginable. A pesar de que resulta muy entretenido y espectacular, este tipo de escenas crea un estereotipo médico falso.

Si partimos del estado real de las cosas, incluso un agujero tan pequeño en el corazón como el que deja una aguja, provocará una hemorragia y por lo tanto una disminución de la presión arterial. Además, este método también corre el riesgo de ahogamiento, el cual puede ocurrir si una persona no profesional, con su mano temblorosa, pincha el pulmón. Existen maneras mucho más sencillas y seguras de salvar a una persona. Si se necesita que el medicamento llegue al corazón lo antes posible, se puede recurrir a una inyección intravenosa gota a gota: todo el volumen de la sangre recorre el organismo durante un minuto, es decir, el mismo tiempo que necesita el medicamento. Si no hay tiempo o no dispones de un gotero, se puede optar por una inyección estándar intramuscular. En este caso, el efecto se notará al pasar aproximadamente 5 minutos.

5. Sacar las balas lejos de un hospital es una idea terriblemente mala

A un valioso compañero le dispararon en el campo de batalla y el cabo grita que hace falta sacar cuanto antes la bala. No cuentan con el material necesario: sin desinfectantes, ni herramientas, ni agua para al menos lavar el cuchillo militar. El soldado que hace de doctor desesperado entiende poco de cirugía. A pesar de eso, con valentía, se abre la herida, primero con un cuchillo, luego con los dedos igual de sucios penetra en ella para finalmente sacar el ansiado trozo de metal maldito.

Vamos a verlo con más detalle. La bala que penetra en el cuerpo es bastante estéril, y en cuanto deja de moverse, ya no produce más daño durante un tiempo. La mejor solución en este tipo de casos, sería llevar al herido al punto más cercano de atención médica. En pleno campo de batalla, se puede provocar más daño, puede infectarse e incluso, sin querer, provocar una fuerte hemorragia si la bala llegó demasiado profundo. Por supuesto, a veces, los guionistas, por boca de los personajes, justifican esta decisión por el hecho de que la bala puede seguir abriéndose en el camino hasta alcanzar un órgano vital. También, este remedio puede explicarse por el efecto psicológico más sencillo: la persona, instintivamente, quiere deshacerse de la causa del dolor y de este objeto extraño en su cuerpo. Pero incluso en este caso, es mejor aguantar y esperar a recibir ayuda profesional, sin hacer la operación lejos de un hospital.

6. Los robots domésticos, equipados con armas y entrenados en habilidades de combate... ¿Para qué?

Esto es más bien una reflexión: ¿nunca te has parado a pensar por qué las películas sobre robots, que finalmente adquieren la autoconciencia, están obsesionadas con un guion muy similar? Los humanos se crean para sí mismos un ejército mecanizado en forma de ayudantes domésticos e “industriales”, pero algo en ellos cambia y se vuelven peligrosos para la humanidad. Y la pregunta para qué inicialmente hacía falta dotar a las construcciones robóticas de una fuerza de gran magnitud, velocidad increíble, armadura mágica y, en algunos casos, incluso con armas incorporadas, o bien se evita o bien se explica de una manera poco creíble. Si estamos hablando de robots militares, que fueron creados especialmente invulnerables, entonces, ¿por qué no está previsto una manera 100% segura de desactivarlos en caso de avería?

Las opiniones acerca de si en el mundo real es posible que los acontecimientos se desarrollen de esta manera aún están divididas. Por un lado, es obvio que existen cosas tan triviales con las que estas criaturas todavía no pueden arreglárselas por sí mismas. Por otro, la multitud de robots domésticos, cada vez con más seguridad alcanzan éxitos en sus áreas. Por ejemplo, aquellos que seriamente temen la llegada de un robo-apocalipsis incluso crearon un sitio web donde se demuestra el crecimiento de las máquinas y se describen posibles variantes para su rebelión.

¿Con qué grupo te sientes identificado? ¿Estás seguro de que eso sucederá? ¿Tienes dudas? ¿O lo consideras exclusivamente una fantasía provocada por el cine?

Ilustrador Marat Nugumanov para Genial.guru

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