15+ Veces que la suerte llegó sin previo aviso

En un mundo donde todo va rápido y cada minuto parece tener que estar ocupado, el aburrimiento infantil suele verse como un problema. Muchos padres se preocupan o sienten culpa cuando sus hijos dicen “me aburro”. Pero... ¿Y si ese momento tan temido escondiera algo valioso? Quizás sea hora de mirar el aburrimiento con otros ojos, y te contamos las razones a continuación.
Probablemente, lo has vivido: tu hijo o hija te dice “me aburro” y sientes el impulso inmediato de solucionarlo con una actividad, una pantalla o algún plan. Pero, ¿qué pasa si no haces nada? Muchas veces, después de un rato de quejarse, terminan inventando un juego nuevo con lo que tienen a mano. Ese espacio en blanco es justamente el que despierta la creatividad.
Cuando los niños no tienen todo resuelto, empiezan a pensar por sí mismos. Un día sin actividades puede transformarse en una tarde armando una pista de autos con almohadones o construyendo una casa para muñecos con cajas. Resolver qué hacer cuando no hay nada planificado los ayuda a ser más ingeniosos y autónomos.
Hay situaciones cotidianas en las que el aburrimiento aparece solo: una espera en el consultorio, un rato largo en el auto, una mañana sin dibujos animados. En esos momentos, si no intervenimos, los niños empiezan a improvisar: dibujan en el aire, inventan canciones o simplemente observan el mundo. Y eso, aunque no lo parezca, es aprendizaje puro.
No tener todo de inmediato —el juego, el bocadillo, el "algo que hacer"— enseña a tener paciencia. Cuando un niño aprende a esperar, también está aprendiendo a tolerar la frustración y a manejar sus emociones. Puede que al principio proteste, pero luego encontrará la manera de entretenerse solo, y eso es muy valioso para su desarrollo emocional.
En medio del “no tengo nada que hacer”, los niños también piensan. Se preguntan cosas, recuerdan, observan. A veces, incluso se quedan en silencio mirando por la ventana. Eso, que puede parecer poco, en realidad es una forma de conocerse, de poner en orden sus emociones o simplemente de descansar la mente.
Cuando no hay nada que hacer, aparece la pregunta: ¿y ahora qué? Y esa pregunta lleva a descubrir y explorar cosas nuevas. Desde observar una hormiga con atención hasta abrir un cajón y preguntarse para qué sirven esos objetos. El aburrimiento es terreno fértil para que la curiosidad florezca sin apuros ni instrucciones.
La mente también necesita pausas. Vivimos corriendo de una actividad a otra, y a veces nos olvidamos de que no hacer nada también es necesario. Para los niños, ese “descanso mental” que trae el aburrimiento ayuda a reducir el estrés, a relajarse y a recargar energías para lo que viene.
No hace falta correr a resolverlo. Una buena técnica es simplemente observar, esperar, y si quieres intervenir, hacerlo con preguntas como: “¿Qué se te ocurre?”, o “¿Quieres buscar algo para crear?”. También puedes dejar a mano materiales sueltos como lápices, bloques o retazos para que exploren a su manera.
Esto les da la oportunidad de resolver problemas por sí mismos sin que los padres les sugieran constantemente soluciones de entretenimiento, impulsándolos a desarrollar su ingenio interno.
Cuando los niños tienen la oportunidad de jugar solos o con otros sin que un adulto les diga qué hacer, se activan muchas habilidades. Aprenden a negociar, a imaginar escenarios, a resolver conflictos entre ellos e incluso, fortalecen habilidades no verbales como mantener el contacto visual. No hace falta estar todo el tiempo guiando: confiar en su juego libre también es educar.
A veces sentimos que, si un hijo se aburre, estamos fallando como padres. Pero es todo lo contrario. Aburrirse les da herramientas que no se aprenden en clases ni en talleres: creatividad, independencia, paciencia, tolerancia. Entonces, la próxima vez que te digan “me aburro”, quizás la mejor respuesta sea: “Perfecto, cuéntame después qué se te ocurrió”.
Permitir que los niños se aburran no es una señal de desinterés, sino una forma de confiar en su capacidad para crear, explorar y conocerse. En ese espacio sin estructura surgen ideas, juegos y aprendizajes valiosos. Tal vez no se trate de llenar el tiempo, sino de dejar que el tiempo les pertenezca. ¿Qué lugar crees que ocupa el aburrimiento en la vida de los niños de hoy? ¿Cómo enfrentarías (o enfrentas actualmente) esta situación en casa?