8 Razones científicas por las que nos gustan las comidas insanas y no las saludables

Salud
hace 3 años

Cada uno de nosotros se ha enfrentado alguna vez a esa decepción que aparece cuando, al incluir los alimentos saludables a nuestra dieta y excluir los considerados insanos, se va evaporando la alegría por comer. Los psicólogos italianos de la Escuela Internacional de Investigación Científica Avanzada, bajo la dirección de Francesco Foroni, confirmaron lo siguiente: basta con una imagen de comida sabrosa, pero dañina, para que nuestro cerebro quiera probarla, independientemente de su sensación de hambre.

En Genial.guru intentamos averiguar cuál es la razón de nuestro apego a la comida rápida y los dulces.

1. Rechazo a los sabores amargos

La aversión de los niños por el brócoli tiene una naturaleza mucho más compleja de lo que pensábamos antes. La fisiología del gusto, una ciencia joven y en desarrollo activo, afirma que, si el sabor dulce lo determina nuestra lengua con la ayuda de 1-2 tipos de receptores, del amargo se ocupan al menos dos docenas. Esta es la causa por la que nos resulta más fácil percibir pequeños toques agrios en los alimentos.

Históricamente, el sabor amargo se entiende como una señal de alarma. La mayoría de las toxinas naturales tienen exactamente ese toque, por eso, a nuestros ancestros les resultaba de vital importancia ​​determinar el peligro a través de la punta de su lengua. Hoy en día, esta peculiaridad juega más bien en nuestra contra: la mayoría de las hortalizas verdes, ricas en fibra, vitaminas y minerales, tienen un toque agrio, lo que determina su "insipidez".

2. Amor por los dulces

Si nuestro cerebro interpreta a los sabores amargos como potencialmente peligrosos, lo dulce, para el cuerpo humano, significa energía. La mayor parte del tiempo, nuestros antepasados ​​lo pasaban buscando comida. El sabor azucarado de la fruta madura apuntaba a alimentos ricos en hidratos de carbono, altos en calorías y fácilmente digeribles. Hoy en día, cuando una comida así aparece en nuestro menú, en diferentes partes cerebrales aumenta el nivel de dopamina, una hormona que participa en la aparición de las sensaciones de recompensa y placer.

Esta característica de nuestro cerebro es aprovechada de forma activa por los fabricantes: incluso los yogures modernos y la leche contienen azúcar. Además, muchos productos agregan jarabe de glucosa-fructosa de maíz, que desde el punto de vista biológico es un edulcorante. Para comprender mejor el impacto total del azúcar en nuestras vidas, muchos científicos lo comparan con los efectos de drogas como la heroína.

3. Prejuicios por los alimentos no procesados

La repugnancia es otro mecanismo de defensa que salvaba a nuestros antepasados ​​de las intoxicaciones alimentarias y de la muerte. Como muchos otros, se basa en un sentimiento de miedo y prácticamente no lo controlamos nosotros en la vida cotidiana. A nivel biológico, la sensación de repugnancia está regulada por un analizador de nuestro olfato capaz de percibir olores fuertes, y es responsable de producir una sensación de asco como reacción a alimentos potencialmente peligrosos.

Para nuestro cerebro, pueden ser tanto un platillo pasado, como frutas y verduras sin tratar. Una manzana carcomida, una zanahoria de forma irregular o col con marcas de daños mecánicos y similares, todos estos alimentos ricos en vitaminas, serán rechazados por nuestro subconsciente en favor de un bollo apetitoso, envuelto en un film que parece mucho más higiénico.

4. Color

En un experimento, se instó a dos grupos de participantes a determinar el sabor de los dulces de chocolate en un glaseado multicolor. Al igual que en los M&M's, solo diferían en el color: el relleno en todos los casos era el mismo. Al primer grupo se le dijo que los dulces de diferentes tonos tenían distintos rellenos, mientras que el segundo estaba convencido de que el interior era el mismo. Los participantes en el primer grupo sintieron dos veces más a menudo una diferencia en el gusto. Con los ojos vendados, la diferencia entre las respuestas de ambos equipos desapareció.

De esta manera simple, los científicos pudieron determinar que el colorido afecta a la percepción del sabor. Incluso antes del contacto con los alimentos, este nos ayuda a rechazar los que se consideran inmaduros o estropeados. Esto lo aprovechan también activamente los fabricantes, añadiendo color a todo a su alrededor. Es por eso que los tomates de invernadero adquieren tonos rojos vivos, y el pan, una corteza dorada. La naturaleza, en este sentido, es menos ágil y no tiene tiempo para "pintar" los alimentos saludables.

5. Sentido del olfato

Los científicos afirman que solo la combinación de sabor y olor nos ayuda a reconocer el gusto de los alimentos. Para asegurarse de esto, tan solo basta con masticar unos ositos de goma con la nariz tapada: sentiremos un sabor dulzón en la lengua, nada más. Pero en cuanto se inhale a pleno pulmón, aportarán una gran variedad de sabores, desde manzana a limón. Además, nuestro cerebro, con el paso de los años crea una especie de base de datos de "imágenes olfativas", a través de las cuales, se distinguen aromas complejos.

Los especialistas en marketing han dominado a la perfección los trucos relacionados con los olores, por eso, los supermercados nos reciben con aromas de cocción de bollería y chocolate, abriendo así nuestro apetito y la pasión por las compras poco saludables. Un hecho sorprendente: el olor a canela se considera el incentivo más fuerte para comprar.

6. Psicología

Al final resultó que no solo la apariencia y el olor agradable permiten que la comida rápida le gane la batalla a la sana una y otra vez, ocupando ese espacio en nuestro refrigerador. Los científicos asocian el uso excesivo de los dulces con hábitos de nuestra infancia. Los padres, a menudo, premian a los niños con alimentos azucarados e insanos por un buen comportamiento. Al pasar el tiempo, ya de adultos, nos recompensamos a nosotros mismos yendo a un restaurante o devorando chocolate: así es como los caramelos en nuestra vida ya se han asociado con algo preciado y deseable.

En cuanto a McDonald's y Coca-Cola, ellos ganaron la lucha por captar la atención de los niños, convirtiéndose así en marcas mundiales: casi todos los adultos vuelven para recordar esos sabores de su infancia. A veces, la lucha por ganar el amor de los pequeños compradores va más allá de lo razonable. Así, el famoso fabricante Heinz, queriendo atraer la atención del colectivo infantil comenzó a producir kétchup de multitud de colores, desde verde a morado. En los primeros 90 días, lograron cumplir su plan anual de ventas. Luego, sin embargo, la emoción cesó: el interés de los infantes es de corta duración.

7. Amor por la comida con grasa

Existe una gran lista de alimentos deliciosos: papas fritas, pizza, tocino, hamburguesas, helados. Nuestra atracción irresistible hacia ellos está relacionada con las grasas que contienen. Los lípidos son muy calóricos: poseen 2 veces más calorías que los hidratos de carbono. Sin embargo, debido a que se tarda más en digerirlos, el cuerpo prefiere almacenarlos para usarlos cuando observa escasez de alimentos.

Este hábito tan poco saludable se lo podemos agradecer a nuestros antepasados ​​que se veían obligados a luchar por la supervivencia. Cuanto mayor fuera el nivel de grasa acumulada después de una caza exitosa, mayor sería la probabilidad de sobrevivir a un período sin éxito en la cacería. Por este motivo, incluso hoy en día, el sonido de aceite hirviendo y la comida frita en una sartén nos causa mucha más emoción que ver hortalizas en agua hirviendo.

8. Amor por la comida salada

Según algunos estudios recientes, nos excedemos diariamente del nivel recomendado de ingesta de sal en casi un tercio. Tradicionalmente, la comida rápida se considera la más salada, pero también abunda en muchos de los productos enlatados y cárnicos. Si lees cuidadosamente las etiquetas, puedes encontrar una pequeña cantidad de ese condimento incluso en productos que tienen un sabor dulce.

Al igual que sucede con el azúcar, nuestro cuerpo reacciona activamente a los alimentos salados. Nos parece que la sal mejora las comidas, haciendo que su sabor sea más lleno y vivo. El caso es que hace varios miles de años, ese condimento no era tan accesible como ahora. Era difícil sobreestimar la importancia de ella para el cuerpo humano: es la mejor fuente de sodio, un mineral, extremadamente importante para el funcionamiento de los músculos y las células nerviosas. No es de extrañar que por eso hoy percibamos sosos los alimentos sin sal que son saludables.

Y tú, ¿cómo reaccionas a la comida insana? ¿Has logrado aficionarte a la saludable? Comparte tus experiencias en los comentarios.

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Ilustradora Natalia Tylosova para Genial.guru

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