Cómo aprendí a ahorrar mi tiempo y descubrí que el día no tiene 24 horas, sino muchas menos

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hace 3 años

¿Tienes tiempo para hacer todo lo que habías planeado todos los días? Yo no. Comencé a leer con menos frecuencia, abandoné mis estudios de inglés, no podía entrenar con regularidad... Y todo por el hecho de que, por razones inexplicables, en mi agenda ya no había lugar para nada de eso.

No quería resignarme a esa situación, así que decidí dejar de perder el tiempo en tonterías y dedicarlo a tareas más importantes. Especialmente para los lectores de Genial.guru, hoy contaré qué fue lo que hice.

Antes de comenzar a manejar mi tiempo, traté de averiguar en dónde lo perdía, y me encontré con la amnesia

No, no iniciaba el temporizador cada vez que entraba al baño o esperaba el ascensor, pero traté de determinar cuánto tiempo me llevaba hacer las cosas más importantes que conformaban mi día: el trabajo, la limpieza, la cocina, el desayuno, el almuerzo, la cena, etc.

Por ejemplo, el día en que decidí controlar mi tiempo, me tomó 3 horas escribir el borrador de un artículo. Preparar una cena de varios platos, menos de una hora y media. Pero, ¿a dónde se me fueron las 4 horas restantes?

Sumé la cantidad de tiempo que requerían todas esas cosas, les agregué una hora de pequeñeces diarias y lo resté de mi día, que generalmente dura alrededor de 16 horas. Para una mayor claridad, elaboré un cronograma que debía mostrar a dónde se iba mi tiempo.

Como mi trabajo es remoto, puedo revolver la sopa con una mano, luchar con mi hijo en espadas con la otra, y responder los mensajes del trabajo con el pie. Entiendo que trabajar en una oficina lleva mucho más tiempo, pero les aconsejo a los que vayan a hacer el mismo análisis que no pinten las 9 horas de trabajo de verde, sino que las dividan en tareas separadas.

Y aquí fue donde, de repente, descubrí que tengo amnesia. Resultó que todos los días gastaba de 3,5 a 5 horas en no sabía bien qué cosa. El primer día, realmente no pude recordar lo que había hecho la mayor parte de ese período. Al día siguiente, comencé a prestarle más atención a todas mis acciones.

Resultó que parte de ese tiempo lo gastaba en pequeñeces importantes y agradables:

  • Hablar con la familia,
  • tocar el ukelele,
  • ver fotos de las vacaciones,
  • o simplemente cerrar los ojos y descansar.

Pero obviamente todo eso no ocupaba 5 horas, el resto del tiempo lo perdía en cosas menos útiles:

  • Guardaba sin parar las cosas en sus lugares,
  • entrenaba mis pulgares revisando mi muro en las redes sociales,
  • recibía y respondía mensajes sin importancia,
  • vagaba por el supermercado y hacía largar filas para pagar, etc.

Para pasar menos tiempo en las redes sociales, cambié mi teléfono. Adiós, cómodos mensajes por Internet, ¡vivan las llamadas y los SMS!

Puse mi teléfono inteligente en el estante superior del armario y lo reemplacé con un celular de botones, diseñado para 2 tarjetas SIM. Además de las aplicaciones básicas, tenía preinstalados Facebook, Twitter, y algo llamado Bluetooth Chat.

Como la mano de un fumador que constantemente busca un cigarrillo, mi mano automáticamente hacía clic en el menú de las dos primeras aplicaciones, tratando de abrirlas. Pero el teléfono me mostraba un “error de conexión” cada vez que lo intentaba, y no me dejaba entrar en esos programas en donde mi tiempo sería robado por largos posteos, publicaciones inútiles sobre política y cientos de miles de memes y comentarios.

Sin embargo, para no perder el contacto con mis amigos y familia, destiné cierto tiempo a responder sus mensajes

La mayoría de los mensajes de los amigos y de los familiares comienza con saludos mutuos, preguntas como “¿Cómo estás?” o “¿Cuáles son tus planes?”. Estamos acostumbrados a dividir la información en varios mensajes, aunque en algunos casos sería suficiente con uno solo y, además, uno corto.

Resultó que bastaba con responder los mensajes tres veces al día, y que alcanzaba con las versiones de mensajería instantánea de la computadora para hacerlo. Por cierto, este enfoque no solo me disciplinó a mí, sino también a mis interlocutores: los recados se volvieron más precisos.

De acuerdo, al principio este sistema de comunicación sacaba a mis interlocutores de quicio, y solo un tiempo después los terminó disciplinando. Pero el resultado valió la pena.

Además, hice listas de tareas y las cargué en una aplicación de notas en la computadora

Por ejemplo, así es como comienza mi lista de tareas no relacionadas con el trabajo del día de hoy. Para las del empleo tengo una nota aparte.

Estoy segura de que todos están familiarizados con las listas de tareas. Es una forma vieja pero muy efectiva de planificar la vida cotidiana y no perder el tiempo pensando en cosas como: “¿Qué me falta hacer?”.

Además, poner la marca de “Hecho” en una tarea realizada, especialmente una difícil o que había sido pospuesta durante mucho tiempo, es todo un placer aparte.

Y ahora llegó el momento de luchar contra la constante limpieza

No puedo decir que mi casa sea un caos, pero ciertas zonas se desordenan rápidamente. Por ejemplo, la cama, en donde cada vez que vuelvo a casa tiro la cartera, el cesto para la ropa sucia (cuya tapa no siempre se quita, por lo que las cosas se amontonan encima de él), el escritorio sobre el que se coloca de todo, lo que luego resulta terriblemente molesto, entre otras.

En resumen, la conclusión fue instantánea: debía comenzar a disciplinarme y a colocar las cosas en donde debían estar inmediatamente después de dejar de utilizarlas. No me resultó difícil acostumbrarme a hacerlo. Mucho más complicado fue lograr que mi hijo y mi esposo lo hicieran, y el proceso aún no está terminado.

Pero, mientras tanto, llegó la hora de solucionar el problema de las largas salidas de compras.

Me irrita mucho la forma en la que están organizados los supermercados, en donde los productos más necesarios están en el rincón más alejado, así que dejé de ir a esa clase de tiendas

Ahora, cuando hago una lista de compras, también anoto las tiendas en donde venden los productos que necesito. En este caso, están resaltadas en verde.

Yo entiendo que los productos en los supermercados se colocan de tal forma que el comprador vea muchas cosas camino al estante de pan o de leche y termine comprando lo que inicialmente no tenía pensado comprar. Y, en ese sentido, yo era muy manipulable: caía en la trampa de los publicistas muchas veces, y me llevaba a casa una gran cantidad de artículos que no estaban en mi lista de compras.

Ahora, teniendo un gran deseo de ahorrar tiempo y una renuencia absoluta a gastar dinero extra, empecé a ir a las tiendas pequeñas que había cerca de mi casa. Como resultado, el tiempo destinado a hacer las compras se redujo a la mitad. Sí, suena paradójico: iba a más tiendas, pero gastaba menos tiempo. Funcionaba así. ¡Pruébalo!

El resultado de mis esfuerzos no fue el que esperaba

Y todo porque sigo sin saber a dónde se van aproximadamente 120 minutos de mi día. Parece que simplemente no tiene 24 horas, sino menos.

Entonces, ¿por qué decidí contarte sobre esta experiencia? Por dos razones:

  • En primer lugar, no puedo decir que no haya logrado nada, pude ahorrar algo de mi tiempo. Y, ¡eureka!, volví a estudiar inglés.
  • En segundo lugar, todos estos métodos tuvieron un gran efecto sobre mí. De mi cabeza desapareció el constante ruido: las tareas pendientes que hay que recordar, las alertas de mi teléfono inteligente, las noticias, que en realidad no me importan en absoluto. Cada uno de mis días se volvió mucho más placentero. ¡Y este resultado es bastante digno de atención!

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