10 Frases aparentemente inofensivas a la hora de comer que hieren con fuerza la autoestima de los más pequeños

Crianza
hace 3 años

"Come un par de trocitos más de este pescado que es muy beneficioso para la salud", nos repetían sin cesar en nuestra infancia. Y, obedientemente, lo comíamos, incluso si ya no éramos capaces siquiera de llevarlo a nuestra boca. Era un problema negarse a los designios de nuestra querida madre o abuela incisiva y también teníamos muchas ganas de ser más fuertes y más sanos que una hermana mayor o el hijo del vecino, a quienes tantas veces se nos ponía como ejemplo. ¿Acaso podíamos saber que todos estos consejos serían la causa del desarrollo de complejos serios contra los que nos vemos obligados a luchar en la edad adulta?

Genial.guru te propone recordar qué frases nos decían a la mesa nuestros atentos padres y, al mismo tiempo, descubrir cómo influyen las mismas en la frágil mente de un niño.

1. "Mira qué bien come tu hermana (amiga / hermano / hijo de un vecino). ¡Y tú llevas ya una hora moviendo la cuchara en tu plato!"

Los padres piensan que transmiten un buen ejemplo al pequeño, pero este lo entiende de otra manera: "Otro niño hace algo mejor, lo que significa que es mejor que yo".

El hábito de comer sopa durante el almuerzo en estas condiciones puede no llegar a formarse, pero la necesidad de compararse constantemente con los demás permanecerá para siempre. Y, por supuesto, no a su favor.

2. "No me importa si tienes ganas o no. ¡Cómete rápidamente la sopa!"

Por supuesto, es frustrante pasar medio día en la cocina y luego ver que tu querido hijo mueve la nariz negándose a comer la sopa. Y así es como surgen estas frases "educativas" con las que el niño se mete la comida en su cuerpo "salpimentada" con lágrimas.

El problema es que el niño se acostumbra a creer que sus deseos y expectativas no le interesan a nadie. Y él mismo, tampoco. Esta costumbre también se traslada a su vida adulta: es casi imposible adaptarse en un equipo bajo la premisa de que "soy el peor".

Tal vez, es mucho más fácil preguntarle a tu pequeño qué le gustaría almorzar.

3. "¿Comiste todo? ¡Muy bien!"

El niño llega a una conclusión bastante simple: "Para ser alabado, siempre tengo que comer hasta el último trozo. Incluso si no me apetece en absoluto".

Tal deseo de agradar a los adultos a menudo acaba provocando que se coma en exceso, así como problemas con exceso de peso durante la infancia. Un poco más tarde, se forma el hábito de comer "porque todos comen" en presencia de sus compañeros de trabajo, o bien comes sin ganas lo que sobra de un platillo para no ofender al anfitrión.

Por lo tanto, es mejor elogiar al niño por sus logros reales. Y un almuerzo terminado no lo es. Se come para vivir y no para ser recompensado.

4. "¿Sabes lo caro que es eso? ¡Todo el dinero lo gastamos en ti y tú ni lo valoras!"

Por supuesto, los padres intentan alimentar al niño con la comida más saludable. Están dispuestos a sacrificarlo todo y su "hijo sin escrúpulos" no aprecia su gran esfuerzo.

El resultado de esto acaba siendo la aparición de un sentimiento de culpa. Primero, ante los padres, y luego, ante todo el mundo. Ante el jefe, que ya sabe qué "puntos" presionar para que trabajes el fin de semana. Ante el vendedor en la tienda, que se esfuerza tanto que resulta incómodo rechazar la compra. Bueno, y ante los padres, por supuesto.

5. "Y el trozo de pastel más bonito se lo daremos a..."

¿Quién de nosotros en la infancia no ha querido llevarse a la boca el trozo más grande y más bonito de la tarta con una llamativa rosa de crema? Pero en este tipo casos, un niño bien educado tenía que guardar silencio siendo modesto. Como resultado, los mejores trozos eran solo para los más audaces, mientras que otros masticaban en silencio el agravio.

De esta manera, se desarrolla la costumbre de dar a los demás todo lo mejor y uno se siente a sí mismo indigno de recibir recompensas y lograr el éxito.

6. "¿Quién va a darme las 'gracias'? ¡Recoge las migajas y ve a lavar los platos!

¿Reconoces este tipo de entonaciones familiares? Las escuchamos tanto en casa como en la escuela. Por lo general, después de recibir este tipo de órdenes ya no quieres ni dar las "gracias" aunque la comida sea la más deliciosa del mundo. ¿Qué tipo de gratitud puede surgir de la obligación?

No es ningún secreto que esa educación autoritaria socava la relación entre padres e hijos y, al mismo tiempo, inculca una fuerte aversión a los quehaceres domésticos.

Quizás sería más fácil que, después del almuerzo, se le pregunte al pequeño si le pareció sabroso el platillo, para después sugerir que juntos lleven los platos a la cocina.

7. "Esto es comida saludable. ¡Tienes que comértela!"

"¡Es necesario que te lo comas!", incluso si este platillo es nuevo para el niño y no genera en él ningún deseo de probarlo.

Es mucho mejor jugar con el pequeño a los investigadores. Trata de describirle a qué sabor se parece este producto y qué sustancias beneficiosas contiene.

De lo contrario, en unos pocos años, obtendremos un ejemplo clásico de una persona que está acostumbrada a hacerlo todo por la fuerza y ​​limitarse los placeres. Simplemente... ¡porque "es necesario"!

8. "Te comes la sopa y luego te doy algo sabroso"

El esquema funciona como si fuera un reflejo adquirido: resolviste el problema, recibes una recompensa sabrosa. Los psicólogos argumentan que, fruto de este comportamiento, se pueden desarrollar todo tipo de trastornos alimenticios, como por ejemplo, "comerte" los problemas con algo rico o no renunciar a ellos como si fuera un castigo por un fracaso o un error.

Ante cualquier estrés, el niño, y posteriormente ese adulto, tenderá a acercarse al refrigerador para comer algo goloso. Y luego le invadirá un sentimiento de culpa por comer en exceso. Un círculo vicioso, ¿verdad?

9. "¡Solo comemos alimentos sanos!"

"La carne grasienta es mala, el azúcar es un veneno blanco, los huevos, un semillero de colesterol". Así, el niño llegará a una conclusión simple: "Me encantan los productos dañinos, lo que significa que algo va mal en mí".

En este tipo de situaciones, se genera un "excelente" ambiente para criar a una persona hipocondríaca que sufre de adicción por la comida. Esas personas, a menudo, se enganchan a los productos nocivos que estaban estrictamente prohibidos en su infancia.

10. "¿Por qué comes tanto? ¡Vas a estallar!

Esto es lo que los niños a menudo oyen en la adolescencia cuando su organismo, en pleno crecimiento, demanda activamente alimentos. Lo más doloroso de todo esto es que, justo a esa edad, les resulta muy importante oír que son hermosos, necesarios y queridos.

Incluso si el niño tiene problemas de sobrepeso, no incidas constantemente en ello. Es mejor elaborar juntos una estrategia de alimentación sana que criar a una persona con un sentimiento crónico de culpa.

¿Estás de acuerdo con que este tipo de frases nunca deberían decirse a un niño? ¿O, por el contrario, crees que los niños no son flores delicadas y no se marchitarán por un par de palabras? ¡Estamos listos para leer atentamente tus reflexiones en los comentarios!

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