Mi hijo boicoteaba las clases de inglés en la escuela, así que contraté un tutor para él y me di cuenta de que tenía razón

Crianza
hace 2 años

Hoy en día, el conocimiento del idioma inglés no solo es útil, sino necesario. Es por eso que muchos padres quieren que sus hijos lo aprendan durante los años escolares. Sin embargo, en las instituciones educativas, los maestros no siempre pueden prestar la suficiente atención a los niños, por lo que al final de sus estudios, los mismos no pueden mantener una conversación o comprender el contenido de un texto simple en idioma extranjero.

Mi nombre es Julia y soy autora en Genial.guru. Hace poco contraté a un tutor de inglés para mi hijo y decidí contar por qué no me arrepiento de esta decisión.

Mi esposo y yo estamos criando a un hijo de 13 años. Marcos es un chico muy inteligente y amable. Tiene varios pasatiempos, pero su principal pasión es el baloncesto. El verano pasado, el equipo de Marcos ganó la competencia regional. Además, llegando al séptimo grado, ganó varios concursos escolares de física y matemáticas. En general, el rendimiento escolar de mi hijo nunca me preocupó: por los trimestres siempre sacaba ocho y diez, y en las reuniones de padres solo recibía comentarios positivos de los maestros. Pero este año, al personal de la institución escolar se unió una nueva maestra de Inglés y mi tranquilidad fue descaradamente perturbada.

Este invierno, en medio de un día de trabajo, la maestra me llamó durante el horario laboral y me dijo: “Su hijo falta a mis clases regularmente. Este trimestre aún no me ha entregado ninguna tarea para que la revise. Si no toma medidas, tendré que tener una conversación seria con el director”. Esa frase me dio escalofríos. Estaba segura de que se trataba de algún tipo de error y la maestra simplemente había confundido el número de teléfono, pero cuando pregunté si realmente se trataba de mi hijo y me aseguró que sí, quedé muy sorprendida. ¿Marcos me había engañado todo este tiempo ocultando su rendimiento escolar verdadero?

Cuando llegué a casa, mi hijo y yo tuvimos una conversación seria. “Mamá, no te enojes. Es que no puedo. Nuestra maestra es terrible. Hasta hizo llorar a una chica de la clase con sus exigencias”. Nuestra conversación duró casi una hora, y al final tuve una clara imagen de lo que ocurría. Durante las clases, antes que nada, la maestra revisaba cómo los niños habían hecho la tarea, cuya complejidad aumentaba con cada clase.

Si alguien daba una respuesta incorrecta durante el chequeo, ella lo miraba con severidad, tomaba el cuaderno y le ponía una nota mala. Los niños cometían errores en las tareas, ya que no entendían las reglas. Sin embargo, ella no tenía la intención de explicárselas y simplemente decía que usaran el libro de gramática. La segunda parte de la clase tampoco resultaba ser útil: la maestra les daba a los niños temas nuevos para estudiar, pero todo se limitaba a una simple lectura de textos. Preguntaba: “¿Está todo claro?”, y aunque nadie lograba entender nada, los asustados alumnos solo afirmaban con la cabeza y seguían callados.

Como resultado, los niños se iban de la clase con una gran cantidad de tareas, cuyos requisitos no habían entendido para nada. Aquellos cuyas madres y padres conocían el idioma a un nivel decente lograban no convertirse en alumnos con notas malas. Los estudiantes que encontraban las respuestas correctas en Internet y las hacían pasar por sus propios trabajos escritos también se mantenían a flote. Los representantes de la tercera categoría de alumnos simplemente no asistían a clases.

Después de que Marcos me contara todo, mi primer pensamiento fue ir a la institución escolar y escribir una queja contra esa maestra, pero no tenía ninguna prueba. Sin importar cuáles fueran sus métodos de enseñanza, Marcos no sabía inglés lo suficientemente bien como para recibir un 8, y admitió que realmente había faltado a clases durante mucho tiempo. Sería extraño cambiar de escuela por una sola maestra, especialmente cuando no tenía quejas de los demás. Era necesario encontrar una manera de ayudar al niño a obtener los conocimientos que le faltaban y decidí buscar un tutor para él.

Debo mencionar que vivimos en un pueblo pequeño donde casi todo el mundo se conoce. No es fácil encontrar un profesor calificado aquí. La mayoría de los graduados de la facultad lingüística de la universidad local no practican el idioma con un hablante nativo, sino que lo estudian con la ayuda de manuales y grabaciones de audio realizadas hace décadas. Pero logramos resolver el problema.

Después de unos días de navegar por Internet, me encontré con una agencia que pudo seleccionar una maestra que era perfecta para mi hijo. Eugenia se mudó a los Estados Unidos en 2014 y actualmente enseñaba español a alumnos estadounidenses, pero se encuentra en el entorno lingüístico todos los días. En su tiempo libre, le enseñaba inglés a mi hijo a distancia.

La tutora llevaba 2 meses trabajando con Marcos. Cada clase duraba una hora y media, dos veces por semana. Al principio, me sentía escéptica, pero luego me di cuenta de que mi hijo había adquirido un interés genuino por el idioma inglés. Esto se debía a que, durante la clase, hablaban sobre baloncesto, películas y música; o sea, sobre todo lo que le gustaba a Marcos. Aprendía vocabulario nuevo y gramática de forma lúdica, sin ser forzado, memorizaba las expresiones de los héroes de sus películas favoritas y las utilizaba activamente en la conversación oral con la tutora. Una vez, durante una clase, escuché ruidos extraños en la habitación de mi hijo. Resultó que la tutora y él estaban cantando una canción de un famoso artista estadounidense. Ella analizaba con él los significados de los versos.

De hecho, no había nada especial en los métodos de Eugenia: ella simplemente daba vida a las aburridas reglas y textos indicados en las viejas páginas de los manuales. Para entenderlo, hay que comparar ese método con las historias que cuentan otras personas de sus viajes: puedes hacer el intento de imaginar cómo brilla la Torre Eiffel con sus luces nocturnas, sin embargo, si no visitas París, la imaginación no podrá darte una imagen completa. De igual manera, las clases de inglés se volvían parte de la experiencia propia de Marcos.

Además, la prioridad no era cómo aprender el idioma, sino cómo usarlo. Como resultado, el inglés dejó de estar asociado con algo obligatorio y desagradable, necesario solo para obtener una buena nota en un examen, se convirtió en una herramienta para la alegría y la búsqueda de nueva información fascinante.

Gracias a las clases con la tutora, la actitud de Marcos hacia la materia cambió y, junto con eso, mejoró su rendimiento escolar. Dejó de faltar a clases y empezó a sentirse más o menos seguro en las mismas. Ahora es uno de los pocos en la clase que saca buenas notas por sus trabajos, y este trimestre puede llegar a sacar un 8 en la materia. Hace poco, su maestra me llamó y me felicitó porque había mejorado. Cuando le dije cuál era el secreto de su éxito, se quedó callada y luego colgó el teléfono.

No culpo a la maestra, pero lamento que el sistema escolar moderno convierta a los niños en robots que aprenden textos. Son capaces de recitar toda una página de texto memorizado sin problema alguno, pero no comprenden en absoluto cómo puede resultarles útil saber otro idioma. Aprender por aprender les impide revelar los beneficios del conocimiento y les quita el interés en el éxito académico. Quién sabe cuántos chicos talentosos podrían dedicar sus vidas a la lingüística, la literatura o las matemáticas si los maestros no los hubieran hecho odiar su materia y en el momento necesario les hubieran ayudado a descubrir sus talentos... Tal vez esa maestra de inglés en el pasado fue una de esas chicas que no tuvo suerte con un profesor y, como resultado, dedicó su vida a algo que no era su vocación.

¿Crees que las clases escolares son suficientes para que un niño aprenda inglés?

Comentarios

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cuando se trata del sistema de enseñanza realmente hay mucho por mejorar. En mi familia me enseñaron que lo importante no era la nota si sacaba el maximo mi padre me preguntaba serio si realmente dominaba el contenido y cuando me equivocaba y perdia puntos solo me preguntaba si ya sabia la respuesta correcta de la pregunta que falle, siempre me recalcaba que lo importante eran los conocimientos. Una vez me explico que un examen puede ser fallado porque tenemos un mal dia y un solo dia un solo examen no nos define.

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