16 Trucos ingeniosos creados por nuestros antepasados para lucir impecables en los bailes y acontecimientos sociales

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hace 2 años

Durante varios siglos, los representantes de la alta sociedad demostraban su belleza y su prosperidad en los bailes. Tanto damas como caballeros se preparaban cuidadosamente para estos acontecimientos sociales, eligiendo con delicadeza los atuendos y accesorios. En cada período histórico, se utilizaban diferentes trucos y detalles para resaltar lo máximo posible todos los aspectos ventajosos de la apariencia.

Genial.guru estudió los inventos de nuestros antepasados para lucirse en los eventos sociales. Parece que algunas cosas incluso podrían ser adaptadas por los aficionados de la moda y los dandis modernos. Y como bono, te mostraremos cómo algunos de los instrumentos creados para los bailes encontraron su uso en la vida cotidiana.

Los vestidos exuberantes no se usaban para todos los eventos

No todos los acontecimientos sociales eran iguales. En un baile privado, donde los propios anfitriones elaboraban una lista de invitados, se usaban los mejores atuendos y joyas dignas. Pero si las jóvenes asistían a una reunión que no requería una invitación especial, entonces la elección del vestuario era más libre. Un simple vestido de noche, sin guantes, sin abanicos, sin un peinado elegante ni un carné de baile, era considerado bastante apropiado.

Ocultaban con habilidad los codos puntiagudos

En la época victoriana, se apreciaban los codos redondeados, tanto en las damas como en los caballeros. Además, si a la mujer con codos puntiagudos la consideraban poco atractiva, a los hombres delgados los miraban con cierta precaución. Si al caballero le faltaba redondez en esta parte del cuerpo, entonces, a la hora de invitar a bailar a su compañera, tenía que torcer la mano con cuidado para no lastimar a la muchacha.

A las damas les recomendaban ocultar estos defectos de la figura con la ayuda de guantes largos o de mangas abullonadas. Otra opción eran los grandes moños en los guantes, que ocultaban los codos puntiagudos de las miradas indiscretas.

Trataban de conseguir hombros caídos

En los años 30 del siglo XIX, se pusieron de moda los hombros caídos. Se suponía que la figura femenina se tenía que parecer a un reloj de arena. En muchas ocasiones, esto se lograba con la ayuda de un corsé moldeador, que se elaboraba con placas de metal. Y los hombros se echaban hacia atrás con correas especiales cosidas al vestido. En principio, los hombros caídos se acentuaban con la ayuda de mangas abullonadas. Pero incluso cuando este detalle del vestido desapareció, los hombros redondeados y caídos siguieron siendo uno de los principales signos de la belleza femenina.

Usaban mangas “jamón”

Para que la cintura pareciera delgada, las mujeres usaban las mangas “jamón”. Este era el nombre de las mangas abullonadas, que se hicieron populares en 1824 y se mantuvieron a la moda durante varias décadas. Este detalle del vestido fue inventado por las mujeres francesas y se llamaba “gigot”. Posteriormente, estas mangas pasaron a denominarse mangas “jamón”. No todo el mundo estaba encantado con esta innovación. Las revistas de moda incluso se excusaban con sus lectores, indicando que no había sido su idea crear semejante tipo de prenda.

Se lucían las piernas delgadas

En la moda masculina del siglo XIX, los pantalones empezaron a reemplazar de a poco a los calzones y culotes. Aunque estos últimos todavía se podían observar en los bailes. Para que los pantalones estrechos se ajustaran a la perfección a las piernas de los hombres, se equipaban con tiras. Gracias a ellas, la pernera del pantalón no se levantaba y no aparecían arrugas.

A los caballeros con piernas delgadas y musculosas, se les recomendaba usar calzones y pantalones hechos con tejido de punto o de lana. La combinación de colores claros y un ajuste apropiado causaban una impresión inolvidable.

Aumentaban el ancho de los hombros

Para crear la silueta perfecta con hombros anchos y cintura delgada, a los hombres se les permitía usar corsés y hombreras acolchadas (para que el traje les sentara mejor). Además, se hacían pliegues especiales en las mangas. Junto a eso, se usaban pantalones bien ajustados.

Sin embargo, no a todos los caballeros les gustaba esta moda. Algunos preferían ropa más holgada y cómoda. Llevaban los llamados pantalones bombachos: pantalones anchos con pliegues profundos en la cintura. Este tipo de prenda fue mostrada en Londres por Alejandro I, quien visitó la capital británica en 1814.

Usaban crinolinas y polisones

Las faldas exuberantes también le daban gracia a la silueta femenina, ya que creaban la imagen de una cintura delgada. Al comienzo de la era victoriana, este efecto se lograba con la ayuda de enaguas. A mediados del siglo XIX, apareció un nuevo invento: la crinolina. Esta construcción rígida, hecha de aros de acero, no solo permitía a las damas moverse con mayor libertad, sino que también las protegía de los caballeros demasiado persistentes.

Después, las crinolinas fueron sustituidas por polisones. El polisón era una faja hecha de anillos metálicos o cojines, que se sujetaba con correas a la parte baja de la espalda y le daba a esta parte del cuerpo un abultamiento moderno y el volumen deseado.

Usaban bolsillos en vez de bolsos

Del siglo XVII al siglo XVIII, en lugar de bolsos, las mujeres usaban bolsillos espaciosos en los bailes. Para no arruinar los vestidos lujosos con semejantes detalles, los bolsillos se cosían a las enaguas. Se hacían cortes especiales discretos en la ropa, a través de los cuales la mujer podía obtener todo lo que necesitaba. Allí se guardaba el dinero, el peine, tijeras de uñas, perfume e incluso comida.

Se elegían joyas con significado

Una de las piezas de joyería más apreciadas durante la época victoriana eran las pulseras de oro. Delgadas, macizas o incluso adornadas con piedras preciosas, a menudo decoraban las muñecas de las mujeres. A finales del siglo XIX, apareció una nueva tendencia en la moda. Luego de llegar al compromiso matrimonial, el joven le podía obsequiar a su elegida un brazalete de oro con un candado, que tenía la apariencia de una cadena o de esposas.

Se pintaban las orejas con rubor

Aunque el maquillaje muy brillante no era bienvenido en la era victoriana, todas las mujeres que se preocupaban por su apariencia tenían rubor en casa. A veces lo preparaban con sus propias manos usando carmín. Este cosmético también se podía adquirir en forma de polvo, crema o líquido. El rubor se aplicaba no solo en las mejillas y los labios. Con su ayuda, se pintaban las orejas y las fosas nasales. Y todo para darles a esas partes del cuerpo un efecto de transparencia.

Le daban un tono pálido a la piel con polvo de lavanda

También estaba de moda el tono de piel pálido, casi de porcelana. Se podría lograr un color similar con la ayuda del polvo de lavanda. Algunas mujeres cubrían cada centímetro visible de su cuerpo con esa sustancia. Y para darle un efecto aún más fuerte, se pintaban las venas con tinta azul.

Usaban perfumes y agua de tocador con cuidado

En el siglo XIX había muchos productos de perfumería de todo tipo. Perfumes, colonias, agua de tocador, jabones perfumados, lápices labiales e incluso enjuagues bucales aromatizados que estaban disponibles para hombres y mujeres. Sin embargo, existía una etiqueta especial para el uso de estos productos.

A los hombres se les recomendaba no abusar de los aromas, sino simplemente bañarse con más frecuencia. Si el caballero se quería perfumar, podía rociar el pañuelo con agua de tocador. Tampoco se les recomendaba usar una gran cantidad de perfume a las mujeres. Cuanto menos, mejor. Lo ideal era que, en vez de un olor fuerte, las personas de alrededor sintieran solo un aroma ligero.

Elegían vestidos con los colores apropiados

A la hora de elegir un vestido para el baile, la mujer tenía que tener en cuenta el efecto de la iluminación artificial, ya que la luz parpadeante de las lámparas de gas cambiaba la percepción de los colores. Por ejemplo, los tonos claros de amarillo parecían embarrados. El brillo del azul y del verde oscuro se perdía por completo. El mismo resultado obtenían los tonos púrpura.

Las damas preferían vestidos rojos, celestes y rosados. El amarillo brillante se podía combinar con el blanco. El marrón pistacho también se veía bien bajo la iluminación artificial del gas. El vestido se podía decorar con trozos de papel de aluminio dorado o de otros colores. Estos parpadeaban y relucían misteriosamente con la luz de los faroles. La mayoría de las damas preferían la iluminación artificial de gas a la natural, ya que ocultaba con gracia las imperfecciones y los cambios de apariencia relacionados con la edad.

Usaban puré de fresa y ternera cruda para el cuidado personal

Para lucirse en los bailes, las mujeres debían cuidarse bien. La princesa Isabel de Baviera (a quien su familia llamaba Sissi) convirtió esta habilidad en un arte. Para prevenir la aparición de arrugas, lubricaba su piel con puré de fresa y se aplicaba una mascarilla de ternera cruda en el rostro por la noche. Sissi se bañaba en aceite de oliva para suavizar su piel y usaba agua destilada para lavarse la cara. Al mismo tiempo, siguió una dieta estricta durante toda su vida y trataba de hacer ejercicio físico con frecuencia.

Usaban figuras de mariposas en la ropa

En la época victoriana, todo el mundo estaba entretenido con las ciencias naturales. Lo cual, a su vez, se reflejaba en los atuendos y en la decoración. Los adornos adquirieron formas intrincadas. Se hacían broches, relojes y otros complementos en forma de mariposas, saltamontes, bichos y libélulas. A menudo el accesorio se fijaba a la ropa con un resorte especial para que se moviera como una criatura viviente. Las mariposas eran las más populares. Sus imágenes aparecían en la tela, y con sus figuras se decoraban sombreros y peinados. Estas pequeñas criaturas eran consideradas en el siglo XIX como la encarnación del alma.

Usaban peinados apropiados

Un arte especial era la creación de peinados para bailes. Algunas de las estructuras más pintorescas se construyeron a mediados del siglo XIX. Las damas decoraban su pelo con flores y joyas, y agregaban nudos con redes de seda o accesorios más pesados de pana.

Como decoración, generalmente se usaban capullos de rosas, capullos de naranjo o verbena naturales o artificiales. Para evitar que los rizos se desarmaran durante los bailes, se cubrían con una red. Esta se hacía de seda en combinación con el color del cabello, o se tejía con hilos de oro, terciopelo o cuero. Las redes estaban bordadas con piedras preciosas o perlas. Las mujeres casadas podían decorar su cabello con plumas, lo que estaba estrictamente prohibido para las muchachas jóvenes.

Bono: el uso diferente de los polisones

Los polisones también se utilizaban con otro propósito. Algunas señoras colocaban cestas para gatos en este “estante” y llevaban a sus mascotas de paseo. Al mismo tiempo, las manos de las mujeres quedaban libres. Esta tendencia de moda apareció por primera vez en Francia, en uno de los lugares turísticos. No se sabe si las mujeres adoptaron este hábito de otros países, pero en el Reino Unido a finales del siglo XIX, los gatos se convirtieron en mascotas muy populares. Solo en Londres, había alrededor de 300 mil mascotas felinas. Lamentablemente, no se ha conservado ni una sola imagen de la canasta de un gato en el polisón.

¿Qué trucos del siglo XIX podrían ser útiles para nosotros hoy en día?

Imagen de portada Emma / Focus Features

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