12 Fabulosas historias sobre lo imposible que es aburrirse con mascotas

Historias
hace 5 años

Las mascotas y sus travesuras son mejores que cualquier antidepresivo. Siempre encontrarán algo con qué animar a sus amos, mostrarán astucia y destreza fuera de serie, y sorprenderán cada día con algo nuevo.

Genial.guru adora todo tipo de historias sobre las mascotas, así que no ha podido dejar pasar de largo las amorosas historias de los felices dueños de las mascotas más diversas contadas en el sitio “Oído por ahí”. Que te levanten el ánimo a ti también.

  • Tengo un gran perro blanco y peludo. Odia bañarse, y cada vez que hay que hacerlo comienza un verdadero infierno. Nada ayuda, la única forma es llevarlo en brazos (pesa 45 kg). Un día, hizo un tiempo terrible, barro, lluvia: el baño era una necesidad. Mi esposo no estaba en casa, y yo estaba embarazada, era una situación sin salida. Entonces le dije: “Mi pequeño, no puedo levantarte, tengo un bebé en la panza, puedo hacerle daño. Métete allí dentro, por favor”. ¡Y se metió en la bañera solito! Parece que fui engañada durante los últimos 2 años. Lo entiende todo, solo que no quería hacer caso, el travieso.
  • Estaba paseando por el parque. Frente a mí pasó una mujer en una moto. Por el rabillo del ojo vi que tenía una especie de enorme sombrero de piel en la cabeza. Era extraño, estábamos en otoño, las hojas apenas empezaban a ponerse amarillas, todavía no hacia nada de frío. La miré con más atención y vi que en realidad no tenía un sombrero de piel en la cabeza, sino un gato gordo y de pelo largo. Había que ver su expresión: parecía que esa mujer era su esclava, y que todo lo de viajar así había sido la idea del gato. Y, en general, quien no viaja así es un pobre plebeyo.
  • Tengo un pastor alemán. Le construí una casita de 2 pisos, puse lana mineral en la planta baja, cubrí la fachada con ladrillos para que el perro no se congelara en invierno. Y este peludo cavó debajo del zócalo, robó heno del cobertizo y duerme allí, solo se ve como sale el vapor. Y eso no es todo, también convenció a la gata con sus 3 gatitos. ¡La gata ya no viene a casa, vive con ese perro! Una vez miré dentro, es acogedor, duermen uno sobre el otro.
  • Tengo un loro. Cuando tengo tiempo libre, le hablo, pero la mayor parte del día estudio o hago los quehaceres de la casa, por lo que el loro generalmente se queda sentado agazapado y triste. Comenzó a darme pena, porque las aves también necesitan compañía, y no tenía la posibilidad de comprar un segundo loro. Pero encontré una solución: puse delante de él una táblet y encendí un video sobre loros. Mi mascota ve a los de su especie, les canta felizmente, se ha vuelto más alegre y se mueve más. Y yo puedo cocinar y preparar el examen con la conciencia tranquila.
  • Entré a la habitación y vi a la gata y al abuelo parados junto al calentador. El abuelo preguntó: “¿Y?, ¿tienes frío? ¿Te subo al calentador?”. La gata maulló en respuesta, el abuelo dobló una toalla para que le resulte más cómodo acostarse, tomó a la gata en brazos y la sentó sobre la cama con calefacción recién hecha. Y recordé cómo 7 años antes, cuando mi madre y yo llevamos a la gatita a la casa de los abuelos, él no dejaba de gruñir: “Hay que donarla a la clínica, para las pruebas”.
  • Cuando era pequeña, me hice amiga de un grupo de perros callejeros que vivían en el territorio de un hospital abandonado. Una vez, paseando por allí, fui a la parte trasera, donde nunca antes había ido. Resultó que en ese lugar vivía otra manada, a la que yo no conocía. Me rodearon, todos gruñían, y ya me estaba despidiendo del mundo cuando, de repente, MI MANADA dobló la esquina y, como en las películas, se lanzó al ataque. Y mi favorito, habiéndome separado de todos, me empujaba persistentemente con el hocico en dirección a mi casa. Me acompañó hasta la puerta.
  • Cuando tenía 11 años, mis padres me regalaron un gato. Siempre siguió de cerca el proceso de mi baño. Un par de veces, cuando me sumergía en el agua por placer, hasta se subía a los bordes mojados y metía las patas en el agua, aunque la odia. Ahora tengo 22 años, y la tradición no ha cambiado. En cuanto empiezo a juntar las toallas y todo tipo de frascos y mascarillas, el gatito inmediatamente corre al baño. Aunque ahora tenemos una cabina de ducha, y debe hacer el proceso de vigilancia en forma remota, desde atrás de las puertas. Mi vigilante.
  • Me encantan las mandarinas y el otro día compré unos 3 kg. Mi hermosa husky también ama las mandarinas y, mientras yo no estaba en casa, se las robó todas. Era la primera vez que lo hacía, antes no se había destacado por sus robos. Por haberse comido todo, le dio alergia, su nariz se puso roja e hinchada, parece la de un payaso. Siento pena por la tonta y, al mismo tiempo, me da risa.
  • Un amigo cinólogo me ofreció quedarme con una perra pastor “jubilada”. Acepté. Vivo sola, tengo mi propio departamento, hay lugar suficiente y amo a los perros. En resumen, me la llevé, y ahora ella me cuida. Recién estábamos en el cuarto y oímos unos pasos pesados en la cocina. Mi guardiana instantáneamente saltó detrás de la cama y me miró inquisitivamente, como diciendo: “¿También has oído eso? Ama, no iré allí. Ve tú a ver qué pasa”. Ahora ninguna entra en la cocina. No hay nadie en el departamento además de nosotras. Guardiana, cómo no.
  • Mi amada mascota llegó a casa por accidente: entró volando por la ventana, hiriéndose el ala. El pánico que causó fue terrible, y él mismo también se asustó mucho, pero aún así decidimos dejarlo en casa y curarlo. Fue un proceso largo, se leyó una tonelada de libros sobre su cuidado, pero, finalmente, llegó el tan esperado momento: lo liberamos. Pero después de unas horas, volvió. Y se terminó quedando. Y me sacan de quicio las visitas que dicen que mi casa no es un buen lugar para mi amigo, y que debería echarlo. Déjennos en paz. Mi Ricardo I se quedará conmigo. Mi propio murciélago.
  • Mi perro es muy inteligente. En casa tenemos 3 habitaciones. Durante la tarde, hizo crujir algo, en la sala de estar. Fui allí a buscar la comida robada, pero no encontré nada. Después de un rato, crujió en otra habitación, tampoco había nada allí. Luego en la cocina. Ya no sabía qué pensar. Resultó que se había robado unas galletas y las había escondido en mi habitación, y para que no lo atrapara, tomaba de a una una a la vez y la comía en los otros cuartos.
  • Tengo una mascota. Es un ganso. Cuando yo era pequeño, vivíamos en una casa, en un pueblo. Mi abuela tenía aves de corral, y un día decidió hacer sopa de ganso, pero él se soltó, corrió hacia mí y se me quedó pegado... Como resultado, no entregué al ganso, y desde entonces me sigue por todas partes. Después de un tiempo, la casa se vendió; junto con los ahorros, alcanzó para comprar dos monoambientes. Los dividimos así: en una viven mi abuela con mi madre, en la otra, vivo yo con el ganso. ¿Alguna vez has conocido a un hombre que ha estado viviendo con un ganso durante 18 años? ¡Soy yo!

Seguro que tú tienes historias de vida igual de divertidas y tiernas sobre tus amadas mascotas. ¡Sigamos compartiéndolas en los comentarios!

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