18 Inspiradoras historias nos demuestran que ser atentos con los demás puede sacar sonrisas

Historias
hace 1 año

En ocasiones, no nos damos cuenta de que si contamos con salud, sustento y lindas amistades, somos muy afortunados, pues lamentablemente no todo el mundo cuenta con ello. Sin embargo, la vida de estas personas puede dar un giro de 180 grados al cruzarse con gente que pone su granito de arena para ayudar a otros.

Por eso en Genial.guru hicimos una pequeña recopilación de historias que nos recuerdan que la bondad de la gente puede hacer magia en los demás.

  • Andábamos de fiesta con una amiga y un hombre comenzó a molestarla mientras bailábamos, otro hombre se acercó y nos saludó como si nos conociera de mucho tiempo y le dijo que estábamos con él. El señor se me acercó y me dijo: “Mejor váyanse, hay otro hombre en la barra que lo acompaña”, y eso fue lo que hicimos. El señor que nos ayudó nos siguió en su carro hasta que llegamos a casa y me dijo: “Siempre tengan cuidado cuando anden solas, nunca se confíen de la gente, no todos están dispuestos a ayudar”. Esperó a que metiera el carro a la casa y se fue. Nunca más lo volví a ver, pero si lee este mensaje, déjeme decirle que le estoy infinitamente agradecida. © Sandra Melissa Bustamante / Facebook
  • Hay humanos en la vida de cada uno de nosotros que se vuelven ángeles de nuestras necesidades. Cuando yo era niña éramos muy humildes. Mi madre trabajaba todo el día para poder darnos sustento. La vecindad en donde vivíamos era de una señora que nunca olvido, porque gracias a ella tuve una infancia menos miserable, supe lo que era comer tres veces al día, tener un vestido nuevo, salir de paseo, tener un juguete en el Día de Reyes, pero sobre todo su cariño. Me defendía de quienes intentaban humillarme, recuerdo que les decía “a ella no me la tocan porque se las verán conmigo”. Gracias, doña Conchita, sé que Dios la tiene en un lugar especial. © Lucia Reyes Gaspar / Facebook
  • Yo soy de un pueblo, y hace 22 años tenía que viajar a la ciudad porque iban a operar a mi bebé. Su recuperación tardó más de lo esperado, por lo que estuve mucho tiempo en el hospital con ella. Un día su médico se me quedó mirando y me dijo: “¿Estás sola, verdad?”, a lo que contesté que sí. Me indicó que tenía que comprar un medicamento, me miró y me dijo: “Tus pies ya no caben en tus zapatos, están muy hinchados. ¿Cuántas veces has estado comiendo al día?”. No pude hablar, solo me rodaron las lágrimas, me abrazó y le dijo a la enfermera que cuidara a mi bebé porque yo tenía que hacer un trámite. Salimos a un pasillo, sacó su cartera y me dijo: “Toma este dinero, ve, compra el medicamento para tu hija, te compras unas sandalias abiertas y por favor, come”. Sentí tanta vergüenza, le di las gracias y me fui a hacer lo que me había dicho. Supongo que hoy ya es un médico retirado, pero dondequiera que esté, que Dios lo bendiga a él y a toda su familia. © Yaneth Ibarra / Facebook
  • Un día pasaba por un KFC. Yo no quería, pero había en mi interior un impulso de comprar pollo. Al pagar, la cajera me dijo: “Una disculpa, su pedido se demorará un poco”. Y yo: “De acuerdo, espero”. Se tardaron más de lo indicado, sin embargo, en compensación me regalaron 4 piezas más, y yo feliz.
    Al salir de ahí me seguía preguntando por qué había comprado el pollo si yo no quería. Mientras esperaba mi camión para ir a casa, vi en un parque a una señora con sus tres hijas, una como de 10 años, una de 7 y la más chiquita como de 4. Me conmovió mucho, porque la señora andaba ofreciendo chips de una compañía telefónica, y hacía mucho calor. La niña chiquita fue a un puesto donde vendían aguas y se estiró a ver a la vendedora, y ella le regaló un vaso con agua fresca. Mi sorpresa fue que a su corta edad compartió el agua con sus hermanas y quiso darle a su mami, pero ella le dijo: “No, tomen ustedes, yo estoy bien”. Al ver eso, me conmoví y sin pensarlo fui y le regalé a la señora el pollo KFC. Ella miró al cielo y les dijo a sus hijas: “Ya ven, hace un rato le pedimos a Dios que nos mandara un taquito y mira, trajo a este ángel”.
    Me llenaron de emoción sus palabras, me retiré de ahí, me subí al camión, me senté atrás, me solté a llorar y le di gracias a Dios por permitirme ser ese medio para llevarle algo a alguien. © 董華英 / Facebook
  • En una época, por una lesión en mi rodilla tuve la necesidad de usar un bastón. Recuerdo que una noche que regresaba de la oficina a mi casa, tuve la mala suerte de sufrir la pinchadura de una llanta de mi camioneta. Por un momento pensé que sería difícil cambiarla, pero me dispuse a hacerlo.
    Recuerdo que estaba en una vía de alta velocidad; pronto vi que un carro se detuvo detrás de mi camioneta y bajaron un señor y un jovencito. Yo creo que habían observado la dificultad que tenía yo, así que el señor se acercó y me dijo: “No te preocupes, amigo, ahora la cambiamos”. Se acercó a su hijo y le dio instrucciones; me quedé sorprendido, nunca hubiera pensado que todavía había gente dispuesta a ayudar a otra gente. Cuando el joven terminó de cambiar la llanta, les agradecí a los dos y saqué de mi cartera un billete de 100 pesos. Y todavía me sorprendió más escuchar lo que dijo el padre del joven: “No, no es necesario, esta es una lección para mi hijo, así está bien”.
    Se marcharon y yo quedé gratamente sorprendido y con una agradable sensación de felicidad. © George Benson / Facebook
  • Un día mi hija entró al baño del colegio y vio a una chica de los grados superiores (ella va a séptimo) a la que sus amigas habían dejado sola y estaba llorando. Mi hija se acercó y le preguntó si estaba bien, la chica le dijo que no. Acto seguido, se acercó más a ella, la abrazó y le dijo que todo iba a estar bien. Mi hija sintió cómo esa extraña se dejó caer en sus brazos, lloró un poco más, se soltaron, la chica inspiró, se secó las lágrimas y le dijo que definitivamente era una persona muy bonita, y mi hija le sonrió.
    Después de que me contó esto, no puedo estar más que agradecida con la vida por darme una buena persona como hija y entender que no lo hacemos tan mal como a veces creemos su papá y yo. Ella me demuestra que no es en vano tener fe en la humanidad. © Eliana Orjuela / Facebook
  • Mi madre es recordada por muchos niños que ella protegió en casa. Les daba comida, juguetes y en qué ocuparse. Se inventaba trabajo para ellos para darles algo de dinero y, como ella decía, “aprenderán que si trabajan, tendrán dinero”. La recuerdan con mucho cariño y, a pesar de que ella ya descansa, aún veo a esos niños convertidos en hombres de bien. Cuando me encuentran, me hacen recordar lo buena que fue con ellos y que sin ella la hubieran pasado mal. © Díana Linda Sosa / Facebook
  • En un día lluvioso vimos a una joven pareja con su bebé resguardados contra una pared; les dimos nuestro paraguas, aunque ellos no querían. Insistimos por el bienestar del bebé y al fin aceptaron. © Rosa Maria Jaramillo / Facebook
  • Yo vivía sola con mi nena y tenía una vecina que siempre me cuidaba y estaba atenta a que estuviéramos bien. Hace muchos años que me mudé, pero cada vez que la veo se me vienen a la mente todos esos recuerdos. Los actos de amor no se olvidan. © Paola Moreno / Facebook
  • La señora Verónica y sus hijas Alex y Diana me ayudaron cuando estaba embarazada y sin tener adónde ir. La niña Alex me trajo al hospital y Diana compró mucha ropa y todo lo necesario para un recién nacido. Hoy mi niña tiene 21 años y siempre recuerdo a esos ángeles de Dios y doy gracias porque existen. © Esmeralda Flores / Facebook
  • Un domingo, veníamos de la costa con la familia de mi hijo; el auto perdió una rueda en medio de la nada y no teníamos señal en los celulares. Pasó un matrimonio, se pararon, nos ayudaron y pudimos hacer más de 1000 km para llegar a Mendoza, Argentina. Gracias, familia Odera, de la provincia de La Pampa. GRACIAS, INFINITAS GRACIAS. © Gloria Martinez / Facebook

Cuéntanos en los comentarios si te has topado con algún ángel o conoces a alguien que haya realizado una acción bondadosa y desinteresada.

Imagen de portada Reyna Cueb / Facebook

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