20 Lectores de Genial que conocieron a gente tan tacaña que ahorraría aire si pudiese

Historias
hace 2 años

Muchas personas se autodenominan “ahorradoras”, pues cada día encuentran una forma nueva de gastar menos dinero en su vida diaria. Si bien este rasgo les produce un gran orgullo, hay veces en las que a algunos se les va la mano y a su entorno ya no le hace tanta gracia. La verdad es que el ahorro a veces termina transformándose en tacañería, y hay quienes han visto lo segundo de la forma más descarada posible.

En Genial.guru hemos recopilado varias historias que nuestros lectores tuvieron que vivir y que, aunque ahora resultan divertidas, en su momento los hicieron respirar profundo.

  • Cuando se casaron dos sobrinas mías, de una forma sutil me dijeron: “Sin marido y sin hijos”. Di las gracias y les dije: “En mi familia somos 4, así que no, gracias”. La segunda sobrina hizo lo mismo, la diferencia es que ya no tenía marido y tampoco invitaron a mis hijos. Mi respuesta fue exactamente la misma. A la goma la familia. © Dulcemaria Meneses Velez / Facebook
  • Una vecina cumplía sus 15 años y nos invitaron a mi hermana y a mí. Yo compré el regalo, pues mi hermanita era amiga de la quinceañera. Vimos que una limosina llegó a recoger a la quinceañera, quien se la había pasado diciendo que su fiesta iba a ser un lujo y que ojalá la gente le llevara un buen regalo. Llegamos a la fiesta y ¡oh, sorpresa! Habían alquilado un minisalón en el que pretendían meter a toda la gente. Pasaron sirviéndonos un par de sándwiches con ensalada rusa y una botella de agua, pero nos dimos cuenta de que a sus familiares les dieron bebidas, churrasco y pastel. Eso sí, al llegar, el regalo fue lo primero que nos pidieron para poder entrar, ¡ja, ja! © Cordero Nao / Facebook
  • Tenía una amiga con la que íbamos cada semana a comer. Una vez pagaba ella y otra yo. Cuando yo pagaba, ella decía: “Vamos a tal restaurante”, y cuando pagaba ella, decía: “Se me antojan unas flautas (tacos dorados)”. © Ofelia Rodriguez / Facebook
  • Un día me invitaron a una fiesta y la familia que invitaba comenzó a servirse la comida; era pavo, puré y verduras. Pues la mamá les sirvió a los hijos y al esposo, y los demás, que éramos invitados, ahí con el plato, parados esperando. Para nuestra sorpresa, la mamá se sirvió y fue y se sentó a comer junto a sus hijos y su esposo en la mesa. Los invitados nos servimos después de eso, pero todos teníamos cara de desconcierto. © Rocio Luna / Facebook
  • Recuerdo un cumpleaños, en ese entonces, de mi mejor amiga. Se habían mudado a un dúplex. Su marido, con fama de tacaño, empezó a servirnos en cada vaso con una latita, una lata para todos (éramos como 20 o 25 personas), había poca comida, creo que un par de pizzetas, ¡y el pastel! Era de 8 cm de diámetro, como un cupcake grandecito. Todo servido por el marido, nada puesto en la mesa. Creo que a mí me tocó un confite. © Laura Bevcar / Facebook
  • Tuve un “novio” que siempre salía con una excusa para no pagar su mitad, nunca traía dinero. Yo siempre terminaba dando de más o definitivamente todo. En un evento que cubrimos, le pedí que llevara suficiente dinero y no lo hizo. Pagué el hotel, la cena y dos desayunos, hasta que me hartó y, en cuanto nos pagaron, prácticamente me cobré “a la mala”, porque ya era un exceso de su parte. Me dejó con ganas de no volver a tener una relación en mucho tiempo, ¡ja, ja! © Monica Olguin / Facebook
  • Una pareja nos invitó a mí y a mi esposo a comer con ellos y otros amigos. Yo llevé un postre para compartir y a la hora de la comida, sirvieron porciones tan chiquitas en miniplatos que parecían para niños. La dueña partió mi postre en minipedacitos, nos los repartió a los invitados y se guardó el resto, que era más de la mitad. El colmo de la tacañería. © Yasmin Adams / Facebook
  • A mí, un familiar me llegó a regalar en Navidad y en mi cumpleaños roperazos que olían a clóset, y a esa persona le iba muy bien de dinero. Si al menos hubiese tenido la delicadeza de llevarlos a la tintorería o lavarlos, pero no, así como que solo para cumplir con el compromiso. Pero lo peor era que a los demás sí les daba cosas nuevas. Yo sí me tardaba en buscar los regalos porque me preocupaba que les gustara y les dedicaba mi tiempo para que cuando llegara el día, pudiese llevar un lindo presente con mucho cariño. © Cecy Gigi / Facebook
  • Tenía un compañero cuando trabajaba en un lugar de ventas. Yo tenía la costumbre de lavarme siempre los dientes después de comer y, al parecer, él no. Después de un tiempo de estar ahí, él también empezó a hacer lo mismo, así que un día me dijo: “Compartamos la pasta dental y cuando se termine, yo compro otra”. Al final, acepté. Cabe destacar que yo usaba una pasta dental un poco cara y le aclaré eso, él aceptó y dijo que compraría de la misma marca. Al final, cuando se terminó mi pasta dental y le tocaba comprar una a él, me trajo la pasta dental usada de su casa y de una marca mucho más barata. © Mirella FA / Facebook
  • Una vez, nos invitaron a una boda en la que cada quien debía pagar por su plato, supuestamente, para ayudar a los novios. Se pagó un costo de servicio de catering y nos dieron un platillo casero muy común y barato en mi país. Para rematar, a la familia de uno de los novios, que era de “otra clase social”, les sirvieron otro tipo de comida y, de hecho, no les cobraron sus platos. Días después, vi de lejos a la pareja de recién casados y llevaban muchas compras; entre ellas, un X-box de última generación, cuando se suponía que había que pagarles la comida porque no tenían dinero, lo que me hace pensar que seguro tomaron el dinero de los invitados para comprarse la consola, ¡jajajaja! © Amanda Alvarado Avilés / Facebook
  • En una comida de fin de año en la oficina, se hizo una cooperación, pero un compañero, para desquitar lo que había cooperado, invitó a toda su familia y nunca dejaron de comer hasta que se fueron. En otra ocasión, un compañero esperó a que todos se sirvieran y después envolvió todo lo que había sobrado; dijo que se lo iba a llevar a su casa porque él no había comido nada. © Roberto Valencia / Facebook
  • Una vez, una amiga de mi madre nos invitó a merendar. Como éramos 4, fuimos a comprar pasteles, pan, jamón y queso. Al llegar, se llevaron todo a la cocina y nunca más lo vimos. Se fueron por turnos a comer a la cocina y a nosotras no nos dieron ni agua hasta las 11 de la noche, cuando mi madre por fin entendió y nos fuimos muertas de hambre. Nos volvió a invitar la semana siguiente. © Miriam Aguilar / Facebook
  • Tuve una invitación al cine que se había cancelado varias veces. Cuando por fin se logró y llegamos al cine, yo me quedé esperando a que me abriera la puerta del coche. Él siguió caminando a la entrada del cine y me dejó atrás. Entramos y él me preguntó qué deseaba tomar. Pedí un refresco de cola. Él compró uno solo y le puso 2 popotes mientras me contaba que no había podido verme antes porque había tenido sinusitis y una infección en la garganta. Se imaginarán que no tomé ni un sorbo de aquella soda. Y la segunda cita, todavía la está esperando. © Marie Picouto / Facebook
  • Hace algunos años estuve muy grave, al punto de buscar donantes para un trasplante. Mi primo se ofreció y se lo comentó a su exesposa. Ella me llamó para negociar. Sus razones eran que la salud de mi primo ya no sería la misma y que podrían no darle más la pensión; que, según ella, en esta vida todo tenía un precio y que ya que lo de su ex era también de su hija, cuánto estaba yo dispuesta a pagar por ese riñón. Gracias a Dios no lo necesité. Mi primo se enojó mucho cuando se enteró. © Kathya Jimenez / Facebook
  • Tenía una “amiga” que, cuando salíamos en grupo, siempre se ofrecía a recoger el dinero de todos para pagar la cuenta (cada uno pagaba su consumo). Obviamente, dábamos el extra para la propina del mesero y una vez descubrí que con la propina de todos ella pagaba su cuenta. Con razón era tan “amable”. © Veronica Quintero / Facebook
  • Teníamos un compañero que nunca ponía para los gastos comunes, como refrescos o galletitas, porque decía que él no comía nada de eso (pero después se comía y bebía todo a escondidas). Terminamos poniendo laxante en una soda y “yo no tomo refresco” se la pasó todo el turno yendo al baño. Cuando me trasladaron de sucursal, un día me tuvo que reemplazar y decidió comerse todo lo que había en mi escritorio, solo que no esperaba que yo le hubiera puesto chile picante a toda mi comida. Aunque ya pasaron muchos años, sé por excompañeros que todavía me odia. © Maria Nöel Gonzalez / Facebook

¿Cuál es la persona más tacaña con la que te has topado en la vida y qué fue lo que hizo? ¿Cómo crees que se diferencia una persona ahorradora de una avara?

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