11 Conceptos erróneos de los trabajólicos que no les ayudarán a subir a la cima profesional, sino que los enviarán a una clínica

Psicología
hace 3 años

Los empleadores aman a las personas trabajadoras. Un empleado que le dedica al trabajo 12 o más horas al día, comiendo un bocado sobre la marcha en lugar de tomarse una hora de almuerzo, por lo general, se gana la aprobación de su jefe. Pero el deseo y la disposición de los adictos al trabajo de hacer horas extra no siempre lleva a un avance en la escalera profesional. En realidad, mucho más seguido, los “ponis inmortales” terminan enfrentando problemas de productividad, dificultades en su vida personal y deterioro de su salud.

Genial.guru te contará sobre los conceptos erróneos con los que un trabajólico se conduce a sí mismo hacia un callejón sin salida, y cómo evitar el autoengaño.

1. Descansaré más tarde cuando haya menos trabajo

Lo que hacemos: Aplazamos el descanso y la disminución de la carga laboral esperando a que llegue el “momento adecuado”. Parece que solo falta un poco más, que resolveremos lo más urgente y entonces podremos relajarnos con la conciencia tranquila. Pero al final, un proyecto es seguido por otro, sin descanso, y nos llevamos al límite, trabajando como locos una y otra vez.

Lo que deberíamos hacer: Comprender cuál es la razón de este comportamiento. Por ejemplo, mucha gente teme perderse algo importante.

Si te identificas con este punto, respira profundo. La psicóloga clínica, Alice Boyes, asegura que renunciar a algo está bien. La cantidad de trabajo nunca disminuirá, y no se puede ganar todo el dinero que existe. En lugar de ponerse nervioso por cada pequeñez, diciéndote que es posible que nunca se te vuelva a presentar una oportunidad así, repítete más seguido: “Lo que es mío, mío será”.

2. Si no lo hago yo, nadie lo hará

Lo que hacemos: Los adictos al trabajo son muy perfeccionistas. Con cada nuevo proyecto, nos resulta cada vez más difícil deshacernos de los pensamientos de cómo hacerlo aún mejor, más perfecto, más ideal. Ponemos todo nuestro corazón en lo que hacemos y, siendo así, ¿cómo confiarle algo a ese colega que siempre llega tarde? No, seguro que terminará arruinando todo. Mejor hacerlo uno mismo, mejor hacerlo todo solo. Así se estará más tranquilo y más seguro.

Lo que debemos hacer: Si te estás ahogando en la rutina sin, por decirlo así, sacarte el volumen de los quehaceres de encima, piensa en por qué se te ha acumulado todo esto. Tal vez debas aprender a delegar, en lugar de cargarlo todo sobre tus hombros. Y lo más importante: recuerda que, en la mayoría de los casos, si no haces algo hoy, eso no será motivo de una catástrofe mañana. Así que date la oportunidad de relajarte un poco.

3. Si rechazo obligaciones adicionales, pensarán que soy un impostor de alguna clase

Lo que hacemos: Nos arremangamos la camisa y decimos que sí a todo lo que nos piden los superiores. ¿Hay que salir a trabajar el fin de semana? Lo hacemos. ¿Hay que quedarse un par de horas y terminar algo? Nos quedamos. ¿Y qué otra cosa podríamos hacer? Asegurarnos de que no piensen que no merecemos nuestro puesto...

Lo que deberíamos hacer: Admitir ante ti mismo que, aunque te mates trabajando, tus superiores probablemente ni se den cuenta de tu autosacrificio, y que tampoco estás asegurado de un despido.

O bien, tal vez terminen notando tu esfuerzo, en lugar del soñado ascenso, más bien te verán como a un empleado que puede ser manipulado y utilizado sin piedad, como un caballo de carga. Y de allí hay un paso hasta el síndrome del impostor.

4. Si no contesto a tiempo, pasará algo irreparable

Lo que hacemos: Solemos pasar nuestros días libres en casa. Chequeamos el correo electrónico y verificamos los mensajes de texto todo el tiempo y, si existe la posibilidad de realizar algún trabajo a distancia, sin lugar a dudas también lo haremos. Cuando por fin logramos salir, nuestros amigos y familiares se quejan de la cantidad de trabajo que tenemos y de lo cansados que están ​​de que nuestro teléfono explote de llamadas y mensajes. Pero nosotros, los trabajólicos, realmente no podemos ignorarlo: ¿mira si es algo urgente?

Lo que hay que hacer: Comprender que la vida no se limita al trabajo. Trabajas duro y mereces descansar. Trata de dejar el trabajo en el trabajo y dedica tu tiempo libre a tus propios intereses y a tus seres queridos. Si tu contrato no incluye la condición de que estés disponible las 24 horas del día, entonces, al finalizar la jornada laboral, pon el teléfono en modo silencioso con la conciencia tranquila o apágalo directamente.

5. Solo los demás se cansan, yo podré trabajar hasta el desgaste tanto como quiera

Lo que hacemos: Creemos ciegamente que controlamos la situación. Miramos a los colegas y pensamos: “Ya estaría un escalón más arriba si no fuera tan perezoso”. Y en seguida proyectamos el pensamiento sobre nosotros mismos: “Yo sí que haré las cosas bien, solo esperen y lo verán”. Esto es especialmente común en un lugar de trabajo nuevo, cuando el recién llegado está genuinamente desconcertado por el hecho de que las personas sentadas en la oficina no tengan una chispa en los ojos.

Lo que deberíamos hacer: Bajar del cielo a la tierra. Lo más probable es que, después de trabajar a un ritmo furioso, pronto tú también te enfrentes a la realidad. Si trabajas al límite día tras día, sin darte tiempo para recuperar fuerzas, será algo inevitable.

Según las investigaciones, 50 horas a la semana es el límite después del que la productividad de los empleados disminuye inevitablemente, y el cuerpo necesita un buen descanso.

6. Una persona exitosa es aquella que logró mucho en su camino profesional

Lo que hacemos: La autoevaluación de los adictos al trabajo está estrechamente ligada a cómo fue su día en la oficina: nos cuesta soportar la crítica, anhelamos los elogios de los jefes y, hay que admitirlo, la envidia de los colegas. El trabajo controla nuestra autoestima, o bien elevándola, o bien haciéndonos dudar de nosotros mismos, y los comentarios negativos sobre un proyecto que hemos realizado nos desaniman.

Lo que deberíamos hacer: Considera con más apertura cuáles son los ingredientes del éxito, dice Marilyn Puder-York en su libro Una guía para sobrevivir en la oficina.

Para sentirse exitoso no hace falta estar muy concentrado en el trabajo. Alrededor hay tantas razones para ser feliz: pasa más tiempo con tus familiares y amigos, búscate un pasatiempo fuera del trabajo: tal vez hace tiempo que deseabas aprender a tocar un instrumento musical o convertirte en un conquistador de los picos de las montañas.

7. Me agoto tanto, que vean lo responsable e irreemplazable que soy

Lo que hacemos: Detrás de la máscara de un adicto al trabajo encubrimos nuestra necesidad de sentirnos más significativos. En realidad, entre los que “se mueren” por el trabajo hay muchos que están tratando de quedar bien ante el mundo o ante cierto círculo de personas.

Lo que deberíamos hacer: Comprender los verdaderos motivos de la adicción al trabajo. Qué es lo que te motiva: el deseo de demostrar que no eres peor que el “hijo del amigo de tu madre”; el deseo de fastidiar a tu esposo, ganándote la oportunidad de decirle: “Con lo cansada que estoy, y tú con tus reclamos”; ¿o algún rencor del pasado?

Habiendo encontrado este “gusano” que te está carcomiendo por dentro e induciéndote a la diligencia excesiva, y habiendo erradicado la causa, comenzarás a vivir tu propia vida. Tras dejar atrás los complejos, los rencores y la insatisfacción, podrás priorizar las cosas de una manera nueva.

8. Hoy no podré, pero me pondré al día la próxima

Lo que hacemos: A diferencia del lugar de trabajo, en la vida personal de los adictos al trabajo, las cosas muchas veces están exactamente al revés. Es en la oficina donde somos luchadores, amables y eficientes, mientras que en el círculo familiar podemos tener la fama de una persona enojada y cansada. Ni siquiera somos conscientes de lo mucho que perdemos cuando volvemos a retrasarnos en el trabajo otro par de horas más.

Lo que deberíamos hacer: Por banal que suene, sopesa todos los pros y los contras. Y si es por escrito, mejor, así será más visible.

La próxima vez, antes de decir automáticamente con una sonrisa que sí al pedido del jefe de terminar el informe de un colega durante el fin de semana, anota en una hoja lo que te espera. Sí, volverás a cumplir, pero tal vez nadie lo note y solo se dé por hecho. Mientras tanto, corres el riesgo de no leerle un cuento de hadas a tu hijo, de no pasear por el parque, de no encontrarte con amigos, etc. La elección es tuya.

9. Comienzo a ponerme nervioso, es hora de buscar qué más hacer

Lo que hacemos: En cuanto una ventana libre aparece en nuestro apretado horario, comienza a ahogarnos la ansiedad. Todos los que están acostumbrados a trabajar a alta velocidad conocen esta sensación. Y nosotros, los adictos al trabajo, lo malinterpretamos completamente. De ninguna manera es una señal para reanudar una intensa actividad.

Lo que deberíamos hacer: Dale a tus emociones una oportunidad de manifestarse, tu condición se estabilizará pronto.

En una situación de sobrecarga, cuando un adicto al trabajo se tortura durante semanas, e incluso meses, con una excesiva cantidad de trabajo, la excitación creciente debe considerarse como una reacción del cuerpo a los cambios. Y esto ciertamente no es una señal de que no mereces descansar y deberías regresar a las filas de lucha. Todo lo que se requiere de ti ahora es escucharte a ti mismo y tomarte un time out.

10. Si trabajo duro, obtendré un gran resultado

Lo que hacemos: Nos olvidamos de que la cantidad no siempre se convierte en calidad. Y del hecho de que pasar tanto tiempo en el trabajo no nos garantiza el ascenso, o la felicidad en general.

Lo que deberíamos hacer: Reducir la velocidad. Al contrario de lo que se suele pensar, los adictos al trabajo no son tan productivos.

Bryan Robinson distingue varios tipos de adictos al trabajo, y no todos están enfocados en el resultado final. Según la opinión del psicólogo, la mayoría de los trabajólicos dependen son adictos al proceso del trabajo en sí. Obtienen satisfacción de estar involucrados en el proceso. Y aquellos que sí se esfuerzan por un resultado, son físicamente incapaces de ser altamente eficientes todos los días y, como todos los demás, necesitan descargar la tensión y recargar las energías.

11. La adicción al trabajo no es tan peligrosa

Lo que hacemos: Los adictos al trabajo no son robots. Naturalmente, nos sentimos cansados, pero lo damos por hecho, creyendo que es una de las confirmaciones de los esfuerzos que hacemos. Al mismo tiempo, no respondemos a la necesidad del cuerpo de descansar, y esperamos que las indisposiciones se resuelvan por sí mismas. Si la adicción al trabajo realmente fuera peligrosa, sería reconocida como una enfermedad, ¿cierto?

Lo que deberíamos hacer: Aceptar la existencia de una adicción. Si tus seres queridos te dicen cada vez más seguido que estás absorto en el trabajo, y que eso tiene un impacto negativo en tu bienestar, escucha sus palabras.

Los estudios han demostrado la relación entre la adicción al trabajo y los trastornos mentales: incremento de la ansiedad, depresión, trastorno obsesivo-compulsivo. En Asia, líder en cantidad de adictos al trabajo, es común el fenómeno de la muerte por exceso de trabajo, causado por el estrés profesional, las horas extras y una nutrición inadecuada.

En la etapa inicial, la adicción al trabajo se resuelve con unas banales vacaciones de 2 semanas, siempre y cuando en ese período realmente puedas abstraerte de todo y relajarte. En los casos más serios, será necesario revisar el régimen del día, quizás incluso con la ayuda de los especialistas.

¿Te consideras un adicto al trabajo? ¿Cuál de los conceptos erróneos te resultó más familiar? Compártelo en los comentarios.

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