11 Razones por las que los niños no hacen caso y que los padres interpretan como mal comportamiento

Psicología
hace 2 años

Cuando uno ha pasado demasiado tiempo siendo un adulto, es absolutamente normal que se olvide un poco de cómo es el mundo de los niños. Así que ahí vamos, comunicándonos mal, exigiendo demasiado a los pequeños, para luego sentir una completa frustración cuando la niña o el niño es malcriada o malcriado porque no nos “obedece”, sin detenernos a pensar en nuestra forma de dirigirnos a ellos y pedir las cosas.

En Genial.guru nos importan las crianzas positivas y felices, por lo que te compartiremos distintos errores que cometemos al darles instrucciones a los niños, los cuales ocasionan que no hagan lo que les pedimos.

1. Basar las órdenes en deseos propios y no en la realidad

Las cosas que tú crees importantes probablemente no lo sean para un niño. Si das consejos y advertencias sobre todo lo que a ti te molesta de forma constante, como resultado, tu voz autoritaria se convertirá en solo un ruido de fondo. Recuerda no basar tus órdenes en cómo te gusta a ti hacer las cosas, en lugar de cómo es que tu hija o hijo puede hacer algo.

2. Dar órdenes que parecen opciones

El mundo de los adultos está tan lleno de condescendencia y artimañas para esconder órdenes (para no herir susceptibilidades) que cuando nos enfrentamos al mundo de los niños olvidamos que ellos no tienen trampas a la hora de comunicarse. Decir cosas como: “¿Podrías ir a cepillarte los dientes ahora?” da el mensaje de que la pequeña o el pequeño tiene la opción de hacerlo o no; lo mismo que decir “¿Quieres levantar tus juguetes ahora?”.

Lo mejor es dejar clara la orden, sin pedir favores. La instrucción debe ser como una figura de una verdadera autoridad, firme pero de manera tranquila.

3. Establecer reglas poco claras

Dar instrucciones vagas o poco claras solo confundirá al niño. Frases como “Vístete bien ahora mismo” o “Ya viste demasiada televisión” no llevan a ningún lado, pues los pequeños tienen conceptos muy distintos de lo que significa “bien” o “demasiado”. Siempre es mejor dar instrucciones claras que no alteren la comprensión de los conceptos infantiles.

4. Dar demasiadas advertencias

Nuevamente, una voz que repite lo mismo de forma constante, que solo advierte, se evapora en el ambiente. En lugar de decir “¡Te he dicho cinco veces que es hora de cenar!”, es mejor dar una sola orden y continuar con lo que sucederá luego, por ejemplo: “Es hora de cenar. Si no vienes ahora, te quedarás con hambre”.

5. Pretender que el niño entienda sin explicar

Dar una orden sin nada más no solo puede confundir a un niño, sino que haría eso con cualquier persona. Por ello, después de dar una instrucción, pide a tu hija o hijo que repita lo que escuchó. Ejemplo: “Entonces, ¿qué tienes que hacer con estos juguetes?”. Quizá descubras que la pequeña o el pequeño necesita más explicaciones sobre qué hacer y qué es lo que tienes como expectativa que haga.

6. No establecer consecuencias

Que los padres digan cosas como: “No voy a repetirlo, ¡ve a cepillarte los dientes!”, sin una consecuencia real, tampoco es útil. Recuerda advertir sobre consecuencias negativas cada vez que la niña o el niño no quiera cumplir una orden. Si el castigo son menos horas de televisión, cúmplelo; lo mismo con otros dispositivos electrónicos o tiempo de juego. Pero nunca, nunca castigues con comida.

7. Lanzar amenazas sin sentido

Justamente, el hecho de amenazar por amenazar, sin consecuencias reales, provoca que la niña o el niño nunca tomen en serio lo que se les está pidiendo. Algo como: “¡Nunca más jugarás afuera si no te acabas el brócoli!” o “¡Voy a tirar todos tus juguetes si no los recoges!” son grandes amenazas con poca probabilidad de que sucedan. Por supuesto que los niños reconocen rápidamente cuando un padre no puede o no quiere cumplir con castigos tan drásticos.

Las amenazas exageradas no son el único problema. A veces, los padres hacen amenazas que parecen promesas. Cosas como “¡Me iré y te dejaré solo si no te comes los vegetales!” pueden parecer más una recompensa que un castigo, según la ocasión.

8. No reforzar el comportamiento positivo

Sí, hay días en que parece que el único trabajo de los padres es lanzar órdenes a todo lo que se mueva. Pero esto no tiene por qué ser así. Los castigos no funcionan, el refuerzo positivo sí. Tu hija o hijo pueden perder motivación para seguir tus instrucciones si no encuentran satisfacción en ello. Y no quiere decir que siempre deban recibir un “premio” por lo bueno que hagan, pero sí pueden recibir un elogio por sus acciones positivas de inmediato. Por ejemplo: “¡Buen trabajo! Gracias por apagar la televisión justo cuando te lo pedí” o “Gracias por venir en cuanto te llamé, ahora tendremos más tiempo para cenar en familia”.

Estas afirmaciones refuerzan el buen comportamiento y animan a los niños a que sus acciones tengan un sentido y propósito verdadero.

9. No dar el ejemplo

Decirle a un niño todo el tiempo lo que tiene que hacer, pero sin dar el ejemplo, es claramente un error. Los expertos señalan que los niños tienden a reflejar el comportamiento de sus padres más que escuchar lo que les dicen. Si los papás quieren que sus hijos adopten comportamientos saludables, como tratar a los demás con amabilidad, ellos mismos tendrán que poner el ejemplo.

10. Explicar las cosas de más

Nuevamente, cuando los padres hablen con los niños, deben recordar que son solo niños. Para dar instrucciones a los pequeños es mejor mantener las palabras al mínimo. Cuanto más habla mamá o papá, más oportunidades hay para que la hija o el hijo malinterpreten sus palabras y concluyan que todo lo que está diciendo está abierto a la negociación. Ser claro y coherente y dejar que las acciones hablen por sí mismas es la mejor solución.

11. Mirar solo lo negativo

Cuando los padres se sienten rebasados, es natural que solo quieran prohibir tajantemente. Frases como “¡No le pegues a tu hermana!” o “¡No comas con la boca abierta!” no son en lo absoluto motivadoras ni mucho menos correctivas. Si todo el tiempo les decimos a los niños, de manera categórica, lo que no tienen que hacer, conseguiremos el efecto contrario.

Reserva expresiones negativas para situaciones verdaderamente riesgosas, por ejemplo, si el niño se acerca de forma peligrosa a un escalón o juega con algo puntiagudo e inseguro. Pero para lo demás, procura ser inteligente y decirle cómo te gustaría que se comportara. Por ejemplo, en lugar de pronunciar “¡No brinques en la ducha!”, intenta: “Debemos quedarnos quietos en la ducha porque está resbaladiza”.

¿Qué otras frases crees que podríamos mejorar los adultos a la hora de educar a los niños y reforzar su buen comportamiento?

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