Dejé de establecer reglas para mis niños y les permití que establecieran las suyas propias. Me enseñaron muchas cosas

Psicología
hace 5 años

¿Saltas con tu hijo por los charcos? ¿Persiguen palomas? ¿O salen a juntar ramas y hojas secas al parque? Conozco a padres que siempre toman la posición del adulto razonable y no pueden salir de ese rol. Su función nunca cambia: enseñan, regañan, enseñan de nuevo y no pueden darse el lujo de jugar con el niño. Sentí que me estaba volviendo así, y decidí resistirlo con todas mis fuerzas.

¡Hola! Mi nombre es María, tengo un hijo y una hija. Siempre quise ser una mamá divertida y moderadamente estricta. Pero en la vida muchas veces resulta todo lo contrario: exigía tediosamente que limpiaran, que no se movieran tanto en la silla, que escribieran prolijamente, pero no podía permitirme el lujo de relajarme y divertirme con los niños.

Cuando volví a darme cuenta de que los niños no escuchaban de mí más que exigencias y enseñanzas, me dije a mí misma “basta”. Y decidí hacer 2 semanas de autogobierno, durante el que mi hijo de 4 años tomaría decisiones independientes y yo tendría que acatarlas (a menos que fuera algo perjudicial para la salud).

Hoy, especialmente para Genial.guru, contaré qué me enseñó vivir según las reglas de los niños y por qué me gustaría hacerlo más a menudo.

Regla N° 1: el código de vestimenta es una formalidad ridícula

El primer día, mi hijo se negó rotundamente a cambiarse la ropa de la calle por la de la casa, y viceversa. Eligió una de sus camisetas favoritas, en la que se pueden cambiar las imágenes. El tiburón se convirtió en la opción para el hogar, y el dinosaurio, para salir a pasear. Inmediatamente me acordé de Mark Zuckerberg y de la tendencia general de crear un armario capsular y me di cuenta de que mi hijo también estaba en el tema. A los 4 años, ya sabe cómo ahorrar mucho tiempo, energía y dinero, salvándose a sí mismo de la tediosa necesidad de elegir ropa cada mañana.

Regla N° 2: hay que disfrutar de la vida con cualquier clima

A un adulto la idea de vestirse para salir caminar bajo la lluvia no le parece la mejor idea: el cielo está nublado, hay barro, los pies se pueden mojar y da pereza siquiera pensar en hacerlo. Pero para los niños, un paseo así es una verdadera fiesta; comenzaron a rogarme que saliéramos a correr bajo la lluvia desde que se despertaron, y tuve que ceder. Les puse 100 capas de ropa seguidas de un overol impermeable y me dirigí a regañadientes a la calle. Comenzaron a correr por los charcos, y en algún momento me contagié de su entusiasmo y decidí unirme a ellos. Dejé de pensar en cómo me veía y me di cuenta de lo preciosos que son esa clase de momentos.

Realmente disfruté de esa experiencia. Creo que para la próxima vez me compraré un traje impermeable para mí también. ¿Por qué no?

Regla N° 3: mirar más seguido alrededor, una forma sencilla de ver el mundo a través de los ojos de un niño

Esto es lo que ve el niño.

Mi hijo, como todos los niños, se queda pegado a los dispositivos electrónicos, así que no se los doy. Pero le encanta tomar fotos y luego mirarlas, así que tuve que ceder otra vez. Como resultado, la tarjeta de memoria del teléfono inteligente quedó repleta de docenas de fotos idénticas de sus pies, manos, el peinado de la hermana, autitos y todo lo que estaba al nivel de sus ojos y era de su interés. Y yo obtuve una oportunidad única de entender a qué le presta atención un niño durante el día.

Las más impactantes fueron las fotos que tomó durante el paseo. Mientras las miraba, entendí que yo no había visto ni una décima parte de lo que había notado él. Por ejemplo, sacó una foto del cielo y del mástil del barco del patio de juegos. Parece que yo en ese momento estaba estudiando detenidamente el asfalto y no había visto nada. Definitivamente necesito levantar la cabeza más a menudo.

Regla N° 4: no ser demasiado mayor

Caminábamos por el parque, mi hija menor iba a pie y mi hijo de repente me pidió que lo llevara a él en el cochecito. No me negué, aunque encajó allí con dificultad. Pero estaba tan contento. Por un momento, se quitó el papel del hermano mayor. Estaba feliz de que lo llevara como si fuera más pequeño, en lugar de exigirle que se comportara como el mayor. Al menos por ese breve lapso de tiempo.

Por supuesto que ninguno de nosotros encajará en las cosas que usábamos de niños. Pero qué agradable que es recordar a veces la sensación de estar completamente rodeado de atención y no tener que decidir nada. Es lindo poner la cabeza en el hombro de mamá, es lindo cuando te sirve té y prepara tu postre favorito, aunque ya tengas más de 30 años. Es algo que se disfruta igual que en la infancia.

Regla N° 5: notar lo sorprendente en los detalles

Podemos regresar a casa desde el parque en 2 autobuses: el “A” y el 92. Habíamos paseado mucho y los tres estábamos agotados. Junté fuerzas y me preparé para subir el cochecito, el monopatín, la bicicleta y a los dos niños al autobús número 92 que estaba llegando (ya habrás visto a esas madres de seis brazos como yo, ¿verdad?). Pero de repente, mi hijo rompió a llorar porque quería esperar al autobús “A”. Me enojé terriblemente. En otra ocasión, lo persuadiría o lo obligaría subir igual, pero esta vez decidí hacer lo que quería él.

Esperamos a que llegara el autobús “A” por otros 20 minutos. En casa le pregunté por qué no había querido ir en el 92. “El 92 es un autobús con números, como todos los demás. El ’A’ es un autobús con una letra, por eso me gusta”, esa fue la respuesta infantil desarmadora que de ninguna manera podía haber llegado sola a mi cabeza adulta. Luego mi hijo agregó: “Pero si te puso triste, la próxima vez iremos en el 92”.

Olvidé tan rápidamente que en mi infancia también construía un mundo entero con detalles que parecen una tontería en la vida adulta. Juguetes favoritos, grietas en el asfalto, el ritual de presionar ciertos botones en el ascensor... Si no hacía alguna de mis acciones habituales y favoritas, podía entrar en pánico. Mamá me retaba y se apresuraba a alguna parte, y mis lágrimas fluían en arroyos. Por eso, antes de enojarse con el niño, es importante tratar de ver la situación a través de sus ojos. O aún mejor: a través de tus propios ojos de cuando eras pequeño.

Conclusiones para un adulto típico

Esta experiencia me recordó lo agradable que es simplemente estar con tu hijo, sin enseñarle y sin presionarlo por nada. Viviendo al mismo ritmo que él y mirando el mundo a través de sus ojos. Durante estas semanas, la relación entre nosotros se ha fortalecido y me he vuelto más paciente y más moderada. Ahora, en lugar de hacer otro comentario admonitorio, me detengo y solo miro más de cerca a mi hijo.

Lo más probable es que no me esté haciendo caso porque está muy entretenido con algún objeto o juego. Y esta no es una razón para gritarle, sino para unirme a él y pasar tiempo juntos. Y luego volver a lo que hay que hacer. Porque un niño es receptivo a las palabras de un adulto solo cuando el adulto también le presta atención, sin distraerse con ninguna otra cosa.

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