“Desde arriba todo se ve”. Una historia que te hará creer en la justicia suprema

Psicología
hace 5 años

Todos alguna vez en la vida tuvimos que lidiar con personas desagradables y malvadas que usaban la máscara de la falsa bondad. Esta clase de gente lastima a otros intencionalmente, sin olvidarse de sonreír con ternura mientras lo hacen. Pero tarde o temprano, el mal termina siendo castigado, y hemos encontrado una excelente prueba de eso.

Con permiso de la psicóloga Anna Valentinovna Kiryanova, Genial.guru publica una historia extraída del libro “Pequeña felicidad”, que te convencerá de que aún hay justicia en el mundo, y que el castigo a veces llega rápido.

Una señora en un esponjoso abrigo blanco estaba torturando a otra mujer humildemente vestida que tenía un cochecito de bebé y estaba acompañada por una pequeña niña con anteojos. Esto acaba de pasar en un supermercado. La mujer del abrigo blanco hablaba muy amablemente; hacía las preguntas con gentileza. Asentía con pesar al escuchar las respuestas. Como una profesora de primaria. O un psiquiatra en un examen.

“¿Por qué la niña tiene anteojos? Oh, así que ve mal, ¡qué cosa! Sí, se nota que uno de los ojos está desviado. Tendrá que hacerse una operación. Aunque quizás no sirva. ¿Y por qué la niña no habla? Oh, es tímida, ya veo. ¿Tendrá autismo? En esos casos, al principio los padres piensan que el niño es tímido. Y luego resulta que es un enfermo mental. ¿Y de qué trabaja su esposo? Es difícil mantener a dos niños hoy en día. Los anteojos, por ejemplo, son muy caros. ¿Y el bebé cuántos años tiene? ¿El que está dentro del cochecito?”.

Y la mujer humildemente vestida respondía con docilidad: esa clase de señoras hipnotizan. Es difícil callarlas e irse, tienen un algo autoritario, pegajoso, envolvente. Lo sé muy bien. Así que simplemente pasé entre ellas, cortando los hilos invisibles. Y me puse a elegir las papas. La mamá con los niños se fue y la señora del abrigo me dijo confidencialmente: “Por algo será que tiene el cochecito tapado. Debe haber un monstruo sentado allí. ¡Encima que son pobres, tienen hijos!”. No le contesté, pesé las papas, compré un buen helado. Tres helados. Tenía el corazón pesado, por eso los compré. Pero ese no es el punto.

Mientras yo estaba eligiendo los helados, sucedió lo siguiente: la señora del abrigo blanco tomó una lata de mayonesa. Simplemente agarró un frasco. Y pasó algo sorprendente: el frasco explotó en sus manos. En resumen, le llegó el fin al esponjoso abrigo, al suave sombrero y al maquillaje de la señora, todo se empapó de mayonesa. “¡Ouch!”, como decíamos de chicos. Todos lanzaron una exclamación y corrieron a limpiarla a ella y al piso. Y las paredes. Y los otros productos. Fue un gran “ouch”. Un “ouch” maravilloso.

Y claro que le di los helados a la madre con el cochecito y la niña con anteojos. Yo también llevo anteojos. “¡Las personas con anteojos deben ayudarse mutuamente!”. Eso fue lo que dije, y la pequeña Lena y yo nos reímos. Ella me dijo su nombre. Y la madre de Lena también se rió. Y destapó el cochecito. No había ningún monstruo allí, sino un dormido bebé regordete de mejillas rosadas. A él también le darán un poco de helado cuando lleguen a casa. Alguien tendrá helado, y alguien mayonesa en el abrigo. Desde arriba todo se ve...

Ilustradora Alena Tsarkova para Genial.guru

Comentarios

Recibir notificaciones
Aún no hay comentarios. ¡Puedes ser el primero!

Lecturas relacionadas