22 Despistados que no pierden la cabeza porque la tienen pegada al cuerpo

Historias
hace 1 año

De despistados está lleno el mundo. Como esas personas que olvidan el control remoto de la TV en un bolsillo y aparece en la lavadora, o los que nos creerían si les dijéramos que nacieron de un huevo.

  • Era de noche y necesitaba llamar a mi marido por celular. Empecé a buscar el móvil por toda la casa y vi a mi hija sentada en el sofá hablando por su celular. Le pregunté si ese era el mío, pero ella no me contestó. Le pedí que se levantara un poco para mover el sillón, lo hizo sin mirarme, aún enganchada al teléfono. Corrí el sillón en la oscuridad y pensé en encender la linterna del aparato para ver mejor. Justo en ese momento me di cuenta de que tenía el celular en la mano. Son cosas que pasan. 😁❤️ © Graciela Rodríguez / Facebook
  • Mi anécdota no es de un celular ni de unos anteojos, sino de distracción. Agarré una botella de agua y un rollo de cartón de servilletas de una mesa para tirarlo al cesto, pero lo hice al revés. Dejé la botella que iba a llenar en el dispensador en la encimera y empecé a echarle agua al rollo de servilletas. ¡Obviamente, duró solo un segundo! © Mirta Inés López / Facebook
  • Hace muchos años, mi hermano tuvo cataratas en ambos ojos y casi no podía ver. Usaba una enorme lupa pegada a su computadora para poder seguir trabajando. Un día, fui a pedirle prestada una lupa pequeña que tenía, ya que mi hijo necesitaba llevar una a la escuela, y como siempre, la pidieron cuando la papelería ya estaba cerrada. Entré a su habitación, que estaba toda desordenada debido a su problema visual, y le pedí el favor. De repente, lo vi acercarse a su computadora y empezar a desmontar la enorme lupa. Le dije: “Espera, necesito la pequeñita”. Él me respondió: “Sí, lo sé, pero necesito la lupa para encontrar la lupa”. 🥴 © Claudimarter Retramidualc / Facebook
  • Con mi mamá y mi hermano, en la época de los pasajes de papel, volvíamos en tren de la ciudad de mis abuelos a la nuestra (40 horas de recorrido, un viaje a otro país). Mi abuelo nos acompañó, mostramos los pasajes al entrar al vagón, el abuelo entró con nosotros para ayudarnos con el equipaje y luego salió. El tren partió y otra vez vinieron a chequear los pasajes, ¡y no los teníamos! No podíamos viajar, teníamos que bajar en la próxima estación (una hora de viaje en tren más o menos). ¡No sabíamos qué hacer! Cuando llegamos a la próxima estación, lo primero que vimos fue a mi abuelo con los pasajes. Se dio cuenta de que se había quedado con los pasajes, y su amigo y él viajaron en el auto hasta la próxima estación y lograron llegar antes que el tren. Desde entonces siempre chequeamos los pasajes, aunque ahora ya son electrónicos, jajaja.
  • Estaba haciendo un pastel y rellenando los bizcochos cuando alguien llamó a mi celular. Contesté la llamada y seguí rellenando capa por capa. Pasaron cinco horas y empecé a buscar mi celular. No podía encontrarlo en ninguna parte. Cuando llegó el momento de partir el pastel, que estuvo todo el tiempo en el refrigerador, enterré el cuchillo hasta la mitad y encontré algo extremadamente duro que no permitía que el cuchillo llegara hasta el fondo. Empecé a preocuparme, incluso pensé que no había puesto levadura en la mezcla. En el tercer intento de cortar la torta, se iluminó por dentro. Obviamente, me sorprendí mucho en ese momento, porque nunca imaginé que mi celular podía estar dentro del pastel. © Veronica Camblor Vila / Facebook
  • Me ha pasado con mis gafas. Un día me quedé dormida con ellas puestas por la tarde, y cuando desperté dije: “Oh, qué milagro, veo claramente, ya no necesito gafas”. Entonces, mi hijo me dijo que aún las tenía puestas. Nos dio mucha risa, jajajaja. © Miriam Juyo / Facebook
  • Una vez, estaba hablando con mi hermana y ya iba de salida. Busqué las llaves, la cartera y no encontraba el celular, y por esa razón no salía, pero seguía hablando. Me di cuenta cuando colgué y lo vi en mi mano. Otro día salí con mi hijo y al bajar del transporte me toqué la bolsa y no sentí el celular. Sentí un microinfarto, pero también recordé que ese día lo había dejado en casa. 😂😂 © Padilha Mar / Facebook
  • Después de todo un día de trabajo, el jefe nos llamó a una junta y dijo: “¿Acaso traes un zapato negro y otro café?”, y yo volteé para burlarme del despistado de la oficina. Resulta que era YO.
  • Estaba dando una clase por videollamada y empecé a mirar por todas partes. Mientras mi alumna seguía concentrada siguiendo mis indicaciones, seguía buscando por todos lados, moviendo cosas, levantando libretas, acomodando cosas en mis cajones y así estuve por más de 20 minutos. Hasta que mi alumna me preguntó si estaba buscando algo, la vi inquieta, pero yo le dije que no, y que siguiéramos con la clase. Cuando volví a mirar para decirle que continuáramos, me di cuenta de que el celular estaba frente a mí. Me había olvidado de que estaba dando la clase por videollamada 😃😃. © C y C Lore / Facebook
  • Sí, me ha pasado muchas veces. Una vez estaba en un supermercado buscando mi celular en el bolso y hablando con alguien por teléfono (lo sostenía con mi hombro mientras buscaba desesperadamente). Le dije a la persona: “No encuentro mi celular, espérame”. Y ella me respondió: “¿Y con qué estás hablando ahora?”. Obviamente, me dio un susto pensar que había perdido el celular. © Aihtnyc Braca / Facebook
  • Eso también me ha pasado a mí. Una vez, estuve buscando mi cepillo de dientes durante más de media hora, revisando cada rincón del baño, solo para darme cuenta de que lo tenía en la mano todo el tiempo y lo había estado usando para peinarme el cabello. ¡Qué despiste! © Silvia Raquel Paredes / Facebook
  • Tengo miopía y astigmatismo, y el grado es tan alto que no puedo ver mis lentes si me los quito. Un día los perdí y los busqué por todas partes, tocando todo lo que encontraba. Caminaba despacio por si se habían caído, lloré de angustia por no encontrarlos. Luego me toqué el cabello y resultó que los tenía en la cabeza. ¡Jajaja, qué felicidad! © Yohanna Elizabeth Vasquez Campos / Facebook
  • Hace poco estaba emocionada porque iba a ver a mi banda favorita en un festival de música. Había comprado el boleto como cuatro meses antes, tachaba los días en el calendario, estaba muy emocionada. El caso es que el festival era en otro estado que está a cinco horas de donde yo vivo. Así que el día del concierto salí temprano, me subí al autobús y a la mitad del camino, cuando iba sacando el maquillaje para retocarme, de repente me vino a la mente que nunca había agarrado el boleto. En este momento me da risa por el nivel de despiste que tengo, pero en ese instante fue triste no poder entrar al concierto.
  • Hace unos días, iba a salir sola en la camioneta, ya que los niños y su papá no estaban en casa. Subí algunas cosas a la cajuela y me preparé para irme. Me senté en el asiento del copiloto y cerré la puerta. Agarré mi celular y estuve sentada un rato adentro, hasta que de repente reaccioné: “¡Pero si voy a manejar yo!”. Ding ding ding. Me bajé, rodeé la camioneta y me senté en el asiento del conductor 😁😂. © Adri Gutiérrez / Facebook
  • Cierta vez bajé del bus con el celular en la mano. Cuando instintivamente toqué el bolsillo derecho de mi pantalón (que es donde lo guardo), ¡HORROR! ¡NO ESTABA EL CELU! Grité desesperado y corrí tras el autobús. Felizmente, el chofer paró. Con el corazón latiendo a mil, subí, busqué por el pasillo, fui hasta el asiento que había ocupado y nada. “¡Mi celular! ¡Mi celular! ¡Olvidé mi celular!”, vociferé al borde de la neurosis. “¿Aparte del que tiene en la mano?”, me señaló el cobrador, en tono preocupado, incrédulo, casi burlón. “Sí, era otro”, respondí, para no pasar la VERGÜENZA DE MI VIDA. Estuvieron detenidos un rato. Creo que todavía buscaban el celular. © Mauro Calderón Gamboa / Facebook
  • Estaba bajando del tren cuando de repente pensé: “¡Maldición! Dejé mis lentes en el asiento”. Me volví a subir rápidamente y fui al asiento donde los había dejado. Le pregunté al muchacho que estaba sentado allí si había visto unos lentes (estaba muy preocupada, porque hacía 15 días había perdido mis otros lentes). Él me preguntó cómo eran mis lentes y se los describí. En ese momento, el joven empezó a reírse porque yo tenía los lentes puestos. © Xiomara Alejandra Ruiz / Facebook
  • Después de lavar la licuadora, la puse a secar y me dediqué a hacer otras cosas. Cuando terminé, busqué la licuadora, pero no la encontré. Me dije a mí mismo: “¿Cómo es posible que no esté si no se mueve y estoy solo?”. Dejé de buscarla y me fui a dormir. Al día siguiente, abrí el refrigerador para sacar algo y ¡oh, sorpresa!, allí estaba la licuadora helada. © Zeus Lastra Abad / Facebook
  • En la época anterior a los celulares, arreglé para encontrarme con una persona en el centro de mi ciudad. Nunca llegué a la reunión, y después de hacer las cosas que tenía que hacer en el centro, fui directo a mi casa. Y recién me acordé de la reunión cuando la persona me llamó a la noche reclamando. Se me había borrado por completo nuestra cita.
Imagen de portada Zeus Lastra Abad / Facebook

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