10 Costumbres del pasado con respecto al embarazo que suenan como un chiste descabellado
¿Te imaginas dar a luz a tu bebé sin un médico calificado? A pesar de que para algunas personas suene como una experiencia indeseable, esa era la realidad de todas las mujeres en el pasado. Y como si eso no bastara, en la antigüedad la sociedad estaba plagada de todo tipo de creencias sobre el embarazo, que muchas veces no tenían el menor sentido. Aquí te contamos algunas de ellas.
¿Qué costumbre practicas en tu casa solo porque tu abuelita se la enseñó a tu madre?
1. Pruebas de embarazo rústicas
En el antiguo Egipto, las mujeres tenían su propia prueba de embarazo. Descubrieron que si las semillas de trigo o de cebada germinaban con la orina de una mujer, significaba que estaba embarazada. Además, según la Oficina de Historia del Instituto Nacional de Salud, en 1963 se confirmó que la prueba daba resultados precisos en un 70 % de los casos, lo que convierte a esta práctica en la primera prueba de embarazo a base de orina de la historia.
2. Rituales para concebir varones
Durante mucho tiempo, se creía que el sexo de los bebés era asignado en el momento del nacimiento, y no en la concepción. Así, muchas personas pensaban que se podía influir en la asignación del género del recién nacido. Por eso, era bastante común encontrar rituales con el objetivo de obtener un niño o una niña.
- Aristóteles suponía que el nacimiento de niñas se daba únicamente cuando el proceso para que naciera un niño fallaba. Además, creía que las probabilidades de tener un varón eran más altas si, en el momento de la concepción, los vientos soplaban hacia el norte. Por descarte, si el acto de copulación se daba cuando el viento soplaba hacia el sur, nacería una niña.
- Otra creencia dictaba que si la mujer se quedaba en cama varias semanas antes del parto, las probabilidades de tener un niño aumentaban.
- También se creía que únicamente los órganos reproductivos de los hombres y las mujeres ubicados en la parte derecha del cuerpo eran los responsables de producir bebés masculinos.
3. Se creía que el dolor de parto era una prueba para la madre
En la antigüedad, se creía que el dolor que las mujeres tienen que sufrir durante el parto era una prueba. Si la superaban, significaba que estarían a la altura y podrían ser madres resilientes, capaces de afrontar cualquier batalla en la maternidad.
Esta creencia, básicamente, venía de la historia de Eva, la primera mujer en dar a luz, ya que según los escritos antiguos, ella sufrió en el parto a manera de castigo por haber probado la manzana prohibida.
4. Si mirabas la luna, tu bebé se volvía lunático
Hasta que la ciencia pudo brindar luz sobre los temas relacionados con el embarazo, muchas creencias y supersticiones fueron creciendo a su alrededor a lo largo del tiempo. Por ejemplo, en Francia, a menudo se prohibía a las mujeres embarazadas o con recién nacidos salir de la casa después de que hubiera oscurecido. Pensaban que si la madre miraba la luna, el niño se podría volver un lunático o un sonámbulo.
5. Los diversos métodos para aliviar el dolor de parto
Antes de la inyección epidural y de todos los medicamentos modernos que se utilizan para aliviar en cierta medida el dolor de parto, no había ningún método para evadirlo de manera garantizada. Por ello, lo mejor que podían hacer las mujeres era valerse de remedios naturales y seguir las creencias populares.
Por ejemplo, en el siglo XVI, se acostumbraba usar plantas de jazmín, plata o piedras de ámbar para suavizar el dolor. Luego, en el siglo XIX, se hizo popular el uso de elementos químicos cuando la reina Victoria, después de dar a luz a su sexto hijo, comentó acerca del cloroformo que había usado como anestésico en su parto: “Ese bendito cloroformo... calmante, calmante y encantador sin medida”.
6. Los hombres no eran bienvenidos en los partos
Antes del siglo XIX, las mujeres daban a luz acompañadas de varias de sus amigas, de familiares y de la partera. Existía la posibilidad de que un médico masculino entrara en la habitación de cuando en cuando, y de que el padre del bebé asistiera llevando y trayendo paños limpios, pero en sí, la experiencia del parto era un acontecimiento solo para las mujeres.
Después, cuando las mujeres empezaron a dar a luz en los hospitales, únicamente las enfermeras y un médico podían estar presentes en la habitación. Hasta la década de 1960, los padres de los niños no podían presenciar el nacimiento de sus hijos.
7. Antojos extraños
Antes se pensaba que no satisfacer los antojos de una mujer encinta era peligroso, puesto que eso podía generarle problemas a su hijo aun en el vientre. Por ejemplo, se creía que negarle moras a una mujer durante la gestación causaba la aparición de marcas de nacimiento rojas. Incluso se han escuchado historias sobre mujeres que perdían sangre por ese motivo.
No obstante, esta costumbre de satisfacer todos los deseos de la mujer gestante se volvió tema de debate cuando se empezaron a reportar casos de personas con antojos inauditos, en especial de objetos que no son considerados comida, como tierra, carbón o caracoles.
8. Hornear pasteles era como un anestésico para la madre
Una de las creencias más locas de la antigüedad era que las mujeres podían tener un parto más tranquilo e indoloro si, al momento de dar a luz, se levantaban a preparar un pastel desde cero. También se comentaba que era de buena suerte que la madre rompiera los huevos mientras tenía un dolor intenso. Así, el parto duraría menos tiempo.
Luego del alumbramiento, como parte de un ritual para atraer fertilidad y prosperidad, el padre debía repartir porciones del pastel a amigos y familiares la primera vez que la madre y el hijo salieran a lugares públicos.
9. Libros sobre el parto
Eran prácticamente inexistentes. No fue hasta el éxito del libro Der Rosengarten para mujeres embarazadas y parteras, escrito por Eucharius Rösslin en 1513, cuando se tomó conciencia sobre lo poco preparadas que estaban las mujeres que asistían los nacimientos de todos los niños de la época. El libro de Rösslin fue el tercero en escribirse en mil años para la formación de parteras.
De hecho, el médico publicó el libro a raíz de su observación directa del accionar de las parteras en su ciudad natal, donde descubrió que las malas prácticas de las parteras eran una de las mayores causas de mortalidad infantil de la época.
10. Madres antes muertas que sencillas
A pesar de que en la actualidad es bien sabido que usar corsés durante el embarazo es una práctica muy poco recomendable, puesto que puede ocasionar daños graves en el desarrollo del bebé, en el siglo XVI, las mujeres no dejaban de usar este accesorio ni siquiera durante la gestación.
En este período, a pesar de que los corsés ya no llevaban varillas, las cintas se empezaron a ajustar aún más a modo de compensación. Dada la situación, se inventaron corsés específicos para las mujeres gestantes, que tenían las cintas para ajustar en la parte delantera para aliviar un poco la presión en el vientre. No obstante, este corsé especial estaba disponible únicamente para las mujeres de clase alta, que podían permitirse este costoso accesorio.