Mi madre es la tercera de 10 hermanos 2 hombres antes que ella y 2 después de ella, así que jugar con muñecas no le gustaba, en una ocasión le pidió a los reyes magos unas pistolas y obviamente le trajeron una muñeca, lo cual odio. Ahora mi hija hizo la misma petición a los Reyes Magos y le trajeron unas pistolas "color rosa con lila" pero al fin pistolas, mi niña era la más feliz
10 Pruebas de que nos hemos vuelto más atentos a los niños que nuestros padres y abuelos
No es ningún secreto que nuestros padres y abuelos nos criaron de una manera completamente diferente a como criamos a nuestros hijos ahora. El tiempo era distinto entonces, los principios y las reglas también. Ellos intentaban con todas sus fuerzas hacer de nosotros personas buenas y “correctas”, pero muchos nos prometimos firmemente que nuestros métodos de educación serían completamente diferentes.
En este artículo, en Genial.guru decidimos analizar qué tan distinta es la actual generación de padres a la anterior y si los padres modernos están más atentos a sus hijos de lo que se acostumbraba en otras épocas.
1. Somos menos propensos a los estereotipos de género
¿Recuerdas cuán clara era la división de pasatiempos “de niña” y “de niño” en nuestra infancia? Una nena trepando árboles o jugando a los autitos era mirada con recelo. Tenía que llevar un vestido pulcro y en su habitación debía haber un orden perfecto: porque es una nena. A los niños, en cambio, se les permitía trepar árboles y tener desorden en su habitación (“bueno, ¡es un nene! ¿Qué esperabas de él?”). Pero había una contraparte: un varón que quisiera convertirse en sastre o bailarín, y no en atleta o abogado, era señalado con un dedo acusador.
Hoy en día, simplemente permitimos que nuestros hijos hagan lo que quieran. Si mi hija quiere usar pantalones y jugar al fútbol: adelante. A mi hijo no le gusta hacer rodar autos por el piso, sino vestir muñecas. Bueno, genial, tal vez se convierta en un diseñador de moda asombroso. Y si no, no pasa nada. Los niños, después de todo, deberían ser solo niños, y la presión persistente sobre los roles de género puede incluso causarles daño.
2. Les confiamos a los niños la elección de su propia ropa
Nuestras madres y abuelas vivían en una época diferente a la nuestra, y no había tanta variedad de ropa en las tiendas. A menudo sucedía que nuestros padres elegían las cosas por nosotros enfocándose en su propio gusto que, por supuesto, era diferente al nuestro. En cambio ahora hay mucha ropa infantil bonita y podemos permitirles a nuestros hijos elegir una chaqueta o una sudadera del color que más les guste a ellos. Y además, es bueno que los niños elijan la ropa por sí mismos; les permite expresar su individualidad y desarrollar habilidades para la toma de decisiones.
3. Los problemas de los niños son tan importantes y significativos para nosotros como los nuestros
No todos podemos jactarnos de tener padres totalmente comprensivos. A veces, después de romper con un amor escolar y llorar en la almohada, escuchábamos de nuestra madre decir: “No deberías estar pensando en los chicos, sino en estudiar”. Por supuesto que en comparación con los problemas cotidianos de los adultos, los de los niños pueden parecer pequeños, pero los chicos los experimentan con tanta nitidez e intensidad como nosotros.
Por eso hemos aprendido a escuchar a nuestros hijos. Es importante que a mi hija le guste el chico Alex de una clase paralela, y que mi hijo sueñe con convertirse en deportista y se preocupe por su próximo partido. El mundo infantil está lleno de eventos, y es importante demostrar que estamos sinceramente interesados en todo lo que sucede en la vida de nuestros hijos.
4. Sabemos con certeza que los niños mayores no son niñeras de los más pequeños
Muchos de los que crecieron en una familia con más de un niño recuerdan que sus padres los obligaban a cuidar a una hermana o un hermano menor cuando hubieran preferido salir a jugar con amigos. Afortunadamente, después de haber “disfrutado” de una experiencia así, crecimos y nos dimos cuenta de que los niños deben tener una infancia y es injusto hacerlos desempeñar el papel de padres antes de tiempo.
5. No inculcamos culpa en nuestros hijos
Es difícil contar a todos los niños que han crecido escuchando regularmente frases como: “Te estoy pagando las clases con lo último que tengo y tú me traes malas calificaciones” o “Te di a luz y te crié, deberías estar agradecido”. Desafortunadamente, las manipulaciones de este tipo no eran infrecuentes entre la generación anterior. Quizás los padres no lo decían por malicia, sino porque simplemente no sabían hacer las cosas de otra manera.
Pero nosotros sí sabemos. Experiencias como estas ayudaron a nuestra generación a comenzar a tratar a los niños de una manera diferente. Nos dimos cuenta de que el nacimiento de un bebé fue nuestro deseo y es nuestra responsabilidad, y hay otras formas de transmitirle a un pequeño las reglas de comportamiento. Si trajimos un niño a este mundo, nuestra tarea no es reprochárselo, sino hacer todo lo posible para que crezca feliz.
6. Les explicamos a los niños que hay que escuchar a los mayores, pero no a todos
Nos criaron con la idea de que los mayores deben ser respetados. No importa si es mamá, una maestra de la escuela o una mujer completamente extraña a la que le pareció necesario hacerte un comentario que nadie le pidió: debes permanecer en silencio, porque son mayores y, por lo tanto, más inteligentes.
Nuestra generación está criando a sus hijos de manera diferente. Ya no usamos la edad como un argumento incuestionable, sino que le hacemos entender al niño que no todos los adultos deben ser escuchados. Lo más importante es hacerle caso a tus padres, pero incluso ellos a veces se equivocan y no siempre tienen la razón.
7. Escuchamos las preferencias alimentarias de los niños
Todos recordamos cómo nos alimentaban en la infancia. “No te irás de la mesa hasta que termines tu plato”. Si al niño no le gustaban algunos de los alimentos saludables, solo era una rabieta, había que presionarlo, regañarlo y obligarlo a comerlos igual. Muchos padres decidían por los niño qué debían comer, cuándo y en qué cantidades.
Y probablemente seamos madres y padres “equivocados”, porque no armamos un escándalo cuando un niño no quiere terminar sus verduras o no acepta comer avena por la mañana. Y no metemos cebollas en los platos si al niño no le gustan. Y, para ser honestos, a veces, en lugar de una cena saludable, simplemente pedimos pizza para toda la familia.
8. Les decimos la verdad a los niños
Cuando éramos pequeños, a menudo escuchábamos: “No te dolerá nada”. Los padres a veces nos engañaban con la esperanza de que luego nos calmáramos de inmediato.
Pero nosotros nos manejamos de una manera diferente: sabemos lo importante que es decirle la verdad a un niño para que deje de tener miedo. Explicar que una inyección puede doler, pero ayudará a curarse, y que los dentistas ya no dan miedo. Así le mostramos al niño que puede confiar en nosotros, y ve con nuestro ejemplo que es mejor decir la verdad.
9. No prohibimos que los niños se expresen
¿Qué escuchábamos cuando queríamos teñirnos el cabello o comprar jeans de moda en lugar de una falda con una blusa? “Cuando seas mayor de edad, harás lo que quieras”. Por supuesto que nuestros padres querían criarnos adecuadamente y lo hacían a su manera, creyendo que las prohibiciones los ayudarían a lograrlo.
Pero comprobamos en nuestra propia experiencia que no son las prohibiciones las que te ayudan a convertirte en una persona buena e inteligente. La autoexpresión es muy importante para un niño, y reprimir estos intentos no conduce a nada bueno. Nuestros hijos son inteligentes y maravillosos sin importar de qué color sea su cabello. Sean niñas o niños.
10. Para nosotros, las alegrías fugaces de un niño son mucho más importantes que los objetos
Los niños ensucian las cosas a una velocidad cósmica. Solo porque son niños y no saben cuánto cuesta su chaqueta y lo difícil que será para mamá lavarla. Desafortunadamente, nuestros padres a menudo nos echaban en cara las cosas dañadas y, después de habernos rasgado el vestido o los pantalones en la calle, incluso teníamos miedo de regresar a casa.
Como adultos, nos dimos cuenta de que la sonrisa alegre de un niño vale más que todas las chamarras y vestidos del mundo. Le ponemos al pequeño amante de los charcos un impermeable y lo dejamos ser un travieso inquieto y feliz.
¿Tienes hijos? ¿Con qué frecuencia te has dicho a ti mismo: “definitivamente lo criaré de una manera diferente”?