13 Divertidos ejemplos de amistad masculina que te harán sonreír incluso en un mal día

Historias
hace 9 horas

Las expresiones "solidaridad masculina" y "amistad masculina" encierran un sinfín de significados. Representan lealtad, apoyo incondicional y la disposición de ayudar a un amigo sin importar las circunstancias. Incluso si no se conocen. O si esa ayuda consiste en gastar una broma a la esposa.

  • Hace seis meses, cuando apenas empezaba a manejar, mi coche comenzó a hacer un ruido extraño en la parte delantera. Mi esposo tenía el día libre, así que le pedí que fuera a revisarlo. Me llamó y me dijo con tono serio: — Ya está, el coche no tiene solución. Me quedé en shock y le pregunté qué había pasado. Su explicación fue confusa, así que volví a preguntar. Para no olvidar nada, tomé un bolígrafo y anoté lo que me dijo: "La válvula en la rueda trasera de la suspensión delantera está dañada." Después me sugirió llamar a mi papá, quien había sido director de un centro de servicio automotriz, para preguntarle qué hacer. Mi padre escuchó atentamente, coincidió en que era un problema grave y me dijo que debía buscar urgentemente esa pieza en las tiendas de autopartes. Fui a tres tiendas, todas atendidas por hombres. En cada una me dijeron que era una pieza muy rara y que no la tenían en existencia, así que me enviaban a otra tienda. Finalmente, en la cuarta tienda, el empleado no pudo contener la risa y me confesó que todo era una broma. Se compadeció de mí, que había creído ciegamente en mi esposo y en mi padre. Así fue como experimenté en carne propia la solidaridad masculina… y su peculiar sentido del humor. © Oído por ahí / Ideer
  • La solidaridad masculina es cuando eres la única mujer en la oficina y, una mañana, sin darte cuenta, dejas el cierre trasero de tu falda sin subir completamente (y es un cierre que va de arriba abajo). Pasas el día entero sin que ningún hombre te diga una sola palabra al respecto, aunque todos caminan por la oficina con sonrisas misteriosas y se guiñan el ojo cómplices entre ellos. © Oído por ahí / Ideer
  • Mi esposa embarazada me mandó a comprar maíz en plena noche. Cuando llegué a la tienda, el guardia de seguridad ya estaba cerrando la puerta y, por más que le rogué, me ignoró por completo. Cerró y se fue. Me tomé la cabeza entre las manos y murmuré en voz alta: — Si vuelvo sin el maíz, mi esposa me mata. El guardia se detuvo, me miró con empatía y preguntó: — ¿Qué, también está embarazada? Asentí. Entonces regresó, abrió la tienda y me dejó entrar. © Habitación №6 / VK
  • Hace un año, mi "mejor amiga" se molestó conmigo por una tontería (de verdad, nada grave). Dejó de escribirme y, de manera muy evidente, se consiguió otra "mejor amiga". Todo el tiempo publicaba fotos con ella, como si quisiera decirme: "Mira qué bien la paso sin ti." Mientras tanto, a mi hermano, su mejor amigo le robó la novia. Pero en lugar de enojarse, mi hermano dijo: — Ya se dará cuenta de que la amistad es más importante que cualquier chica. Pronto volveremos a ser amigos. Y así fue. Su amistad no se rompió y, en menos de un mes, ya andaban juntos de nuevo como si nada hubiera pasado. Yo, en cambio, estaba destrozada, sintiéndome terriblemente sola. Siempre valoré mucho la amistad. © Oído por ahí / Ideer
  • Hace unos 20 años, saqué mi licencia de conducir, compré un coche viejito y empecé a recorrer las avenidas de la ciudad. Un día noté un nuevo botón en el tablero que nunca había visto antes. Mi esposo me explicó que era un "sincróproton". También me aseguró que, a través de ese "sincróproton", podría verificar si había excedido el límite de velocidad. Si lo hacía, me quitaría las llaves y mi carrera como conductora terminaría ahí. Al día siguiente, manejé con los ojos pegados al velocímetro. Solo me pasé cinco kilómetros una vez, pero ya estaba aterrada. En esos tiempos, no había internet tan accesible, así que no tenía forma de verificar si lo que me decía era cierto. Decidí acudir al jefe de mecánicos de la empresa donde trabajaba. Le conté el problema. Escuchó atentamente, miró el "sincróproton" y me dijo que lo mejor era confesar, porque no había manera de alterar sus registros. Pasé todo el camino de regreso con el corazón agitado. Cuando llegué a casa, le confesé con mi esposo y prometí no volver a hacerlo. Cuando le mencioné que había consultado al mecánico, mi esposo no pudo contenerse y estalló en carcajadas. Resulta que el "sincróproton" era solo el botón para encender la calefacción del asiento. Como muestra de solidaridad masculina, le envió un obsequio al mecánico. © mam / Pressa.tv
  • Desde niños, mis dos hermanos y yo siempre fuimos inseparables. Nuestra amistad es el mejor ejemplo de verdadera hermandad. Recuerdo que, cuando rompíamos algo, papá preguntaba: — ¿Quién fue? Nadie confesaba, aunque todos sabíamos la verdad. ¡Eso sí es lealtad entre hombres! Claro, al final nos castigaban a los tres por igual y nos dejaban parados en la esquina juntos. © Oído por ahí / Ideer
  • Mi esposo es ingeniero y dirige un equipo de reparación en una fábrica. Normalmente deja su anillo de bodas en casa, ya que llevarlo puesto en el trabajo es peligroso: podría engancharse con alguna maquinaria. Sin embargo, un día olvidó quitárselo y… lo perdió en el taller. Toda la fábrica se movilizó para ayudarlo a buscarlo. Sus compañeros, preocupados porque su esposa pudiera enojarse, le propusieron una solución: fabricar un anillo nuevo con una tuerca de cobre. — Tu esposa no lo notará por un tiempo. Así tendrás oportunidad de comprar otro, le dijeron. Eso sí es verdadera solidaridad masculina… y también un poco de respeto al jefe. © Habitación №6 / VK
  • Hace unos días, estaba en una cafetería. En la mesa de al lado, un chico y una chica, claramente amigos, conversaban. Ella le contaba lo difícil que era su vida: el cansancio del trabajo, las constantes peleas con su novio. Él la escuchó con atención, sin interrumpirla, hasta que, al final, le soltó: — A ver, dices que estás cansada de discutir, que te hartaste de reclamarle por su desorden, ¿no? Pero, ¿cuál es el problema? ¡El problema eres tú! Te da flojera recoger sus cosas o lavar los platos, y por eso lo regañas. De ahí vienen las peleas. La culpable eres tú, no él. Ella se quedó en silencio. No supe si estaba asimilando la nueva teoría o, al igual que yo, simplemente estaba en shock. © Oído por ahí / Ideer
  • Se acerca el cumpleaños de mi hijo y recordé el día de su nacimiento. Era de madrugada, tenía contracciones fuertes y estaba en pleno trabajo de parto cuando entró el doctor, un hombre, y me dijo: — ¿Todavía no nace? Aposté que darías a luz antes de las cuatro. ¡Vamos, tienes un hijo, muestra un poco de solidaridad masculina! No sé si fue la presión del comentario o el miedo, pero a las 3:40 mi hijo nació. El doctor celebró su victoria con una gran sonrisa. © Mamdarinka / VK
  • La solidaridad masculina sigue sorprendiéndome. Mi esposo tiene un conocido (ni siquiera un gran amigo, solo alguien con quien a veces comparte el auto). Pues bien, un día, la novia de este conocido encontró un cabello pelirrojo en su coche y, por supuesto, se puso celosa. Para calmarla, ¿qué hizo mi esposo? Se tiñó el cabello de rojo intenso. © Oído por ahí / VK
  • Trabajo en una pequeña empresa de construcción donde todos mis compañeros son hombres. Un día, uno de ellos llegó sin voz. En señal de apoyo, sin que nadie lo planeara, todo el equipo comenzó a comunicarse solo con gestos y expresiones faciales. Incluso el supervisor nos regañó en silencio. © Habitación №6 / VK
  • Mi esposo tiene un primo con el que casi no habla. Apenas se ven en reuniones familiares. Un día, nos enteramos de que se había divorciado. Siempre había sido un "niño de mamá", corriendo a contarle cada problema a su madre y quejándose de su esposa. Comenté con mi esposo que no me sorprendía que su mujer se hubiera hartado y lo hubiera dejado. Pero él, de repente, se puso serio y dijo: — No, la culpable es ella. Seguro lo fastidió, le hizo la vida imposible y lo llenó de discusiones. — Pero si ni siquiera sabes qué pasó entre ellos, repliqué. Apenas se hablan. — No importa. Los hombres nos entendemos sin necesidad de hablar.

La amistad masculina, además de solidaridad, está llena de aventuras. Solo hay que empezar a escribirlas.

Imagen de portada Oído por ahí / VK

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