14 Divertidas historias que te regresarán a la infancia

Humor
hace 4 años

Seguro que cada uno de nosotros tiene una historia de la infancia que da vergüenza y risa recordar.

Genial.guru te propone olvidarte por un tiempo de tus preocupaciones y conocer estos relatos de diferentes personas. Seleccionamos solo las más divertidas.

  • De pequeña era una niña muy generosa. También me gustaba mucho la caricatura de "Las Tortugas Ninja", y creía que realmente vivían en las alcantarillas. Sentí pena por ellos porque solo comían pizza, por lo que decidí llevarles panqueques. Menos mal que mi madre me interceptó con el plato en la puerta cuando me dirigía con firmeza hacia el desagüe.
  • De pequeña, tenía un juego extraño: tomaba dos bolsos, los rellenaba con almohadas, me sentaba en el sofá y... me quedaba así, sentada. Mucho tiempo, en promedio alrededor de una hora. Cuando mi madre me preguntaba que estaba haciendo, le respondía seriamente: "Mamá, por favor no me toques, ¡estoy viajando en el tren!"
  • Una vez, de pequeña, jugaba en el jardín y de alguna manera milagrosa desenterré a un TOPO. Corrí con él hacia mi madre diciendo: "¡Mira qué perrito tan feo!". Mamá todavía les teme a los topos y yo también... Un poco.
  • Cuando tenía 10 años me encantaba ver el programa "Muñeca brava". Todas las chicas de la escuela lo miraban y me gustaba muchísimo la canción que interpretaba Natalia Oreiro. Decidí aprenderla, así que cada vez que comenzaba la serie yo anotaba las palabras en una hoja de papel. Después de memorizar las palabras, dije en clase que podía cantar el tema de la serie de televisión favorita de todos. ¡Las chicas estaban encantadas! En los recreos, juntaban un montón de sillas, colgaban sus chaquetas, y nos escondíamos debajo del escritorio como si fuera una casita. Mientras yo entonaba las canciones, ellas no permitían entrar a los chicos diciéndoles que eran "cosas de niñas" y ellos no debían estar allí. Me sentía como una estrella.
  • Hasta los 5 años de edad, en invierno, me vestía muy cuidadosamente para los paseos porque estaba enamorada... de un muñeco de nieve. Cualquiera de ellos, no había ninguno en específico. Y cada vez que mi madre intentaba convencerme de usar pantalones, y no un vestido de baile, me decía que el sujeto me amaría igual. Yo entonces pensaba: ¿Cómo es eso de que no me aman por mi belleza? Y ahora entiendo lo que ella quería decirme. En el álbum familiar hay una imagen en la que le doy un beso en la mejilla al muñeco de nieve, doblando la pierna en el aire. Toda una niña polar.
  • De pequeñas, con una amiga jugábamos a los espías. Vimos a un vagabundo en la calle y seguimos sus movimientos diarios durante todo el verano. Después de 2 meses, nos dio un billete de cien para que lo dejáramos tranquilo.
  • Cuando era niña, decidí escribir un testamento. Todos mis juguetes quedaban para el gato, mi habitación para Ale, el vagabundo del vecindario que siempre me saludaba, y mi libro sobre etiqueta debía ser entregado a mi hermano (justo habíamos peleado). Llevé esta lista a mi tía abogada y le pedí "sellar" el documento. Ella, una mujer ingeniosa, envió copias a todos los parientes y el original lo puso en un marco en su escritorio, al lado de los diplomas.
  • Hace unos 10 años, volvía con mi hermano de la escuela. Nos detuvimos en la esquina de la casa porque vimos unas ventanas espejadas en las que solo podíamos mirarnos si saltábamos (éramos muy pequeños). Bueno, comenzamos a saltar. Entramos en calor y comenzamos a hacer caras, gritando salvaje e inhumanamente. Seguimos hasta que salió un señor estricto vestido de traje y nos dijo: "Disculpen, pero tenemos una reunión aquí, maldita sea".
  • Cuando era pequeña (tal vez unos 7 años), vivíamos en un departamento en el 2º piso y yo estaba enamorada de un chico del tercero. Su balcón estaba justo sobre el nuestro, y cuando me iba a la cama, extendía elegantemente mi mano izquierda sobre la manta para que, si de repente, mi príncipe descendía (en una liana, como Tarzán) a mi habitación, le fuera más fácil poner el anillo en mi dedo.
  • Cuando tenía 6 años, fui con mi abuela a comprar víveres a la tienda. Nos acercamos al mostrador en donde había una fila de varias personas, y una de las señoras le dice a mi abuela: "¡Qué hermosa nieta!". Yo, sin pensarlo demasiado, me bajé los shorts y los calzones y dije: "¡Soy un nieto!"
  • Cuando era pequeña, mi padre se afeitó la cabeza. No lo reconocí y me asusté. Cuando se durmieron, llamé a mi abuela y le dije que mi madre estaba durmiendo con un hombre extraño. 10 minutos después mi abuela estaba en nuestra casa y yo terminé castigado algún tiempo.
  • En mi infancia, realmente no entendía por qué a todas las personas que sonríen se les ven los dientes inferiores y a mí no, y estaba muy preocupada por eso, así que trataba de reír sacando la mandíbula inferior. Ahora, todos los álbumes de mi familia están llenos de fotos con caras felices de mis parientes y mi sonrisa, parecida o bien a la de un loco esquizofrénico, o a la de una bestia salvaje constipada que ha caído en una trampa.
  • Uno de los recuerdos más cálidos de la infancia: invierno, noche. Mamá entra a casa y cierra la puerta rápido para que no entre el frío. El hogar está encendido, usamos calcetines de lana y pijamas. Nos reímos, hablamos. Tomamos té en la cocina antes de acostarnos. Nos deseamos las buenas noches. Duermo en la habitación de mi madre, ella me tapa con una frazada gruesa, trae al gato Mupi, lo pone a mis pies. Antes de dormirme, le cuento a mi querida madre mis secretos. Ya crecí, pero daría mucho por un día más así.

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