14 Historias sobre la infancia de las personas, capaces de competir con cualquier comedia de culto
Los padres siempre observan a sus hijos con emoción, registran responsablemente todos los eventos humorísticos asociados con ellos y luego los recuerdan con placer en la mesa familiar durante muchos años. Pero después de todo, nosotros también fuimos niños inquietos con una rica imaginación, lo que significa que cada adulto también tiene algo que contar sobre su infancia.
En Genial.guru encontramos muchas historias de usuarios sobre las situaciones embarazosas y los problemas en los que lograron meterse cuando eran pequeños. Y simplemente no pudimos resistirnos a compartir estas sinceras y graciosas anécdotas.
- De niña, hice escándalo en la calle y mi madre dijo: “¡Si te portas así, le voy a decir a este señor que te lleve!”. Giré la cabeza y vi a un hermoso joven de ojos azules maravillosos, lo sigo recordando muy bien. Me alejé de mi madre y tomé de la mano al perplejo muchacho, que simplemente estaba pasando a nuestro lado. El segundo escándalo ya ocurrió por el hecho de que me separaron de él. © Habitación № 6 / VK
- En primer grado, soñaba con crecer y convertirme en ave. Un día noté que mi cuello y brazos estaban cubiertos de pequeños granitos rojos. Decidí que la transformación había comenzado y corrí con la profesora, sollozando y lamentándome de que aún no estaba lista para convertirme en ave. Al final, resultó que solo era alérgica al yogur. © cassietotallyjust / Tumblr
- Cuando tenía 7 años, pensaba que podía hablar con los árboles. Por eso, a menudo me sentaba junto a ellos y les contaba de todo. Y luego, un día, estaba hablando con mi amigo árbol Kevin, y una chica se me acercó y dijo: “¿Por qué le estás hablando a un árbol, acaso eres menso?”. Abracé al árbol, comencé a llorar y mientras ella se reía, una de las ramas se desprendió y cayó sobre su cabeza. Gracias, Kevin. © breadmaakesyoufat / Tumblr
- Una vez, cuando mi esposo era pequeño, tenía muchas ganas de contar algo importante durante la cena. Sus padres le aconsejaron debidamente que no hablara con la boca llena. Pensó por un momento, luego escupió la comida en su plato y continuó con su monólogo. Después de eso, la regla comenzó a ser: “Masticar, tragar y LUEGO hablar”. © astridhobbit / Twitter
- En la escuela primaria, decía que me gustaba una chica, y mi madre me daba una barra de chocolate para que se la regale. Pero yo le entregaba ese chocolate a un vagabundo, y él a cambio me acompañaba hasta la escuela, entonces yo les decía a todos que vivía con vagabundos. No sé en qué estaba pensando, pero todos me envidiaban. © Psycho007 / Pikabu
- Cuando tenía unos 6 años, decidí huir de casa y vivir en el bosque. Pero cuando mi madre notó que estaba empacando mis cosas y me preguntó adónde iba, le conté sobre mi plan y la invité a acompañarme. La cuestión era que amaba a mis padres, solo quería intentar vivir en un árbol hueco. © cherimarie / Twitter
- En la escuela salí con una chica durante unos 4 días, pero luego me dejó y publicó en Facebook: “A veces, tu caballero de armadura brillante resulta ser solo un perdedor en papel de aluminio”. © BoyYeetsWorld / Twitter
- En la escuela primaria, nos dieron una tarea creativa: escribir sobre algún personaje en una situación nueva y desconocida. Así que escribí sobre un calamar que de alguna manera se teletransportó del océano al bosque, y en dos páginas describí cómo se estaba asfixiando lentamente. Nunca olvidaré la cara de mi profesora, ya que resultó que ella se esperaba algo como: “Me siento incómodo en la nueva escuela, pero quiero hacer nuevos amigos”, y no una descripción de un calamar muriéndose. © maximum-over***** / Tumblr
- Cuando tenía 7 años, mi madre cocinaba crepas y yo estaba al lado dibujando. Sonó el timbre, mi madre corrió a abrir y me pidió que vigilara las crepas. Yo, recordando las caricaturas, decidí sacudir la sartén para que la crepa cayera perfectamente dando la vuelta, sorprendiendo así a mi madre con semejante truco. Y sí, quedó realmente sorprendida con el papel tapiz manchado de aceite y mis gritos con una crepa en la cabeza. Lo bueno es que no aterrizó en mi cara. Desde entonces, solo me permite comer las crepas y no me deja a solas con la sartén. © Ideer
- Una vez, un niño me dijo que no usara mi lápiz labial rosa porque, verás, ninguno de ellos querría besarme. Entonces lo saqué de mi bolso y lo apliqué aún más generosamente en mis labios sin perder el contacto visual. © pinkiepony / Tumblr
- Una vez fuimos con mis padres a Disney World y, en algún momento, mi nivel de azúcar en la sangre bajó drásticamente. De alguna manera me separé de la familia, me compré un helado y me desmayé. Me desperté más tarde en una banca con manchas de chocolate en las manos, y Mickey Mouse estaba sentado a mi lado y me frotaba la cabeza con una toalla húmeda. Es verdaderamente un lugar mágico. © missmella / Tumblr
- A la edad de 11 años, presenté un cuento a un concurso literario para niños. Me llegó la respuesta en la que se comentaba que no podían aceptarlo en la lista competitiva, pero estaban listos para brindarme asistencia psicológica. Es que mi cuento trataba de un embrión que ahora mismo iba por los canales para nacer, sabía toda su vida de antemano y se lamentaba de que en cuanto respirara por primera vez se volvería irremediablemente menso. Sinceramente me preguntaba por qué tuvieron esa reacción (también escribieron algo como “si tienes problemas en la familia” y cosas así). Y a mí me parecía que era una historia bastante positiva. © nulool / Twitter
- En la escuela había una chica que me gustaba mucho. La enchilaba constantemente, la molestaba, me burlaba de ella y tiraba de su pelo. En quinto grado, en la clase de lengua, tiré de su trenza demasiado fuerte. Entonces se dio vuelta y dijo: “¡Ya me tienes harta!”. Sacó unas tijeras de su mochila y se cortó la trenza. Pero no fui yo el más sorprendido, sino su madre, que era nuestra profesora de lengua. © Habitación № 6 / VK
- A los 6 años empecé a ver fantasmas en casa. Por la noche, siempre veía algunas siluetas que me miraban, caras en el techo y cosas raras. Me quejaba constantemente con mis padres, lloraba. Al final, solo me pudo ayudar la visita... al optometrista. Resultó que tenía mala vista, por eso creía ver cosas. © Habitación № 6 / VK
Tal vez también tengas muchas historias divertidas de la infancia: compártelas en los comentarios para convertirte en el protagonista del próximo artículo.