15 Historias de mamás que, sin querer, se convirtieron en leyendas familiares

Gente
hace 6 horas

Las mamás no solo son una fuente inagotable de cariño, consejos sabios y comida deliciosa. También son generadoras profesionales de frases que nos dejan en shock y protagonistas de historias dignas de un show de comedia.
En este artículo vas a encontrar relatos tiernos y divertidísimos sobre nuestras madres. Esos que repetimos año tras año a los amigos y que, no importa cuántas veces los contemos, nos hacen reír como la primera vez.

  • Una vez, mi mamá fue a visitarme al campamento de verano. Ella quería verme, así que no tuvo mejor idea que saltar la cerca. Era delgada, llevaba shorts cortos y una camiseta, así que parecía toda una jovencita. Un encargado la vio y le preguntó su nombre y de qué grupo era. Mi mamá, sin pestañear, le dijo: “Nadia, del segundo grupo”. Esa noche, durante la formación, el pobre encargado estuvo un largo rato buscando a la misteriosa “Nadia del segundo grupo” que había roto las reglas. © Habitación № 6 / VK
  • Mi mamá es un genio. Hace poco terminé con mi novio: llanto, lágrimas, drama total. Llegó mi mamá con la laptop y me mostró una página de dietas. Le pregunté: “¿Y eso qué?” Y ella, muy seria: “Hija, apenas empieces la dieta, te vas a obsesionar tanto con la comida que se te va a olvidar ese patán”. © Habitación № 6 / VK
  • El día de mi cumpleaños, mi mamá decidió organizarme una búsqueda del tesoro. Tuve que recorrer todo el departamento, hacer un poco de limpieza como parte del juego, buscar pistas y finalmente encontrar mi regalo. La última pista me llevó a una montaña de platos sucios. El último plato era una olla limpia... ¡y debajo estaba el celular de mis sueños! Así que ese día recibí regalo y, de paso, la casa quedó reluciente. © Karamel / VK
  • Le regalé a mi mamá un ventilador de mano. Fue con él a una reunión local y todas las tías quedaron fascinadas, tanto que enseguida se pidieron uno igual. Mi mamá, feliz: “Soy tu... ¿cómo se dice? ¡Influencer!”. © evgienika / Х
  • Mi mamá leyó en algún lado que, si plantas un tallo de rosa dentro de una papa y lo entierras, en un mes y medio tendrás un nuevo rosal. Yo, claro, me burlé, porque mi mamá siempre está probando cosas raras en el jardín, pero ella plantó varios, los regó... Al par de semanas, llega feliz: “¿Ves que sí? Ya salieron hojitas nuevas”. Fui a ver... Sí, había hojas, pero era la papa que estaba brotando. © No todos entenderán / VK
  • El día que salí del hospital con mi bebé en brazos, mi esposo llegó con flores y toda la familia feliz. El fotógrafo nos reúne para la foto del recuerdo, todos sonríen... y justo en ese momento, mi mamá me grita en susurro: “¿No te olvidaste los tuppers donde te mandé sopa, verdad?”
  • La vecina de mi abuela, que tenía fácil cien años, vivía sola, igual que casi todas las abuelas del edificio. Su hijo la visitaba los fines de semana con su familia. Un día, las abuelas espías notaron que, entre semana, la visitaba un “joven” de unos 60 años (según sus estándares). Juntaron información: escuchas a través de la pared, vigilancia desde la ventana. Resulta que se conocieron en el súper. Ahora él la visita a menudo, a tomar té y filosofar. Las abuelas convocaron una junta urgente en la banca del edificio: “Esto no puede ser, hay que avisar al hijo, ¡a ver si no termina heredándole el departamento y luego se arma un escándalo!” Llegó el hijo, habló con su madre y luego le pidieron reporte detallado. La madre, indignada, le dice: “Si quiero, hasta me caso con él, ¡tú no mandas en mi vida!” El hijo: “Mamá, ¿pero a los 90 años uno se casa?” Y la respuesta fulminante: “¡Tengo 89!” © Ksaverija / ADME
  • Mi mamá es enfermera y a veces me llevaba al trabajo cuando era pequeño. Para pasar desapercibido, me cosió una bata blanca y un gorrito muy mono. Yo, todo profesional, me puse cubrebocas, guantes y botas quirúrgicas y me fui derechito a la sala de operaciones. El cirujano, con voz de mando: “¿Quién es este niño? ¿Qué hace aquí?” Y yo, muy tranquilo: “¡Soy el microcirujano de mi mamá!” Así me llamaba siempre ella. © No todos entenderán / VK
  • Mi cactus tuvo “hijitos”. El más grande lo planté en una maceta y se lo regalé a mi mamá. Otro lo decoré bonito para sorprender a mi hermana que volvía de un viaje largo. Cuando regresó, entró a su cuarto y dijo ¡el cactus no está! Mi mamá dice que se le cayó por accidente. Me sorprendió que no me avisara, pero bueno, pensé. Tiempo después descubrí la verdad: resulta que regalar cactus a chicas solteras es de mala suerte. Por eso mi mamá los desapareció en secreto, el de mi hermana y el suyo. Mi mamá tiene 47 años. © Подслушано / Ideer
  • Fui a visitar a mi mamá y mientras platicábamos me dice:
    — Vi un video buenísimo en ese sitio que me mostraste. Quiero que lo veas, me morí de la risa.
    — ¿Lo guardaste? ¿Me lo enseñas?
    — No, pero hay buscador, ¿no?
    — Sí...
    — Ándale, busca: “gatito”. © CaptainOcevidnst / Pikabu
  • Salimos al campo con mi novio y sus papás. Su papá, feliz pescando a la orilla del río; su mamá, cada cinco minutos, yendo a preguntarle si ya se va a ir. En mi familia pasa justo lo contrario: a mi papá le encanta quedarse tranquilo viendo la tele, y mi mamá es la que no deja de insistir: “¡Vámonos al río! Todavía quedan dos horas de luz, hay que aprovechar”. Por eso a mi novio le gusta más salir de paseo con los míos. © Karamel / VK
  • Hoy llamé a mi mamá, que tiene 84 años.
    — Mamá, ¿cómo estás? ¿Cómo te sientes?
    — Ay, hijo, estoy fatal... la pierna, el brazo, la presión, todo me duele, y el asma no me da tregua.
    — Entonces quédate en casa, nosotros vamos a hacer unas compras y luego al campo. Al regresar, pasamos a verte. ¿Qué te llevamos?
    — Hijo, ya me siento mucho mejor. ¡Me voy con ustedes! © MAPK.TBEH / Pikabu
  • Hace como veinte años, empezaron a llegar productos raros a las tiendas y en la tele daban recetas de lo más exótico. Un día, mi mamá vio sushi o algo parecido y decidió sorprendernos. Mi papá había traído salmón de un viaje, mamá lo cortó, lo saló, y, no tengo idea de cómo, consiguió algas nori. Se puso a hacer sushi, pero no cualquier sushi: eran rollos del grosor de mi brazo, con 150 o 200 gramos de pescado y todavía más arroz. No sé cómo, pero las nori aguantaron el tamaño. Cuando los puso en la mesa, todos quedamos impactados. Mamá, feliz y orgullosa. Años después, los sushi-bars estaban por todas partes, pero mi mamá seguía diciendo: “¿Y esos bocaditos? ¡Los míos sí llenaban!”. © pugchoo / Pikabu
  • Una mañana escuché a mi mamá, indignadísima, murmurando algo. Tiene 68 años. Me acerco:
    — ¿Qué te pasa, ma?
    — ¡No sabes! ¡Se me cayó una muela! ¿Con qué las hacen? ¡Pura basura!
    Yo ni recordaba que hubiera ido al dentista últimamente.
    — ¿Y cuándo te la pusieron?
    — ¡Cuando iba en la escuela! © Lenchbina / Pikabu
  • En la playa, un chico muy joven se me acercó y me echó un piropo, quería ligar conmigo. Le agradecí y le dije que tenía esposo y dos hijos. Esa noche, le conté a mi mamá, riéndome de que el chico me había confundido con una estudiante, ¡qué bien me conservaba! Y mi mamá, sin filtro, me respondió: “Ay, hija, no es por cómo te veías tú, es por cómo lucen las estudiantes hoy en día”.

Y para que esa sonrisita que te dejaron estas historias no se te borre tan rápido, te invitamos a ver unas fotos vintage de nuestras mamás y abuelas:

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