17 Historias de regalos que comenzaron raro... ¡y terminaron siendo inolvidables!

Historias
hace 11 horas

Elegir el regalo perfecto es todo un arte. A veces requiere una chispa de creatividad, un buen sentido del humor, ¡y hasta un toque de absurdo! Reunimos historias de usuarios que recibieron sorpresas tan inesperadas que cambiaron para siempre su idea de lo que significa un buen regalo. Prepárate para reír, enternecerte y, quién sabe, quizá hasta tomar nota de un par de ideas.

  • Mi suegra me regaló un gato de porcelana: “Para que decore la casa”, dijo. Sí, cómo no... más bien parecía un espanto. En fin. Con el tiempo, mi esposo y yo nos divorciamos. Un par de años después, estaba limpiando el polvo y, sin querer, rompí el adorno. Miré al suelo y, entre los pedazos, encontré una bolsita con caramelos y una nota que decía: “Por si algún día te dan ganas de algo dulce”. ¡Qué imaginación la suya!
  • Le había dicho a mi esposo que para mi cumpleaños quería un regalo hecho con sus propias manos. La noche anterior me dio dinero y me pidió que saliera a dar una vuelta, según él, para preparar una sorpresa. Cuando volví, no había ni rastro de que hubiera hecho algo. A la mañana siguiente me entregó unas flores, me llevó a la cocina y abrió el congelador. ¡Y ahí estaban: dos cajones llenos de empanaditas! “En cada una pusimos el alma. Ayer, el niño y yo las hicimos con nuestras propias manos”, me dijo. ¿Y saben qué? Hasta se me salieron las lágrimas. A pesar de lo gracioso de la situación, nunca me habían dado un regalo tan emotivo. © Mamdarinka / VK
  • Mi amiga caminaba al trabajo por el bosque desde la estación del tren, y llevaba en el bolso un regalo de un compañero bastante bromista: un martillo pequeño. Una noche decidimos ir al teatro, todas muy elegantes. Había que ver la cara del guardia cuando sonó el detector y ella sacó el martillo de su bolso. © Overheard / Ideer
  • El regalo más inesperado me lo hizo la madre de mi ex prometido. Ellos compraban el papel higiénico más sencillo, mientras que yo siempre llevaba uno de cinco capas para todos.
    Pero su mamá decía que no necesitaban esos lujos y traía unos rollos enormes de papel.
    Y un día, junto a uno de esos rollos gigantes, apareció en su casa un portarrollos exclusivo para mí. Con una princesa. Fue algo tan tierno como inesperado. © Overheard / Ideer
  • Le conté a mi madre que quería hacerme un tatuaje y le mostré la idea del diseño. No lo criticó, pero tampoco dijo nada para apoyarlo; simplemente guardó silencio. Dos semanas después, para mi cumpleaños número veinticinco, recibí un regalo de mis padres: una tarjeta de regalo para tatuarme justo en el estudio al que yo quería ir, mi mamá lo había averiguado con mi esposo. Además, me sugirió hacerme dos tatuajes: uno con el diseño que yo quería y otro para cubrir una cicatriz de una operación antigua. Y el monto de la tarjeta alcanzaba justo para eso. A veces siento que vivo en una realidad paralela. Pero, definitivamente, no tengo de qué quejarme. © Overheard / Ideer
  • Cuando tenía 10 años, le dije a mi abuelo que quería un ladrillo como regalo. Le expliqué que, si lo lanzaba contra nuestro televisor, no nos quedaría otra que comprar uno nuevo. Llegó mi cumpleaños, y frente a mí había un regalo muy, muy bien envuelto... con un ladrillo dentro. Levanté la vista hacia mi abuelo, y él apenas podía contener la risa. Lo extraño. © Trovernic / Reddit
  • El mejor regalo que he recibido en mi vida fue una sudadera con una bolsa enorme, como la de un canguro. Ahí llevo a mis cuyos, mi serpiente, mi perro y el celular. © Averymoistcrayon / Reddit
  • Cuando cumplí 16, mi primer novio me bordó unos pantalones. Usó hilos de colores para bordar una vela, un corazón, un sol y mucho más. Quedaron geniales. Cuando les di la vuelta a los jeans, vi notitas de amor por todo el interior. Ahí fue cuando me derretí. © bkind2ppl / Reddit
  • A algunos les falta una familia para ser felices, a otros una vocación. A mí me faltaba un cactus, pero nunca era el momento. Un día, casualmente, se lo comenté a una amiga, y ella, entusiasmada, dijo que en una semana me iba a traer ese “algo soñado”. Y lo trajo. Yo me imaginaba una cosita pequeña y redonda, pero mi amiga apareció con un monstruo enorme que ahora es más alto que yo (y mido 1.66). Es muy delicado y en cuanto lo muevo empieza a marchitarse. Así que nada, se cumplió mi sueño. © Overheard / Ideer
  • Mi abuela siempre me regalaba joyas de oro en las fiestas. Le había dicho mil veces que no las usaba. Un día vino de visita y me dijo: “Muéstrame dónde guardas mis regalos”. Intenté evadir el tema, pero ella ya empezaba a preocuparse. Lo que no sabía era que los había vendido, agregué algo de mi dinero y, para su cumpleaños, le regalé una buena suma para que se pusiera dientes nuevos. Volvió a preguntar: “¿Dónde están mis regalos?”. Y le dije: “En tu boca, abuelita”. Se enojó muchísimo. Dijo que yo era una desagradecida, que ella me había dado todo y que así le pagaba. Pero no los tiré ni los cambié por cualquier cosa, se los devolví. Ahora ya no me reclama directamente, pero en cada encuentro lanza alguna indirecta. © Overheard / Ideer
  • Soy freelancer y vivo con mis padres. Hace poco fue mi cumpleaños, y decidieron darme un regalo envuelto “a la moda”, en papel de periódico. Solo que el periódico tenía páginas de anuncios de empleo. Ahora no sé si fue una indirecta o casualidad. © Overheard / Ideer
  • Mi papá siempre ha sido muy práctico con los regalos. En cada celebración le daba a mi mamá cosas como una sartén, una plancha o una aspiradora. Decía: “Siempre es útil para la casa”. El regalo más “romántico” fue una vez que le dio una caña de pescar nueva. Según él, como iban juntos de pesca y él le conseguía el pescado, el regalo era “también para ella”. Mi mamá solo suspiró. Pero en el último cumpleaños de papá, ella se desquitó. Se compró un abrigo y dijo que ese era su regalo. Y le comentó: “Como salimos a pasear juntos, seguro te va a gustar verme bien vestida, ¿no?”. Papá hizo un gesto, pero no dijo nada. Digamos que quedaron a mano. © Mamdarinka / VK
  • Escribo poesía desde los 16 años, pero nunca la he publicado. Hace un mes conocí a un chico con el que estoy comenzando una relación. Él es artista. Cuando le conté que escribía, se mostró muy interesado y me pidió que le dejara leer mis poemas o que se los recitara en voz alta. No soy tan valiente como para leerlos, así que le presté mi cuaderno por una noche. Me confesó que le encantaron. Y una semana después me hizo el regalo más tierno: una edición artesanal ilustrada con mis poemas. Resulta que, cuando le presté el cuaderno, copió todos mis textos y luego los ilustró. Nadie había hecho algo así por mí. © Mamdarinka / VK
  • Mi esposo y yo cumplimos años con un día de diferencia. Desde hace tiempo había decidido que este año le haría una verdadera sorpresa: regalarle dinero para una computadora nueva. Estuve ahorrando durante meses, guardando cada moneda que me sobraba, hasta que por fin reuní la cantidad necesaria. Escondí el dinero en un sofá viejo que ya tenía pensado tirar. Pensé: “Total, pronto se va a la basura, nadie va a revisarlo. Es el escondite perfecto”. Un día, llego del trabajo, entro a la sala y me quedo paralizada. En lugar de nuestro viejo y desgastado sofá, había uno nuevo, enorme, precioso. Y sobre él, mi esposo, sentado con una sonrisa de oreja a oreja, brillando como si hubiera ganado la lotería. Sentí que todo me daba vueltas. “¿Qué es esto?”, le pregunto con la voz entrecortada. Y él, feliz: “¡Llevas mucho tiempo queriendo un sofá nuevo! Encontré 50 mil en el viejo, pensé que era cosa del destino... ¡y lo compré! ¡Feliz cumpleaños, amor!”. © Mamdarinka / VK
  • Me compré un librito nuevo sobre arte japonés. Iba caminando feliz, pensando: “Voy a pasar a ver a mi amigo al trabajo”. Llegué y, con una sonrisa, dejé el libro sobre su escritorio diciendo: “Mira lo que me compré”. Mi amigo sonrió emocionado: “¿Cómo lo supiste? ¡Hace tiempo que lo quería! ¡Gracias por el regalo!”. Siempre es bonito dar regalos. Incluso si al principio querías hacértelo a ti mismo. © Overheard / Ideer
  • A mi hermana se le cayó otro diente de leche. Antes de dormir, me preguntó si el hada de los dientes me había dejado una moneda cuando era niño. Le dije que no, que a mí no me había dejado nada. Entonces, con tono de tristeza, dijo que debí haber tenido una infancia muy triste.
    Me reí y no le di más vueltas. Esa noche, mis padres le pusieron una moneda bajo la almohada en lugar del diente, como si el hada hubiera venido. Y por la mañana encontré en mi escritorio una moneda igual, junto con una nota escrita con la letra de mi hermana: “Esto es para ti. De parte del hada de los dientes”. © Overheard / Ideer
  • Mi novio nunca me regala flores ni chocolates. Hace poco llegó emocionado y me dijo: “Te traje un regalo genial. Te va a encantar”. Pensé: “Por fin, ya era hora”. Y entonces sacó de su maletín un enorme pedazo de carne, y me lo entregó con todo el orgullo del mundo. © Overheard / Ideer

¿Alguna vez te dieron algo tan fuera de lo común que aún lo recuerdas? ¡Comparte tu historia y tus impresiones en los comentarios!

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