17 Padres que creyeron que el regreso a clases sería fácil... hasta que empezó

Historias
hace 3 horas
17 Padres que creyeron que el regreso a clases sería fácil... hasta que empezó

Con la llegada del otoño, los padres de niños en edad escolar o preescolar solo tienen una cosa en mente: clases, tareas, actividades, talleres, cursos. Las reuniones de padres, los zapatos de repuesto olvidados, los avisos de último minuto. Eso es su día a día. Aquí van algunas historias de personas que, aunque las despiertes a medianoche, sabrían exactamente qué manualidad tienen que llevar a clase.

  • Mi hija tenía seis años. Me dijo que en el jardín muchos niños iban a talleres y que ella también quería. De acuerdo. Fuimos al Centro de Creatividad Infantil y Juvenil a buscar uno. Le pregunté: “¿Y tú qué quieres hacer? ¿Dibujar, bailar, modelar con plastilina, hacer origami?” Me dijo que quería todo. Entrábamos a cada salón, mirábamos qué hacían y si aceptaban a mi hija. “¿Quieres entrar?”, le preguntaba. “Ajá”, respondía en todos. De casualidad nos metimos por un pasillito sin salida, y de repente empezó a oler a animales y comida para mascotas. Al final del pasillo había un taller de zoología. Abrimos la puerta, y ahí estaban: conejos, pájaros, ratas. Ahí fue donde nos inscribimos. Fue feliz yendo durante tres años. © Pohjoinen nainen / ADME
  • El día cuando entré a primer grado hacía frío, así que mi mamá me puso un abrigo. Lo colgué en el guardarropa, pero cuando nos sacaron al final, no lograba encontrarlo por ningún lado. Sacaron a toda la clase para reunirnos con los papás, y yo seguía buscando. Y lo encontré. Pero justo entonces me di cuenta de que las puertas de entrada estaban cerradas con llave. Me habían dejado encerrada. Me puse a llorar y empecé a empujar todas las puertas del primer piso. Todas estaban cerradas. Una se abrió. Resultó ser la oficina del director. Un señor muy alto y canoso me preguntó qué pasaba. Le conté. Me cargó en los hombros, con mochila y abrigo incluidos, y me llevó a otro lugar. Resulta que a los de primer grado los sacaban por la puerta trasera, que daba a un semisótano. Entonces gritó a los papás: “¿De quién es esta niña?” Mi mamá respondió que era suya. Y nos fuimos al cine© Nelya Makar / Dzen
  • Mi hijo necesitaba un examen médico para su clase de deportes, y me molestaban esos hospitales con todo su papeleo: ve a tal consultorio, recoge tal cosa, luego al otro, lleva esto. Así que le pedí a mi esposo que ayudara, al menos esa vez. Regresaron a casa una hora después con todos los papeles firmados. Le pregunté: “¿Cómo lo hicieron tan rápido?” Me dijo: “Entramos con el primer doctor y vi que tenía un póster de un equipo de fútbol colgado en la pared. Yo también soy fan. Empezamos a hablar de fútbol, luego de autos. Le dije: ‘Uy, ya se nos fue el tiempo hablando, no me va a dar tiempo de ver a todos los doctores’. Y él me dijo: ‘No te preocupes, te va a dar tiempo’. Tomó al niño de la mano y, en quince minutos, lo llevó con todos los médicos.” © Mamdarinka / VK
  • Una amiga mía, madre de gemelos (una niña y un niño), se quejaba de que en su clase avanzada de matemáticas las niñas se portaban fatal y que su hijo le pedía cambiarse de grupo. Le conté esto a otra amiga, cuya hija está en esa misma clase. Se exaltó enseguida: “¡Eso seguro te lo dijo la madre de algún niño! En realidad, las niñas ahí son unos ángeles. ¡Los que son un desastre son los niños!” Yo me reí y le dije que la madre en cuestión tenía una niña y un niño. Y ella: “¡Ah, ya sé de quién hablas! Pues sus hijos tienen a todos hartos: se lo saben todo y siempre quieren contestar. ¡Tienen a todo el mundo cansado!” © Confuse / ADME
  • Mi hijo se negó rotundamente a seguir en décimo grado y se inscribió en una escuela técnica para estudiar electricidad. Hoy, después de la ceremonia de bienvenida y la primera charla grupal, volvió a casa y dijo que allá es mucho mejor, a pesar de que mañana tienen cuatro clases seguidas. También comentó que en su grupo hay dos chicas. Y que en el grupo de mecánica automotriz también hay algunas. Le pareció genial. © Olga / Dzen
  • A una amiga le pasó esto: fue a una reunión de padres; la maestra era nueva en la primaria. Ya saben: los niños, las calificaciones, las letras, los números... lo de siempre. Los tuvo casi dos horas ahí y, al final, dijo: “Y además tienen mucha suerte, porque yo no solo soy maestra, también me dedico a la belleza. Aquí tienen el catálogo de Oriflame, échenle un vistazo, tenemos descuentos, pidan sin pena”. Todos se sorprendieron, por supuesto, pero varias madres le hicieron pedidos durante los cuatro años de primaria. Y sus hijos también estudiaban con mucha disciplina.
  • En las reuniones de padres del jardín de niños, lo que más me molestaba era que la maestra se pasaba la primera media hora leyéndonos una hoja con obviedades sobre lo bueno que es leer o sobre la importancia de tener una rutina diaria, cosas así. Luego nos hacían jugar algún jueguito sobre cuentos infantiles “para los papás”, y solo al final, durante cinco o diez minutos, hablaban de los temas importantes, los que realmente tienen que ver con nuestros hijos. Una hora entera perdida, y nada realmente útil. © Anxious Cake / ADME
  • Íbamos caminando de regreso a casa con mi hijo, conversando por el camino. Le pregunté si quería ir a alguna actividad, si había algo que le interesara. Me dijo: “No me molestaría, solo que no sé qué me gusta”. Hablamos de fútbol, kárate, ajedrez. Todo le parecía bien, pero nada lo convencía. Doblamos por unos callejones y, justo frente a nosotros, apareció un letrero enorme, llamativo, con luces de neón. Decía “Judo”. Mi hijo se quedó quieto, mirando, con los ojos bien abiertos. Yo, mentalmente, ya lo estaba inscribiendo. Pero entonces me dijo: “Mamá... ya sé qué quiero hacer. Quiero diseñar letreros como ese.” © Mamdarinka / VK
  • Ayer, en la reunión de padres, la maestra dijo que todos los niños tienen algún talento, solo hay que descubrirlo. Y que nosotras, las madres, deberíamos pensar a qué talleres escolares inscribirlos. De camino a casa, no dejaba de pensar si el mío terminaría siendo pianista o karateca. Después de una buena cena, le pregunté a mi hijo: “¿Qué te gustaría hacer? Piensa bien, ¿cuáles crees que son tus talentos ocultos?” Y el niño me contestó: “Quiero aprender a hackear juegos, para pasar todos los niveles gratis”. No sabía si reír o llorar. Bueno, será ingeniero en sistemas© Shkogwarts / VK
  • En segundo grado, mi hija comenzó a ir a clases de arte. Asistió durante un tiempo, la elogiaban mucho y ella estaba encantada; no paraba de decir que soñaba con ser artista. Un día volvió triste de clase y dijo que ya no quería ser artista y que no pensaba volver a su curso de dibujo. Estuve una semana tratando de averiguar qué había pasado. Ella no decía nada, solo que simplemente ya no le gustaba. No fue sino hasta medio año después que confesó que la maestra de arte había dicho que los artistas no tienen fines de semana, y mi hija se asustó pensando que tendría que trabajar toda la vida sin descansar. Por supuesto, le expliqué lo que realmente quiso decir la maestra: que la inspiración no entiende de días libres y que, cuando llega, uno simplemente siente la necesidad de crear. Le propuse volver a dibujar, pero ya le daba igual. Se había apasionado por la egiptología. Y durante los tres años siguientes nos dedicamos a comprar libros, papiros, cartuchos. Viajábamos dos veces por año a Egipto, corríamos entre las ruinas de Karnak leyendo jeroglíficos, recorríamos el Museo de El Cairo hasta el último rincón, dibujábamos árboles genealógicos de dinastías, nos metíamos por pasadizos claustrofóbicamente angostos dentro de pirámides, y cosas por el estilo. © I am terribly sorry / Dzen
  • Mi hija comenzó a ir a clases de gimnasia. Trajo una falda y me dijo que había que coserle unas bolsas de plástico. Pasé media noche sorprendida por la extraña petición, cosiendo bolsas ruidosas en la tela. Al día siguiente, su papá la llevó al entrenamiento, y ella me llamó desde allá, llorando. Resultó que no tenía que coser bolsas, sino lentejuelas.
  • Mi hija, que tiene tres años, lleva ya tres meses asistiendo a un taller de fútbol en el jardín de niños. Lo hacen ahí mismo, en el salón de actos del jardín. Y no importa cuántas veces le pregunte: “¿Y hoy, metiste algún gol?”, siempre me responde lo mismo: “No me dieron el balón”. Bueno, pienso, es chiquita, el entrenador sabrá lo que hace. Pero el otro día, mi esposo fue a recogerla y presenció una escena muy parecida con la hija de otro papá: “¿Y entonces, María, hoy pateaste al arco?” (todos los papás preguntamos lo mismo, por costumbre). “No, no pateé. El entrenador no me deja”, respondió. Ese papá nos miró y dijo: “Siempre contesta lo mismo. Hasta le pregunté al entrenador por qué dice eso. ¿Y saben qué me respondió? ‘¿Cómo van a patear acá? ¡Si solo hay vidrios y espejos!’” © forest.river / Pikabu
  • Mi sobrina, que tiene 7 años, convenció a su mamá de inscribirla en una clase de boxeo. Dijo que tenía muchas ganas. Ante las preguntas de si alguien la estaba molestando o si quería aprender a defenderse, respondió que no, que todo estaba bien, que simplemente le gustaba. El entrenador comentó que la niña tenía entusiasmo, ganas y que realmente estaba interesada en ese deporte. Hace poco llegó un niño nuevo al grupo. Mi sobrina regresó a casa diciendo que le gustaba y que iba a ganarse su atención. Un día fui a recogerla después del entrenamiento y la vi parada frente a él, con cara seria, diciéndole algo. Me acerqué y escuché: “¡Solo toma mi mochila y llévala al auto! ¿Qué te cuesta?” El niño le respondió: “¿Y si no quiero?” Ella, sin dudar, le dijo: “¿Y si te obligo?”, mientras lanzaba un gancho de derecha al aire. Creo que ahora los niños tendrán que inscribirse en clases de defensa personal, solo para poder lidiar con mi sobrina. © Mamdarinka / VK
  • Mi hijo se fue con su clase a una excursión con noche incluida en un campamento. La directora me mandó muchos mensajes molestos, diciendo que mi hijo incumplió el toque de queda, se escapó de la cabaña y fue a nadar al lago en plena noche. Por supuesto, cuando regresó, le pedimos explicaciones. Pero él lo negó todo. Como es muy travieso, decidí averiguar qué había sucedido y me puse en contacto con los maestros. Todos dijeron que era la primera vez que escuchaban algo así. La directora, en cambio, se quedó en silencio: no respondió ni mensajes ni llamadas. Al final confesó que se había confundido de alumno. Mi confianza en la dirección de la escuela no volvió jamás. © Odd-Warning- / Reddit
  • Año 2015. Nos prometían un espectacular eclipse solar. Y aunque todos estábamos listos para llevar gafas especiales y prepararnos como se debe, la dirección de la escuela prohibió verlo en vivo. Dijeron que era mejor que los niños lo vieran por televisión, dentro del aula. Esa opción no me convencía, así que pregunté si podía sacar a mi hijo un momento, ver juntos el eclipse y luego devolverlo a clases. La dirección fue tajante: si no había una razón justificada, contarían la ausencia como falta. Me importó muy poco su autorización. Ocasiones como esa solo se presentan una vez en la vida, así que hice lo que creí correcto. © Limpy-Seagull / Reddit
  • Un verano le teñimos las puntas del cabello a mi hija de color vino. Cuando empezó el ciclo escolar, el color ya casi se había deslavado, y además siempre le peinábamos el cabello en una trenza recogida, bien arreglada, así que no se notaba nada. Un día, después de la clase de educación física, el peinado se le deshizo un poco. En lugar de simplemente ayudarla a acomodarse el cabello, la maestra me llamó por teléfono para regañarme por haber permitido que mi hija fuera a la escuela con las puntas teñidas. Cómo grité ese día... © alancake / Reddit
  • Nuestro pequeño de primer grado había empezado la escuela. En la segunda semana apareció una nota en su cuaderno: “Lanzó pescado”. Mi hijo lo negó todo. Decía que ni siquiera había visto pescado. Así que le escribí a la maestra para saber qué había pasado. Ella me mandó una foto: sobre la mesa había unas galletitas en forma de pez. Resulta que estaban jugando con eso.

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