18 Lectores de Genial que podrían reclamar el título de “despistado del año”

Gente
hace 1 año

La vida es una comedia y nosotros somos los protagonistas. Imagina ir al trabajo con diferentes zapatos o abrazar a alguien que creías tu pareja, pero no. En vez de avergonzarnos de las anécdotas que tenemos por distraídos, podemos reírnos de nuestras propias tonterías. A veces, todo lo que se necesita para subir el humor es recodar esas disparatadas historias, o la de los demás.

  • Por unas malas coincidencias terminé yendo a una sesión de terapia pensando que era una entrevista de trabajo. La terapeuta preguntaba por qué había ido (esperando que le cuente sobre mis problemas) y yo le decía que estaba buscando cambiar el clima laboral, obtener más experiencia, etc. Ella no entendía nada y yo tampoco. © Joel Ezequiel Mora / Facebook
  • Me pasó que subí al metro y creí que un joven se iba a parar. Entonces me senté, y claro, fue en sus piernas. Me dio un ataque de risa. © Natalia Sepúlveda / Facebook
  • Me equivoqué de carro y me subí a otro. El chico que estaba en al asiento de copiloto solo se me quedó viendo. Le dije: “Que lentes tan ridículos tienes”. Él solo respondió perdón. Después le pregunté donde estaba mi hija y él volvió a decir perdón, sin entender nada. Hasta que reaccioné de que no era mi auto y me bajé corriendo. Mi hija estaba atacada de la risa nada más viendo la escena. © Elvia Guerrero / Facebook
  • No sé si es una historia divertida o vergonzosa, pero una vez me duché y al salir del baño llevaba mis calzones en la mano al lavadero. En el pasillo me encuentro con un amigo de mi hijo, que estaba de visita, inmediatamente guardé la prenda en mi bolsillo. Lo saludé y empezamos a conversar. Pasó un rato y recordé que tenía que ir de compras. En medio de la tienda me vienen estornudos e instintivamente busqué mi pañuelo en el bolsillo, de repente veo que todos me están mirando. Entonces recuerdo, me estaba sonando con el calzón. © Gioconda Naudón Vásquez / Facebook

Las historias que quedan por ser distraídos son infinitas. Pero también hay muchas otras anécdotas que surgen gracias a la inocencia de nuestros hijos, o por las locuras de nuestra familia.

  • Saludé a una familia completa en un restaurante, creyendo qué eran mis familiares de otra ciudad. Era una mesa grandísima, no me di cuenta hasta que los salude a todos y vi que me había confundido. Fueron muy educados todos, fingieron conocerme, me saludaban y me sonreían. © Diana Diego / Facebook
  • Llegue a casa cansada por el trabajo, me quité el brasier, me hice una coleta. Cuando me puse a cocinar, me acordé de que tenía que salir a la tienda por azúcar. En la calle todos me volteaban a ver, lo mismo que en la tienda. No hice mucho caso, pero al regresar a casa me vi en el cristal de la puerta; me di cuenta por qué todos me veían ¡me había amarrado el cabello con el brasier! © Manne Escobar / Facebook
  • Yo vi a mi novio, que me llamaba en una calle, estaba de camiseta negra. Hasta que crucé la calle lo perdí de vista. De pronto lo veo, corrí hasta él y lo abrazo de la cintura diciendo: ¡Hola, mi amor! Cuando se da vuelta, era un señor de bigote ya mayor. Sin decirle nada, seguí corriendo y lo veo a mi novio, riendo a carcajadas. © Marisol Sotomayor / Facebook
  • Yo me fui a trabajar con una bota texana en un pie y un taco chino en el otro. Es que me vestí en la oscuridad y me di cuenta cuando estaba en el colectivo. Llegué a mi trabajo y no paramos de reírnos todo el día. © Maria Amalia Cristobal / Facebook
  • Llevé a mi hija a la fiesta de cumpleaños de una niña que no conocíamos. Debía ir a la de la hija de mi amiga, que era al día siguiente. Llegué y las cumpleañeras se llamaban igual. Cómo yo no conocía a la niña, porque mi amiga y yo teníamos un tiempo considerable sin vernos, pues le dimos el regalo. Mi hijo y la niña eran de la misma edad, empezaron a jugar muy bien. Para cuando me di cuenta de que no era la fiesta, y me quise ir, los papás de la niña no nos dejaron porque los niños estaban felices juntos. Ahora cada año vamos al cumpleaños de ella. © Lilis Mor / Facebook
  • Un día sentí cierto mini bulto en el bolsillo de mi pantalón. Resulta que eran 600 pesotes que no dudé en empezar a gastar. Llego a mi escritorio de la oficina y veo que mis compañeros empiezan a pagarle a la chica de la quinela. Saco mi dinero y le pago, entonces me acuerdo de que un compañero me había dado 600 para dárselos a la chica. Ups, yo ya me los había gastado © Paola Delgado de Phelps / Facebook
  • Tendría 13 años y había fallecido la abuela de mis primas. Cuando llegué al velatorio, todo me parecía distinto y no veía a mi familia. Aun así, me acerque al féretro y llore. Una mujer me preguntó que quien era yo, así que le digo. Entonces, ella me abrazó, me llevó afuera y me dijo que donde yo tenía que ir era a media cuadra. Me había confundido de velatorio. © Stella Maris Escalada / Facebook
  • Una vez salí de la Universidad ya de noche, llegué a la calle donde había estacionado mi auto y ya no estaba. Me puse a llorar, en eso pasó una patrulla por ahí, así que me acerqué y les comenté que me habían robado el carro. Me dijeron: “Si, señorita, por aquí seguido se roban los autos, súbase para dar una vuelta a ver si lo vemos aquí cerca”. Mi amiga y yo nos subimos a la patrulla, yo seguía llorando. Unas dos cuadras más adelante ahí estaba mi carro bien estacionado. Me había confundido de calle de donde lo dejé. © Liliana Rivas / Facebook
  • Me metí a la cochera de mi vecino. Estaba el portón abierto y era muy similar al de mi casa. Cuando lo vi le pregunté súper enojada quien era y que hacía en mi casa. Obvio se molestó, y ahí me di cuenta. Salí dando mil perdones. © Lucia B. d’Argence / Facebook
Imagen de portada Manne Escobar / Facebook

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