18 Momentos románticos que acabaron arrancando lágrimas de risa

Historias
hace 1 año

El amor es hermoso, más aún cuando fluye de forma natural. A veces, intentamos crear romanticismo o hacer cosas especiales en parejas, y aun teniendo cada detalle calculado y bien planificado, puede que las cosas no salgan como esperábamos. La parte buena de esto es que, cuando todo se va a pique y lo romántico y bonito desaparece, llegan las risas, y al final, tenemos una muy divertida historia que compartir.

  • Estábamos en el centro comercial. Tomé a mi hombre por el brazo y le dije; “Amor, ¿por qué no me haces un masajito en los pies?”. Él me respondió: “Mírame a los ojos”. Casi me muero cuando vi que no era mi marido, él estaba justo detrás riéndose como un loco. © Yoa Pinero Sanchez / Facebook
  • Cuando nos casamos, hace cuarenta años, mi esposo pidió un mes de vacaciones en su trabajo. El día que le tocaba entrar al trabajo otra vez, nos levantamos, según yo, a las seis de la mañana. Yo me puse a preparar el desayuno y él se metió a bañar. Cuando se estaba cambiando, me llama y me dice que miré la hora otra vez. Había visto las agujas al revés, en vez de a las seis, nos habíamos levantado a las doce y media de la noche. Nos volvimos acostar y nos volvimos a levantar a las seis de verdad. Él se fue al trabajo y al ratito volvió, me dijo que era al día siguiente que debía reincorporarse a su trabajo, no ese. Soltamos la risa, y cuanto más nos acordábamos de todo lo que habíamos pasado esa noche, más nos reíamos. © Rosario Cervantes / Facebook
  • Mi mamá y yo teníamos una tienda donde vendíamos dulces. Cada vez que llegaba mi esposo, yo lo recibía poniéndole un huevito de chocolate en la boca, de esos que por fuera son blancos y pecositos. Un día, unos pajaritos pusieron huevitos. Al llegar mi esposo, le enseñé uno de los huevitos de los pajaritos y él, sin pensarlo, lo agarró y se lo metió en la boca pensando que era de chocolate. No nos dio tiempo de decirle nada. Cuando se dio cuenta, él solo, puso una cara muy rara y nos reímos muchísimo. © Isabel Smith de Elizondo / Facebook
  • Un muchacho superlindo se me declaró con unas palabras muy bonitas. Mi ahora esposo estaba justo detrás de él, escuchando toda su declaración. Me dio tanta vergüenza cuando me tocó decirle: “Mira, él es mi novio”. Todavía, cuando lo recordamos, nos da risa. El muchacho se puso todo rojo de la pena, pero mi esposo, muy amable, le dijo: “No te preocupes, tienes muy buen gusto, como yo”, y se dieron la mano entre risas. © Sofia Burgos / Facebook
  • Cuando nos conocimos, el chico que me gustaba, que después fue mi marido, me preguntó: “¿Te gustan las masas?”, unos dulces típicos argentinos. Le dije que sí, y me respondió: “Te voy a traer”. Se fue, mientras yo ya saboreaba la crema, el dulce de leche y el chocolate. De repente volvió con una maza de albañil de 1 kilo. © Estela Allegra Filosico / Facebook
  • Llevábamos tres meses casados y estábamos dando un paseo a pie por el centro histórico. Un chavo empezó a seguirnos. Venía detrás de nosotros y llamaba a mi marido: “Amigo. Oye, amigo”. Seguimos caminando, hasta que finalmente nos alcanzó y le dijo a mi esposo: “Oye, ¿qué perfume usas? Es justo el que quiero”. Medio en shock, mi esposo le dijo el nombre del perfume y el tipo se fue contento y dándole las gracias. Tras un momento de silencio, rompimos a reír durante una hora. © Ely Ramírez / Facebook
  • Cuando nos casamos, mi esposo y yo, de tanto estrés y nervios, casi no comimos durante la boda. Cuando se acabó, llegamos tan cansados al hotel y teníamos tanta hambre que pedimos una cubeta de pollo frito de KFC. Y ahí estábamos, sentados en la cama, en nuestra primera noche de esposos, riéndonos de nuestra cena nupcial. © Pao Pao / Facebook
  • Él invitó a comer. Después de comer, le pregunté: “¿Tengo cilantro en los dientes?”, me dijo que no y me preguntó a mí si él tenía. Si tenía, pero le dije no. Al pasar por unos cristales, yo me reí y me vi los dientes llenos de cilantro. Íbamos los dos con los dientes llenos de especias, y cuando le pregunté por qué no me había dicho, me dijo que porque “tú te reías y yo me reía”. © Mayra Morales / Facebook
  • Ya estaba casi dormido cuando afuera había empezado una gran tormenta. De repente, se oyó un trueno y sentí que un rayo caía encima de nosotros, así que salte encima de mi mujer, para salvar su vida. Por el contrario, casi la mato yo del susto, aunque la intención había sido buena. © Dario Ontivero / Facebook
  • Salíamos de viaje y quedaban las últimas cosas por subir. Mi marido, muy seguro, me dijo que me subiera al carro, que él subiría lo que quedaba. Le dije que solo faltaba la bolsa de la comida que había preparado para el camino. Una bolsa verde amarrada con un nudo. Lo subió todo y nos fuimos. Unas horas después, nos comenzó a dar hambre y nos orillamos para sacar nuestro lunch de la cajuela. Baja la bolsa, verde y con un nudo, la abre y estaba llena de productos de limpieza. Nuestra comida se había quedado en la casa. Como le dije, él subió una bolsa verde amarrada con un nudo, pero resultó que había dos iguales. Nos dio mucha risa y no nos quedó de otra que comprar comida en el próximo pueblo. Aún hoy, cuando lo recordamos, nos da risa, nosotros ahí saboreando mentalmente nuestra torta y nos encontramos con detergentes, jajaja. © Mariana Kstrejón / Facebook
  • Íbamos a tener una noche romántica en un mirador. Llevamos dos copas y una botella. Todo era perfecto y muy romántico. Hasta que nos dimos cuenta de que a ninguno de los dos se le había ocurrido llevar un abridor para poder abrir la botella. © Lupita Perez / Facebook
  • Estaba mal del estómago, pero fui a ver a mi enamorada. Estábamos caminando de lo más normal cuando vi a mi tía justo delante de nosotros. Le dije a mi chica: “Camina tú delante y yo atrás”, a dos metros de distancia. Cuando se alejó un poco, aproveché para echarme un gas, justo cuando mi tía me alcanzó, me abrazó, y me dijo “¿A qué hueles, qué asco?”. © AlOnsito Achulla Poma / Facebook
  • Íbamos bien vestidos, guapísimos los dos, porque íbamos a una cena elegante. El coche empezó hacer cosas raras, como a ahogarse. Él lo estacionó y me dijo que había algo en el tubo de escape, que iba a mirar y que, cuando me indicara, yo pisara el acelerador. Bajó y me gritó que acelerara, yo lo hice. Le pregunté que si ya estaba y no me contestaba, bajé corriendo del coche y lo vi sentado en el suelo con toda la cara negra y la ropa sucia. Me tiré al suelo de la risa, no podía parar. Él se levantó y me pasó su cara sucia por la ropa. Al final, no hubo cena elegante ese día. © Diana Villacorte / Facebook
  • Había un chico al que yo ni conocía, lo conocía solo mi prima, que estaba enamorado de mí. Un día, mi prima me vio y dijo que me fuera inmediatamente. Yo no entendía qué pasaba y le pregunté que por qué. Me dijo que este chico estaba viniendo a declararme su amor en frente de todos, a pedirme que fuera su novia y ponerse cursi. Ni me lo terminó de decir cuando yo ya había salido corriendo. © Fiorella Paniagua Fuentes / Facebook
Ten en cuenta: este artículo se actualizó en junio de 2023 para corregir el material de respaldo y las inexactitudes fácticas.

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