18 Personas que fueron flechadas por Cupido cuando adoptaron a sus mascotas

Historias
hace 2 años

Hay distintas formas de adquirir un animalito para convertirlo en el nuevo miembro de nuestra familia; sin embargo, existen ocasiones en que, el simple hecho de estar en el lugar y momento indicados, puede hacer que las personas decidan, inesperadamente, acoger a un nuevo y peludo inquilino en sus casas.

En Genial.guru recopilamos algunas historias en las que algunas personas contaron las inesperadas formas en que sus mascotas llegaron a sus vidas y a sus corazones.

  • En mi lugar de trabajo había un gran terreno vacío y un día, mientras cubría una guardia de madrugada, escuché unos ladridos muy tristes. Les pedí a mis compañeros que fuéramos a ver y encontramos a una perrita negra con blanco, sacando de un incendio a sus cachorros que, lamentablemente, habían fallecido. Quise detenerla pero no fue posible. Se lanzó al fuego y salió con un cachorrito en el hocico. Él estaba vivo, pero su madre murió. Me quedé con el animalito, lo cuidé y alimenté y llegó a ser mi Kachy. Murió de viejita, en mis brazos. © Maria Flores Solis / Facebook
  • Fuimos de paseo al campo y, en un barranco, se escuchaba a una perra que lloraba. Bajamos y la subimos a “la civilización” para que pudiera tener dónde buscar agua y algo de comer. Cuando nos íbamos en el coche, fue corriendo detrás de nosotros. No tuve corazón para dejarla. Ya lleva 6 años con nosotros y es la perrita más protectora y cariñosa de todas, ¡es la mamá de la manada! © Sony Sonia / Facebook
  • Mi sobrina trajo a casa a mi gatita, Kitty. La encontró en la calle, escondiéndose de unos perros. Era muy chiquita y asustadiza. Su papá, mi cuñado, no la quiso tener en su casa, así que se la llevó a mi mamá para que la cuide, pero ella me eligió a mí. Hoy me sigue a donde voy, duerme conmigo y ya pasó a ser la mascota de todos en casa. ¡La amamos! © Mar Tita / Facebook
  • Tengo 15 gatos. Al primero lo encontré en Facebook. Era negrito y nadie lo quería. Me seguía saliendo todo el tiempo, así que lo adopté. Al segundo, lo encontramos por casualidad en un mercado. Lo traía un chiquillo que le daba de comer tortillas. Obviamente, no pudimos dejarlo ahí con ese tipo de alimentación. El tercero fue el amarillo. Luego, una vez fui a la tienda y el señor tenía unos gatitos bebés que había encontrado en una zanja en un panteón. Eran muy pequeños y una gatita me gustó mucho, por lo que quise enseñársela a mi esposo. La llevé a casa, supuestamente, solo para que la viera. Como resultado, terminé regresando por los otros dos y así creció la familia. De esos tres gatitos hasta ahora sobrevive solo una.
  • Hace unos años fuimos a visitar a la familia de mi esposo al pueblo donde viven. Justo a un lado viven otros niños y mi hijo, de 3 años en ese momento, se fue a jugar con ellos. Yo le esperaba en la puerta y de pronto salió corriendo, se metió en la casa y volvió de nuevo con su mochilita de juguetes a cuestas. Se metió a jugar de nuevo y regresó muy rápido. Venía con una gran sonrisa y de pronto escuché un “miau”. Le miré extrañada y volví a escuchar otro “miau”. Le pregunté: “¿Hijo, hay un gatito por aquí?”, y sonrío aún más. Comencé a sospechar y volví a escuchar un gatito. Le agarré la mochilita, entreabierta, y vi un gatito muy, muy, muy pequeño.
    — “Mami, ¿podemos llevarlo a casa?”.
    — “Ay, hijo, por mí sí, pero ya sabes que a papá no le gustan”.
    Aparece mi marido, nos mira con cara de “qué están tramando” y nos dice:
    -“¿Qué hacen? Es un gato, ¿verdad? Súbanlo a la camioneta antes de que me arrepienta”.
    Mi hijo y yo volamos a subir al gato, fuimos por agua, comida, lo llevamos a casa y nos fuimos a comprar de todo para él. Aquí sigue 4 años después, era gata, se llama Doky y la apodamos la “furia nocturna” porque es medio gruñoncilla.
  • Mi abuelo había fallecido en diciembre, haciendo que nuestro fin de año se tornara triste. Sin embargo, el día 31 nos percatamos de una bolita de pelo escondida en una maceta de nuestro patio. Nos acercamos a ver qué era y resultó ser una preciosa gatita blanca, y en cuanto nos aproximamos, se dejó acariciar y hasta se trepó a nuestras piernas. Pasaron los días y ella siguió quedándose en la misma maceta, no tardamos mucho tiempo en adoptarla oficialmente y creemos que mi abuelo la mandó para hacernos compañía, pues es especialmente cariñosa con mi abuela.
  • Yo siempre había sido una persona más de gatos, hasta que un cachorrito me cambió la vida. Todo empezó cuando un viejo amigo de mi novio, que es entrenador de perros, le ofreció un perrito de la camada de un pastor alemán. Mi novio tuvo que rechazar la oferta, pues ya tiene dos perritas (las cuales entrena con él) y no era el momento de tener una nueva mascota. El día que fuimos al entrenamiento de las perritas, el entrenador llevó al cachorrito y solo tenía un mes y medio de vida. Los dos nos derretimos de amor al verlo y no pudimos decir que no, fue una conexión tan maravillosa e inmediata que no sabría explicar. Antes de tomar una decisión, lo cargué y acaricié. No sé cómo, pero sabía que era para mí. Actualmente vive en mi casa y es muy travieso y mordelón. Me dicen que crecerá muchísimo y será mi protector por siempre.
  • Mi esposo siempre quiso tener un gato amarillo. Una vez salió al patio a arreglar la antena de la televisión y escuchó maullidos. Salió a buscar de dónde provenía el sonido y encontró a un gato amarillo. No era de ningún vecino y se veía bastante maltratado: le faltaba un pedacito de una oreja, un poco de pelaje en la espalda y tenía mucha hambre. Mi esposo lo llevó a casa para darle de comer. Para ese entonces, ya teníamos dos gatos, así que había comida y todas las comodidades para nuestro nuevo inquilino. El gato amarillo inmediatamente se sintió como en casa y fue a comer, sin importarle los otros dos felinos que lo estaban observando, perplejos. Y ahí supimos que nos lo íbamos a quedar.
  • En una ocasión, mi esposo estaba en la casa de un amigo, cuando vio a una gatita que andaba sola por la calle, a la que casi atropellan. Para ese entonces, ya teníamos 6 gatos en casa, así que mi esposo regresó a casa sin ella. Aún así, quedó preocupado por la pequeña y, a medianoche, la fue a buscar. Regresó con la gatita metida en su playera. Así creció la familia de los gatos.
  • Un gatito apareció en nuestra casa porque vi cómo perseguía a unos niños que no le hacían caso ni les importaba si lo atropellaban o no. Miré bien al gatito y tenía los bigotes quemados. No por el sol o por accidente, sino porque alguien deliberadamente lo hizo. No me acuerdo cuántos gatos teníamos para ese entonces, pero pensé que ya no podíamos con uno más y seguí caminando. No logré avanzar ni 10 metros, porque seguía pensando en el gato de los bigotes quemados. Volví por él y se lo quité a esos niños. Querían protestar, pero les dije que hablaría con la policía para que multaran a sus padres por el maltrato animal. Ya en casa, vi que el gato tenía quemadas hasta las patitas.
  • Una vez recogí a una gata adulta de la calle. Ella estaba a salvo y los vecinos de ahí le daban comida. Sin embargo, un día vi que tenía un ojo rojo y casi salido, por lo que supe que le tenía que ayudar. Batallé para agarrarla, por lo que les dejé una jaula transportadora a los vecinos que la veían más seguido que yo para que puedan hacerlo. Luego de un par de días, ya me la tenían. La llevé al veterinario, la operaran y le salvaron el ojo.
  • Cuando tenía 12-13 años, mis padres adoptaron a un gato de un refugio, al que llamé Kenai. Fue un regalo de Navidad, luego de que mi primer gato falleciera. Cuando Kenai tenía unos 12 o 13 años, le dio cáncer. Al cabo de unos meses estaba muy malito y deprimido, entonces pensé en conseguirle otro gato para que estuviera más animado. Fui con mis papás a un refugio y había un montón de gatos. Estaba buscando a una gatita no tan cachorra para que no le diera trabajo a Kenai. Siempre pensé en llamarla Marie y le decía a mamá que en algún momento ella aparecería en nuestras vidas. Cuando estaba sentada, viendo a un grupo de gatitos comiendo, escuché un “prrrr” y, de repente, un par de patas blancas se montaron en mi pierna y cuando volteé vi una gatita no tan cachorra ni adulta (adolescente en otras palabras) blanca, con manchas negras y café, mirándome y moviendo la cola como péndulo. Esa era Marie, estaba segura. Y así fue. Marie y Kenai convivieron unos meses. Ella era como la nieta de Kenai y lo acompañó hasta sus últimos días.
  • Un día mi tía me llamó y me dijo que tenía una perrita en el auto porque la había visto caminando por la calle, en pleno sol inclemente del verano, deshidratada y muerta de hambre. Mi tía la trajo a casa, le di comida y agua en unos platos de plástico. La perrita tendría unos 6 meses y caminaba torpemente. Después de que bebió y comió todo, movía la cola y notamos que la habían maltratado, ya que tenía cicatrices en el cuerpo y quemaduras en las orejas. Según nosotros, no nos la podíamos quedar. Mi tía también me dijo que la quería dar en adopción a una familia que la cuide bien, pero Aurora (así la llamó) vino para quedarse. Hoy es una niña consentida que no puede dormir en su camita si no la tapan con una cobija.
  • Mi hermano se unió a un albergue de animales para ayudar a los perritos más desafortunados. Un día, unos perritos pelearon y uno de ellos resultó bastante herido. Mi hermano se hizo cargo de él hasta su mejoría, incluso se lo llevó a casa de mi abuela, donde lo cuidaba y curaba todos los días. Pasó el tiempo, y cuando el perrito estaba listo para regresar, ya no quiso devolverlo, descubrió que los dos se tenían un gran cariño y una conexión especial, y su vida cambió. Ahora Alushe vive feliz con mi hermano y rodeado de otros amigos perritos que ya teníamos, y que también lo aceptaron.

¿Cómo reaccionarías si te encuentras algún animalito con el que sientes una conexión especial instantáneamente?

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