20 Embarazadas que no conocen obstáculos a la hora de complacer a sus bebés

Historias
hace 1 año

Si de características puntuales del embarazo hablamos, los antojos son un elemento que suele estar presente en esta etapa tan dulce y feliz, sobre todo en los primeros meses. De esas semanas nacen combinaciones gastronómicas que la mayoría de las mujeres en sus cinco sentidos no se atreverían a probar. La mayoría de ellas admiten sus antojos más evidentes o confesables; sin embargo, casi siempre hay uno que otro que eligen compartir solo con los extraños en Internet.

¿Qué cosas raras te gusta comer y te da un poco de vergüenza confesarlo ante tus amigos y conocidos?

  • Era pleno invierno, 9:00 de la noche, embarazo de siete meses y mi mujer dijo: “Quisiera comer duraznitos”. Se le hacía agua la boca. Estaba cayendo una lluvia de esas que solo hay aquí, con viento y frío. Me levanté valientemente, era mi primer hijo, y a esa hora ya estaban cerrados los negocios del barrio. Fui a buscar por otro lado, me costó, pero llegué con lo que ella quería y... ¡¡LE DIO UN MORDISCO A UNO SOLO, SE TAPÓ Y SE DURMIÓ AL INSTANTE!! Y yo mojado, congelado, muy cansado y sin poder dormir. © Juan Carlos Zamora / Facebook
  • En mi primer embarazo, me comía cuatro limones diarios cortaditos en rodajas con sal después de las comidas o a media tarde. Todos me decían que me había dado por comer limones y yo lo justificaba diciendo que siempre me habían gustado. La realidad es que no había comido tantos limones en mi vida, y no he vuelto a comer limones en esa cantidad nunca más. © Desy ElGarti / Facebook
  • Estoy embarazada, y algo muy particular es que me da náuseas el olor característico de la ropa nueva de dos marcas específicas. En este momento tengo prendas de esas marcas y no las uso porque con solo verlas debo salir corriendo a vomitar. © Andrea Osorio Jimenez / Facebook
  • Cuando estaba embarazada de mi primer hijo, se me ocurría todos los lunes comer pastel, y uno en especial. Pero cuando llegaba al local a comprarlo, se me olvidaba que los lunes cierran, y mi hijo, hasta el día de hoy, todavía lo come. © Mireya Morales / Facebook
  • Cuando una amiga a la que quiero mucho estaba embarazada, la veía sacar un pañuelo blanco de su bolsillo. Lo abría con cuidado y adentro tenía pedacitos de ladrillos. La forma en que abría el pañuelo hacía parecer que comía el chocolate más caro del mundo. Decía que no lo podía evitar. © Francisca OreRi / Facebook
  • En mis dos embarazos, lo único que se me antojaba comer eran naranjas, hasta soñaba con ellas. La ansiedad de comer naranja era muy fuerte, y mi esposo siempre me complacía comprando naranja todos los días. Mis hijos tienen 6 y 8 años respectivamente, y les encantan las naranjas. © Carmen Collao Podio / Facebook
  • Con el primer embarazo, probé sushi y me entraron unas arcadas tremendas; tiempo después, igual. Con el segundo embarazo, solo quería comer sushi; de hecho, convencía a mis compañeros de trabajo para no ir a comerlo sola. A mi primer hijo le encanta y el segundo ni lo prueba. © Pilar Martinez Contestí / Facebook
  • ¡A mí me dieron antojos de cosas que jamás me gustaron! Una vez, tipo 1 de la mañana, me dio antojo de piña. Me senté en la cama a llorar por la piña y el papá salió en pijama a comprármela. Solo la encontró en lata. Jamás lo voy a olvidar, son pocos los que actúan así. Otro día, cuando entré a la carnicería, casi vomito allí. Solo pude decir: “Disculpen, es que el olor está muy fuerte”, ¡jajaja! © Barbara Hernández / Facebook
  • Con mi segundo embarazo, me dio por comer mangos; como era temporada y teníamos una mata en el patio, me comía por lo menos tres cada día. Yo me reía y decía: “Este niño va a ser ’un mango’” y, efectivamente, lo es. En mi país, a los hombres guapos se les dice “mangos”. © Dolores Suyama / Facebook
  • A mí, en mi primer embarazo, se me antojaban mucho los rábanos con sal, limónchile. Se me hacía agua la boca. Un día era ya tarde, como las 9:00 de la noche y, por casualidad, estaba abierta la verdulería porque habían ido a llevar el surtido del día siguiente. A la señora le daba risa ver que se me hacía agua la boca nomás de imaginar que me comía los rábanos; de hecho, ni me los cobró. © Edith Cardiel / Facebook
  • Me gusta el dulce de leche, pero no demasiado porque me empalaga. Sin embargo, cuando estaba embarazada, quería comerlo en todo momento. También quería comer pan de dulce (antes del embarazo no lo comía mucho) y, como vivía con mis padres, yo creo que mis hormonas afectaron a mi mamá también, porque a diario se le antojaba cenar tamales. Después del embarazo, se detuvieron esos antojos. © Rosaura Vidal Tamayo Ramírez / Facebook
  • En las últimas semanas de embarazo, me dio por comer bombones Ferrero Rocher. Me compraba las cajas por la tarde y al día siguiente por la mañana ya no tenía. Consecuencia: durante meses no probé el chocolate y a mi niña no le gusta. © Montse Soler / Facebook
  • A mí se me antojaba solo comer arroz, sin sal, sin ajo ni nada de aderezo, y pollo hervido, sin sal ni nada. Así comí todos los días durante siete meses. El desayuno solo podía ser avena, sin azúcar, o harina de maíz blanco, igual sin azúcar. No toleraba otra cosa, todo lo devolvía, por más que me daban inyecciones para las náuseas. Recién al octavo mes empecé a comer verduras sancochadas en el almuerzo, no toleraba ningún olor. Hasta sabía con exactitud lo que cocinaban todos mis vecinos. Y desde ahí fui comiendo más saludable poco a poco. © Janet Janet / Facebook
  • Una tarde recorrimos media ciudad en busca de churros hasta que finalmente los conseguimos. Los venden por media docena, pero me comí la mitad de uno y no más. Mi hija ya tiene 30 años. Nunca volví a comerlos, porque detesto esa masa frita y grasosa, ¡puaj! © Alicia Gimenez / Facebook
  • Yo no creía que si en el embarazo uno no come lo que se le antoja, los bebés nacen con la boca abierta. Un domingo, me empezaron los dolores de parto. Eran las 8:00 de la noche y yo seguía con dolor. En ese momento, mi esposo dijo: “Voy a traer una hamburguesa para que comas”. Pasó casi una hora y no llegaba, así que me tocó irme al hospital y no probé la hamburguesa. Mi nene tiene tres años y duerme con la boquita abierta. Sí es verdad que si uno en el embarazo no come lo que se le antoja, ellos quedan con la boquita abierta. © Nena Calderon / Facebook
Imagen de portada Desy ElGarti / Facebook

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