20+ Historias sobre personas tacañas que en pleno invierno solo te darían nieve contra un pagaré y con devolución obligatoria

Historias
hace 4 años

En la infancia, ser llamado “tacaño” se consideraba extremadamente vergonzoso, por lo que incluso los verdaderos mezquinos a menudo arrancaban las cosas más preciosas de sus corazones para no parecer serlo. Pero no es costumbre decirle así en la cara a un adulto, por lo que es posible que algunas personas simplemente no comprendan que sus deseos de sacar provecho de sus seres queridos o de apropiarse de algo más de la cuenta les parecen ridículos a los demás.

Genial.guru está seguro de que a veces es muy importante observar el comportamiento propio desde afuera para darse cuenta de que algo anda mal. Por lo tanto, si entre tus conocidos hay personas realmente tacañas, solo envíales este artículo. Quizá las haga pensar en algunas de sus acciones.

  • Mi abuela me regaló un colgante de oro con ámbar 3 veces: para mis 30, 33 y 34 años. Ella lo sacaba, se lo mostraba a todos y decía: “¡Toma, nieta, te lo regalo! Pero lo guardaré por ti. De cualquier forma, no tienes una cadenita para usarlo”. A los 34 años le pedí a mi marido una cadena de regalo. Y cuando la abuela sacó el colgante, diciendo como siempre que me lo regalaba, pero ya que yo no tenía cadenita... ¡saqué la cadena y agarré esa bendita cosa! Ver su rostro en ese momento no tuvo precio. No lo uso, pero de vez en cuando lo saco y sonrío con malicia. © LidiDorNormen / Pikabu

  • Tuve un novio que nunca me llevaba a ningún lado. No soy una persona mercantil, pero a veces realmente tenía ganas de sentarme en una cafetería con una taza de café o recibir alguna linda chuchería. Pero no, con él solo me senté en todos los bancos de la ciudad. Pero la apoteosis de nuestra relación llegó cuando, acercándome a él, vi cómo rápidamente se empujaba en la boca un chocolate Snickers, casi atragantándose. Al parecer, para no compartirlo conmigo. © Oídoporahí / Vk

  • Una conocida me pidió que la ayudara con la remodelación de su casa. En ese entonces me ganaba la vida haciendo eso, y estaba en un descanso del trabajo, así que acepté. No solo no participó para nada en su remodelación, sino que ni siquiera me ofreció un té mientras trabajaba. Y pasaba en su casa jornadas laborales completas, de 9 a 17 horas. Una vez le hablé sobre eso abiertamente y ella me respondió que no tenía té en su casa, ya que no lo consumía. Insolentemente le dije: “¡Pues ve y compra!”. Regresó de la tienda, ¡y me extendió un solo sobrecito de té! Yo quedé en shock por lo que estaba viendo. Le pregunté: “¿Y por qué uno solo?”. La respuesta fue aún más extraña: “Yo no bebo, ¡y un sobrecito es suficiente para ti!”. © Natalia Nikolaev / Facebook

  • Le hice a una vecina de mi mamá mi pastel estrella para su cumpleaños: de chocolate, grande, de 4 niveles. Por la noche, la mujer llamó a mi madre llorando: “Me robaron el pasteeeeeel”. En resumen, 2 amigas de la vecina fueron a la fiesta. Ella colocó 3/4 partes del pastel sobre la mesa de dulces, y guardó el 1/4 restante en el refrigerador para poder compartirlo con su hijo y su familia más tarde. Las amigas probaron el postre y lo apreciaron, pero 2 personas no podrían comer 3/4 del pastel de una vez. Inmediatamente, ambas sacaron un paquete de sus bolsas y, sin preguntarle a la anfitriona, se repartieron el postre entre ellas. Luego, una de las amigas (la más descarada) fue a la cocina y sacó el resto del refrigerador de la señora. Cuando la vecina gritó “¿Qué estás haciendo?”, ella siguió empacando tranquilamente el botín con las palabras: “Tú nos invitaste, debes compartirlo todo, y yo tengo nietos”. © Baranka / AdMe

  • Una vez tuve un ejemplar: me regaló un teléfono para el 8 de marzo, luego un gato británico, pendientes y otras cosas, y después de la ruptura me pidió que le devolviera todo. Yo, por supuesto, se lo di, y no dije ni una palabra. Luego me regresó al gato, diciendo que le había arruinado toda la casa. Y este joven trató de volver a mí, pero el animal y yo no lo aceptamos. © Anastasia Bukaeva / AdMe

  • En nuestro trabajo, una casa de cambio, murió el hervidor eléctrico. Estábamos decidiendo cuánto dinero juntar para comprar uno nuevo. Un colega dijo que en casa tenía desde hacía muchos años una tetera eléctrica casi nueva, pero estaba defectuosa. Agregó que, si la arreglábamos, podíamos usarla. En resumen, la trajo al día siguiente. La rotura se encontró en un minuto: el cable de contacto estaba separado del soporte. Ya lo habrás adivinado: el hombre agarró esta tetera arreglada y se fue a su casa. Ahora estamos decidiendo cuánto dinero juntar para un nuevo hervidor. © Lobotomist / Pikabu

  • Mi amiga iba a casarse. La boda era solo para su gente cercana, el vestido al estilo de una “diosa griega”, y necesitaba un peinado fácil: una coleta alta. Sencillo, sin complicaciones, tal vez solo con las puntas un poco rizadas. Algo así costaba, digamos, 10 USD. Sacó turno en una peluquería, discutió todo por adelantado, la peinaron y le hicieron una manicura regular. Y en un momento, ella dijo “seré una hermosa novia”. Y entonces se abrió el abismo del infierno y comenzó el apocalipsis. Resulta que para una boda, todo no costaba 10 USD, ¡sino 1 000 USD! ¡No, 10 000 USD! Y tendría que haber advertido que todo era para un casamiento. Se negaron a dejarla salir del salón y trataron de desarmarle la cola y arruinarle las uñas. En resumen, fue trágico, pero quedó algo para recordar. © EniSai / Pikabu

  • Estaba sentado en un café en el segundo piso de un lavado de autos, esperando que terminaran de lavar mi coche. Se acercó un hombre, le pidió al camarero que le sirviera agua hirviendo en una taza, sacó una bolsita de té de su bolsillo y se sentó a beber. Según las normas del establecimiento, no se cobra dinero por agua. Abajo estaban lavando su Lexus. © Oídoporahí / Vk

  • En mi top ten de tacaños hay un hombre que constantemente cenaba en casa de mi amiga, con quien salía, y nunca compraba ni llevaba nada, pero comía por tres. Una vez, ella se cansó. Antes de su llegada, escondió todo lo que tenía comestible, y le dijo que se había quedado sin dinero y sin comida. Entonces, este sujeto pasó toda la noche abriendo y cerrando la puerta del refrigerador, como si esperara que los alimentos aparecieran allí mágicamente. Por la mañana bebió té sin nada y se fue muy enojado. Un amigo tiene una tienda de comestibles abierta las 24 horas en el primer piso de ese edificio. © Verónica / AdMe

  • Tenía unos 6 años cuando invité a un chico del patio de juegos a mi cumpleaños. Vino y me trajo regalos: una cuerda de saltar y un Snickers. La celebración llegó a su fin y él dijo: “Listo, me voy a casa. Regrésame la cuerda de saltar y el chocolate”. Yo estaba perpleja. Me dijo: “Bueno, se acabó el cumpleaños, ¡así que los regalos también!”. Yo era una chica modesta y poco violenta, así que se los di. © lorrryk / Pikabu

  • Mi esposo, ahora ex, me envió un ramo de flores para el 8 de marzo; uno hermoso, claramente muy caro. Dos semanas después de haber recibido el obsequio, una amiga me escribió para que le depositara 150 USD por el ramo que me había enviado a pedido de mi marido. Resulta que él se lo había pedido, pero no tenía ninguna prisa por enviarle el dinero, y luego directamente me pasó la pelota a mí. Así es como me compré a mí misma un ramo de flores en lugar de pagar por el departamento. Y él nunca entendió qué era lo que había hecho mal. © Ilaria Richie / Facebook

  • Me lo contó una conocida. Estaba paseando por la ciudad con un chico que estaba interesado en ella. Pasaron por su casa y los padres estaban poniendo la mesa. En pocas palabras, lo invitó a comer, pero primero fueron a comprar mayonesa, la cual pagó él. Así que comieron y charlaron con los padres. Cuando él comenzó a prepararse para irse, pidió una bolsa, tomó el paquete de mayonesa medio vacío de la mesa, lo envolvió y lo metió en su bolsillo. © Dizzy371 / Pikabu

  • Una vez, mi ex me invitó a cenar. Compramos un paquete de ravioles (pagamos cada uno la mitad, por supuesto), los herví y me senté a la mesa. Él me dijo:
    — ¿Cuántos ravioles te serviste?
    — No lo sé, ¿por qué?
    — Bueno, mira si te serviste más.
    Creí que bromeaba. Fui a la cocina por mayonesa, volví y él estaba parado encima de mi plato, contando los ravioles. Y luego dijo:
    — Aquí hay 12, y te comiste 3 más. Son 15 en total.
    Luego contó los suyos: había 16. Entonces, por fin se calmó. © Vatrushka8 / Pikabu

  • Recuerdo que estaba embarazada, me encontraba aproximadamente en el sexto mes. No vivíamos muy bien, no había mucho dinero. En resumen, yo prácticamente no veía frutas y otras cosas buenas para la salud. Un día, el papá de mi esposo vino, es decir, mi suegro. Tenía unas ciruelas en un plato, tan maduras, mmm... hasta se me hizo agua la boca. Y el padre pasó a mi lado, puso el plato sobre la mesa y dijo: “Ponlas en el refrigerador. Cuando llegue mi hijito, que las coma”. Se quedaron en el refrigerador hasta que las tiré. El “hijito” no comía ciruelas porque no le gustaban. © Gato azul / AdMe

  • Para el aniversario de mi madre invitamos a una tía y a sus 2 hijos. El mayor (31 añitos) anunció de inmediato que comía exclusivamente ternera veteada. La compramos y la pusimos a descongelar. La mesa estaba repleta de delicias, y los parientes barrieron como excavadoras todo lo más delicioso y caro. Después de 6 horas de masticación continua, comenzaron a prepararse para irse a casa. Ya cerca del metro recordaron que no habían comido la ternera veteada y que todavía estaba en nuestro refrigerador. La tía envió al mayor a nuestra casa. Vino, tomó la carne y se fue. Y me hubiera reído, si no fuera por el hecho de que entre los tres apenas regalaron un total de 30 USD para un cumpleaños de fecha redonda. © Meta / Pikabu

  • 8 de marzo. El jefe, junto con el equipo masculino del trabajo, preparó una mesa festiva, y uno de los empleados le regaló a mi compañera una barra de chocolate. Ella le dio las gracias y la guardó en su bolso. Nos sentamos a la mesa, bromeamos, hablamos. Después de un tiempo, mi compañera se levantó para irse. El empleado que le había dado el chocolate saltó de su silla y con toda seriedad le dijo:
    — ¿A dónde vas? ¿Y la barra de chocolate?
    — La comeré en mi casa con café, no quiero comerla ahora.
    — Entonces rómpela por la mitad y dame un poco. Pensé que la comeríamos juntos aquí.
    La chica estaba perpleja. Sacó el Milka, lo rompió, le dio al chico la mitad y se fue.
    Él, volviéndose hacia nosotros:
    — Pagué dinero por ella, así que también tengo derecho.
    Mi jefe:
    — Vaya, sí que estarás soltero por mucho tiempo. © SamediGirl / Pikabu

¿Te has encontrado con personas realmente tacañas en tu vida? ¿O no hay tantas como puede parecer?

Imagen de portada Habitación №6 / Vk

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