Carl Sagan y Ann Druyan, la historia de amor que después de 45 años aún viaja por el espacio
Cuando estamos enamorados, existe una sensación mágica que invade nuestro cuerpo y nos hace sentir como si estuviéramos en un viaje por las estrellas. Es entonces cuando prometemos que esa emoción romperá todas las barreras del tiempo y el espacio, creyendo incluso que nos volveremos a encontrar en otra vida. Sin embargo, la mayoría de las parejas solo se quedan en promesas.
En Genial.guru somos fanáticos de las historias de amor únicas, como la de Carl Sagan y Ann Druyan, que hoy, después de cuarenta y cinco años, recorre el universo a bordo de dos naves de la NASA, y lo hará por muchos años más.
Carl Edward Sagan nació en 1934 y se hizo famoso en los 80 gracias a la exitosa serie documental de televisión Cosmos. Conocido por ser uno de los grandes cerebros del siglo XX, fue astrónomo, astrofísico, astrobiólogo, escritor, presentador y también un romántico empedernido. “Cuando estás enamorado, quieres contárselo al mundo”, afirmó el científico.
Lo que no es muy conocido es que detrás de su exitoso programa televisivo estaba su esposa, el amor de su vida, la escritora y productora Ann Druyan. Ella se encargó, años después de la muerte de Sagan, de contarle al mundo cómo nació el amor mientras trabajaban en enviar un mensaje interestelar a seres de otros planetas en dos naves de la NASA, que aún están viajando por el universo.
Así se conocieron
Durante los años 60, Druyan comenzó a disfrutar de cierta libertad característica de la contracultura, lo que la llevó a conocer a personalidades de la época, entre ellas a Nora Ephron, directora de cine. En una reunión en casa de la cineasta, Carl y Ann se vieron por primera vez.
“Recuerdo escuchar esa risa fantásticamente libre, atractiva y cautivadora proveniente de este hermoso hombre que estaba acostado en la alfombra de la sala de Nora”, recuerda ella. Ese día se vieron a los ojos, hablaron de béisbol, de literatura, de infinidad de temas. Aunque ese fue el inicio de su relación, ninguno de ellos manifestó interés en el otro por varios años.
Fueron compañeros de trabajo en la NASA
En 1977, Carl Sagan estaba a cargo del proyecto del disco de oro de las sondas espaciales Voyager, dos naves encargadas de recopilar información del espacio exterior.
Con el propósito de enviar un mensaje a civilizaciones extraterrestres en el disco (uno en cada una de las naves), Sagan invitó a Ann a trabajar como directora creativa. Ella fue responsable de recopilar música del mundo y de grabar los latidos de su propio corazón y sus ondas cerebrales para luego ponerlos en órbita.
En el disco iría también la historia de la Tierra contada con sonidos. Ann incluyó la risa de Sagan; así lo recordó la escritora: “Quise contar la historia en orden cronológico, empezando por los sonidos geológicos de la Tierra y en última instancia, la risa de un humano. Es la de Carl, la misma que escuché por primera vez cuando nos conocimos”.
El llamado del amor
Esta historia, en medio de datos científicos, estaba muy lejos de llegar a ser un cuento de amor, pues hasta ese momento, y después de tres años de amistad, ninguno de los dos había dado el más mínimo indicio de interés romántico.
Entonces Ann le dejó a Carl un mensaje, muy emocionada, en el que le contaba que por fin habían encontrado la melodía de música china antigua para incluir en el disco.
Después de casi una hora, el científico le devolvió la llamada. Así lo contó Druyan: “Finalmente sonó el teléfono y escuché esa magnífica y hermosa voz decir: ’Regresé a mi habitación de hotel, encontré el mensaje de que me habías llamado y me pregunté: ’¿Por qué no me dejaste este mensaje hace 10 años?’. Fue como si me hubiera caído un rayo. Le dije nerviosa: ’¿Para siempre?’, y él dijo: ’¿Quieres decir casarnos?’”.
Un amor en órbita
Varios días después de la llamada, la escritora grabó sus ondas cerebrales y los latidos de su corazón bajo la influencia del enamoramiento. En agosto y septiembre de 1977, las naves Voyager 1 y 2 fueron lanzadas al espacio exterior llevando en su interior las grabaciones de dichas ondas. Si algún día los seres extraterrestres encuentran el disco de oro, sabrán cómo suena el amor.
“Mis sentimientos de mujer de 27 años, locamente enamorada, están en ese disco”, dijo Ann. “Es para siempre. Será verdadero dentro de 100 millones de años. Para mí, las sondas Voyager son una especie de alegría tan poderosa que me aleja del miedo a morir”.
En julio de 1981, la pareja cósmica se casó, luego vinieron dos hijos y dos asteroides que fueron nombrados, en honor a su amor, como Sagan y Druyan, los primeros mortales; los segundos vivirán por muchos años más.
El momento del adiós
“En la vastedad del espacio y en la inmensidad del tiempo, mi alegría es compartir un planeta y una época con Annie”, dijo alguna vez el astrónomo, que en 1996 dejó este mundo y a su querida esposa. Nadie sabe a ciencia cierta qué hay después de la muerte.
Ann Druyan así lo expresó: “La forma en que me trató y la forma en que yo lo traté, la forma en que nos cuidamos el uno al otro y a nuestra familia, mientras él vivió. Eso es mucho más importante que la idea de que lo veré algún día”.
"No creo que vuelva a ver a Carl. Pero lo vi. Nos vimos. Nos encontramos en el cosmos y fue maravilloso’’, concluyó la escritora.
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