Lo mejor de una familia numerosa es que tienes muchos que te ayudan y nunca te aburres. Lo peor, no puedes disfrutar para la soledad deseada ni tienes espacio ni intimidad. Todos lo saben todo de todos. Esto también ;)
10 Cosas que aprendí al crecer en una familia numerosa
La familia no es solo algo importante, en realidad, lo es todo. Y aunque vivir en grupos numerosos puede ser complicado, brinda sin duda muchos beneficios y ayuda a desarrollar habilidades que son difíciles de lograr para otras personas. Soy Eva, y crecí en una familia grande: mis abuelos tuvieron 7 hijos, y, entre mis tíos y mis papás, rápidamente nos convertimos en 21 primos.
Especialmente para Genial.guru, hoy quiero contar los sentimientos y habilidades que despierta vivir en una familia numerosa.
1. Sociabilidad
A mi abuelo se le ocurrió la genial idea de que todos sus hijos vivieran cerca y decidió comprarles una casa a cada uno cercana a la suya, a medida que estos se iban casando. Los adultos trabajaban y todos los nietos se quedaban en el hogar de los abuelos. En primer lugar, crecer en una familia grande te enseña a ser sociable. Los niños que se crían con muchos parientes tienden a ser menos introvertidos, les es más fácil comunicarse, hablar en público y socializar con otras personas. En mi caso, disfruto mucho de estar acompañada, ya que siempre estuve rodeada de otros niños.
2. Resolución de conflictos
Mi abuela hacía comida para todos. Sin importar los gustos de cada uno de sus nietos, todos nos sentábamos en la mesa a comer juntos. Nos peleábamos, a veces no nos queríamos ver. Pero la mayor parte del tiempo disfrutábamos juntos, ¡éramos un pequeño ejército de niños! Así fue como todos mis primos y yo crecimos como hermanos. Los niños que crecen rodeados de otros chicos aprenden a negociar más rápido. En mi familia éramos muchos primos, así que teníamos que ceder ciertas cosas a otros: debíamos acordar qué juego jugar o qué juguete usar por turnos sin pelear, sino, nos esperaban regaños de la abuela.
3. Madurez
Algunos de mis primos eran mayores, así que aprendí algunas cosas más rápido que otros niños. Me encantan los libros y solía pedirles a ellos que me leyeran los de la biblioteca del abuelo. A veces lo hacían, otras no. Así que aprendí a leer cuando tenía 4, para poder descubrir la lectura por mí misma. Los niños que crecen rodeados de otros aprenden más rápido, porque ya han tenido el estímulo de los mayores.
4. Lealtad
La unión es muy fuerte en los niños que crecen en las familias grandes. Aprendimos a cuidarnos entre todos y a defendernos en los jardines de la abuela. Cuando crecimos, esa lealtad se mantuvo. Somos fieles a nuestras ideas, valores y principios. Nuestros abuelos siempre nos recordaban la importancia de cuidarnos y protegernos, y no cometer actos que fueran a dañarnos a nosotros o a nuestro núcleo familiar.
5. Positivismo
En la familia siempre había algo que festejar. Éramos tantos que los cumpleaños, graduaciones o reuniones para celebrar algún acontecimiento eran muchos. Aprendimos a ser felices por los logros de los demás, a celebrarlos con ellos y a ver las cosas buenas de la vida. Esos momentos nos hicieron niños realmente felices y positivos.
6. Empatía
Por la cercanía en la crianza y por pasar mucho tiempo juntos, cuando uno de nosotros estaba triste o incómodo por algo, los demás lo percibían. Hacían lo que fuera para saber cómo ayudar a solucionar el problema y subir los ánimos. Desarrollar empatía es importante, ya que predispone a ayudar a los demás y crea un sentimiento de cooperación en un grupo.
7. Apoyo
Mi abuela enfermó hace 7 años y, durante su enfermedad, nunca estuvo sola, siempre había alguno de nosotros con ella. Cuando falleció, toda la familia sufrió por igual, pero nos unimos más para cuidar y acompañar al abuelo. Mis tíos y mi mamá se turnaban para estar con él, uno cada día, para que no se sintiera solo. Todos los fines de semana su casa se llena de nietos y ahora bisnietos que le alegran la vida. Las familias grandes tienen una red de apoyo muy sólida.
8. Aceptación
A medida que fuimos creciendo, cada uno desarrolló diferentes personalidades: somos distintos y aprendimos a aceptarnos así. No discriminamos, y eso nos hizo ser más tolerantes hacia los demás, porque estamos acostumbrados a estar rodeados de personalidades, pensamientos y gustos diferentes.
9. Compartir
¿Cómo no aprender a compartir si hay 21 niños peleando por el mismo juguete? En la familia no había espacios para el egoísmo. Claro que nos peleábamos y volvíamos locos a los papás y abuelos, pero minutos después jugábamos sin problema con el mismo juguete o sin él, porque a veces hasta se nos olvidaba la razón por la que estábamos peleando y volvíamos a ser los mismos hermanos y primos de siempre. Compartir es una capacidad que las personas que crecen con familias grandes desarrollan profundamente.
10. Fortaleza
Entre hermanos y primos nos dábamos ánimos. Siempre había apoyo, ya sea en las buenas o en las malas. Nos sentíamos más fuertes porque sabíamos que alguien nos respaldaba. Ese sentimiento de fortaleza aún se percibe cuando nos reunimos, aunque ahora ya no nos vemos tan seguido porque varios de mis primos y hermanos se casaron, y otros estudian en el extranjero. Siempre ansío esas reuniones en las que todos los sentimientos afloran. Crecer en una familia enorme y ruidosa me enseñó muchas cosas que entiendo solo ahora en la adultez, y que moldearon mi carácter hasta convertirme en la persona que soy. Estoy segura de que esto también influyó en mis hermanos y mis primos.
Las familias grandes son un desafío, pero nos enseñan cosas hermosas. Todas son maravillosas, y no hay dos que sean iguales. Esta es la mía. ¿Tu familia es grande o pequeña? Cuéntanos qué es lo que más disfrutaste de crecer en ella.
Comentarios
¡Wow! Qué padre tener a una familia así de numerosa. ¡Entre más, mejor!