El paciente de cáncer que corrió más de 5000 kilómetros a pesar de su diagnóstico terminal
Tal vez nunca oímos hablar de él, pero Terrance Stanley Fox nació en Winnipeg, Canadá, en 1958. A sus 18 años fue diagnosticado con un osteosarcoma por encima de su rodilla derecha. Se trata de un tipo de cáncer óseo que comienza en las células que forman los huesos. Una horrible noticia que Terry usó como motivación, ya que en ese momento comenzó a hacer historia.
Hay personas que nos inspiran, y es muy importante compartir sus vivencias para contagiar esperanza. ¿Cuál es tu historia de superación más grande?
Aquellos que lo conocieron afirman que Terry siempre fue un deportista. Su sueño era jugar al baloncesto, pero su entrenador le sugirió que intentara correr a campo traviesa. Caracterizado por nunca rendirse, Terry comenzó a correr, pero no dejó de entrenarse para jugar al baloncesto. Practicaba todas las mañanas antes de la escuela y durante todo el verano.
Finalmente, cuando llegó a décimo grado, ya se había convertido en guardia titular del equipo de su escuela. Ese mismo año, ganó el premio al atleta del año de la institución. No abandonó las carreras a campo traviesa y además jugaba al fútbol y al rugby. En su último año de secundaria, Terry ya se había convertido en el mejor jugador de baloncesto del equipo.
El año en que Terry experimentó por primera vez mucho dolor en su rodilla fue el mismo año en que tuvo un accidente de tránsito. Por esta razón, no le dio importancia y supuso que el malestar provenía de esa horrible experiencia. Unos meses después, el dolor reapareció y esta vez culpó al baloncesto. No fue hasta que la temporada deportiva terminó cuando Terry acudió a un centro de salud.
Fue su médico de cabecera el que sospechó que se trataba de algo grave. Un par de radiografías después, el diagnóstico de cáncer fue confirmado. Rápidamente, los médicos decidieron amputar su pierna para evitar que la enfermedad se esparciera hacia el resto de su cuerpo. Por supuesto, su tratamiento también incluyó visitas diarias al hospital y muchas sesiones de quimioterapia.
Durante el duro proceso, Terry se rodeó de familiares y amigos, quienes lo acompañaban y llevaban su tarea al hospital. Su entrenadora de baloncesto de ese año también lo visitó y le mostró un artículo de una revista sobre un hombre amputado que había corrido la maratón de la ciudad de Nueva York.
Terry quedó fascinado con la historia, tanto que se la mostró a todos, incluida su enfermera. “Algún día voy a hacer algo así”, le dijo. Durante la rehabilitación de su cirugía y sin dejar de acudir a quimioterapia, Terry podía caminar con la ayuda de una pierna artificial y hasta jugaba al golf con su padre.
Pronto, Terry comenzó a jugar al baloncesto adaptado en una liga de equipos en silla de ruedas. Si bien el deporte le encantaba, él aún pensaba en el logro de aquel hombre de Nueva York. Además, se sentía conmovido por el sufrimiento de muchos otros pacientes de cáncer y estaba decidido a hacer algo para ayudar.
Así, inspirado por aquel hombre, Terry decidió recorrer Canadá para crear conciencia y recaudar fondos para la investigación del cáncer. Entrenó muy duro y modificó su prótesis con un profesional para que pudiera resistir mejor el impacto de correr.
Luego de probarse en algunas carreras, Terry le contó el plan a su madre, quien pensó que estaba loco. Por su parte, su padre le preguntó cuándo planeaba comenzar. En abril de 1980, Terry empezó con su Maratón de la Esperanza. Contaba con el apoyo de sus amigos, familiares, la Sociedad Canadiense del Cáncer y de empresas como Ford y Adidas.
En promedio, Terry correría alrededor de 42 km por día a través de las Provincias Atlánticas, Quebec y Ontario. Fue acompañado por su mejor amigo y su hermano, quienes iban conduciendo una camioneta a lo largo de la ruta. Si bien la cobertura de los medios fue lenta al principio, muchas comunidades salieron a apoyarlo.
Extrañamente, en Quebec la Maratón de la Esperanza no había sido publicitada y casi no recaudaron dinero en la zona. La situación cambió rápidamente gracias al esfuerzo de algunas compañías y de los periodistas que seguían el progreso de Terry. Para cuando llegó a Ontario, ya era una estrella nacional y hasta se reunió con el primer ministro, Pierre Trudeau.
En esta ciudad, Terry fue hasta escoltado por la policía provincial en su carrera, para que no tuviera que preocuparse por los autos que pasaban a gran velocidad. Lamentablemente, luego de 143 días y 5373 kilómetros recorridos, el atleta tuvo que dejar de correr debido a que el cáncer había invadido sus pulmones.
El logro recorrió el país y el mundo rápidamente. Al llegar a su hogar, Terry recibió una cantidad de donaciones, invitaciones y premios que no había imaginado ni en sus más grandes sueños. En 1981, las recaudaciones superaron los 24 millones de dólares.
Terry se convirtió en compañero de la Orden de Canadá, miembro del Salón de la Fama del Deporte de Canadá, persona de Importancia Histórica Nacional y hasta hicieron una película con su historia. Fue premiado incluso después de su muerte, y su fundación recibe donaciones hasta la actualidad. En su nombre, existen 32 calles, 14 escuelas, 14 edificios, 7 estatuas, 9 senderos de entrenamiento físico y una montaña.
Desgraciadamente, Terry contrajo neumonía en junio de 1981 y murió el 28, un mes antes de cumplir 23 años. Las banderas de Canadá ondearon a media asta y el primer ministro Pierre Trudeau le dedicó unas palabras.
“Ocurre muy raramente en la vida de una nación que el espíritu valiente de una persona una a todos en la celebración de su vida y en el duelo de su muerte”. Trudeau expresó, en nombre de todos los canadienses, su “profunda gratitud por el regalo que Terry nos dio a todos nosotros, el regalo de su propio coraje y esperanza ilimitados”.