La vez que mi refrigerador se descompuso y tuve que comprar uno nuevo
Comprar electrónicos es todo un arte. Además de saber elegir entre cuál es el mejor del mercado, hay que aprender a ver cuál será el que más te ahorrará energía a largo plazo. Aunque pareciera una tarea sencilla, hay veces en que pequeños detalles pueden hacer una gran diferencia entre la mejor compra de la vida y un completo fracaso.
En Genial.guru hicimos una pequeña historia con Huskina como protagonista, que muestra de manera divertida el difícil proceso de elegir el refrigerador correcto para el hogar.
Así es, ¡ya llegué, muchachones! Vengo llegando de la centro comercial, y sí, justo como lo sospechan, fui en búsqueda de ofertones; aunque déjenme les digo que ya no caigo tan fácilmente ante las garras de la mercadotecnia, porque la última vez que hubo rebajas, tuve un ligero problema con un refrigerador que compré y fue todo un relajo.
Ahorita que tengo tiempo y ustedes no andan haciendo nada, les voy a contar un poco de cómo fue que esa increíble oferta del refrigerador se convirtió en un verdadero dolor de cabeza, que, a la fecha, no he podido resolver.
Como toda buena historia, comenzó con comida; mi esposo y yo estábamos viendo qué íbamos a cenar y decidimos que haríamos unas poderosísimas hamburguesas caseras, pero cuando abrimos el refrigerador, nos dimos cuenta de que un olor bien pestilentoso salía de ahí.
Para nuestra amarga sorpresa, toda nuestra comida se había echado a perder, porque, al parecer, nuestro refri no solo dejó de enfriar, ¡sino que también calentaba lo que estaba dentro! No sabía que siquiera eso fuera posible, pero ahora ya vi que sí se puede. Nada recomendable, la verdad.
Nos dio mucho coraje que nuestra comida se echara a perder, pero también hay que reconocerle a ese electrodoméstico, que ya había pasado por varias generaciones, que siguiera funcionando.
Como a esas alturas salía más caro reparar a ese pequeñuelo que ir a comprar uno nuevo, decidimos que era momento de ir a la tienda a buscar el nuevo hogar de nuestros deliciosísimos alimentos.
A la mañana siguiente, fuimos a la tienda de electrodomésticos en la que sabíamos que a veces tenían buenos descuentaxos en búsqueda del nuevo miembro de la familia. Estuvimos durante varias horas busque y busque cuál sería la mejor opción, y analizamos cuál era el que mejor se ajustaba a nuestro presupuesto. Cuando por fin logramos crear el top 3 refrigeradores de la tienda, hablé seriamente con ellos.
—Esta tarde, uno de ustedes vendrá conmigo a casa y conservará en su interior el más preciado bien que poseo, así que espero que se comporten a la altura y hagan los hielitos en la forma que prometen.
Evidentemente, mi esposo me vio con cara de que estaba loca mientras yo continuaba con la eliminatoria. Por fin había seleccionado al ganador, con sus dos amplias puertas, sus enormes compartimientos y sensuales divisiones para separar la comida. Todos los demás solamente hacían 3 formas diferentes de hielos, y este hacía 4, así que no había más preguntas: ese era el ganador. No lo decidí yo, lo decidió la ciencia.
El vendedor se emocionó más que yo cuando le dije cuál quería y nos comenzó a decir que justo ese modelo tenía un descuento sobre otro descuento que ya tenía aplicado, pero, además, lo podíamos pagar a crédito durante 24 meses. La verdad es que hubiera sido muy tonto de mi parte desaprovechar todos esos beneficios ultramegaexclusivos que nos ofrecía el señorito vendedor, por lo que pagamos y pedimos que lo fueran a dejar a la casa esa misma tarde.
Nos fuimos a la casa y estuvimos pacientemente esperando nuestra nueva adquisición hasta que, ya casi por la noche, llegó. Los señores que lo llevaron muy amablemente nos ayudaron a bajarlo y ponerlo en el patio, ya que primero teníamos que mover algunas cosas para poder acomodarlo bien en su lugar.
Cuando terminamos de arreglar todo para acomodar a nuestro nuevo bebé, famoso por hacer 4 tipos de hielos diferentes, en su lugar designado, nos dimos cuenta de un ligero detalle: nuestra más reciente adquisición medía el doble de tamaño que la puerta por donde se suponía tenía que entrar a la casa.
Teníamos un enorme problema estacionado justo en nuestro patio, y por más soluciones que buscamos para intentar meterlo a la casa, nos dimos cuenta de que la única manera de conseguirlo era haciendo la puerta más grande, y eso no iba a suceder.
Así que, naturalmente, se nos ocurrió llamar al vendedor para explicarle nuestro problema y ver si lo podíamos cambiar por algo más chico o regresarlo, pero por haber tomado las quince mil ofertas que nos ofreció en ese momento, ya no era posible devolverlo o hacer ningún cambio.
Y así fue como llegamos hasta este punto, amigos. Quien les está contando esta historia es una persona que cada mañana tiene que salir a su patio para sacar la leche del refrigerador. Fíjense bien lo que compran, por más barato que esté, porque si no, pueden terminar saliendo por el desayuno hasta su jardín. Pero bueno, cuando menos hay una satisfacción que nadie me va a quitar: el día que sea, puedo salir a mi patio a elegir entre cuatro diferentes tipos de hielitos. Así que, ¿quién es el tonto, eh?
¿Qué ha sido lo más chistoso que te ha pasado al comprar un electrodoméstico? ¡Cuéntanos en los comentarios!