Por qué los niños podrían llegar a tener problemas al lidiar con los cambios y cómo los padres pueden ayudarlos en el proceso

Psicología
hace 3 años

Los cambios son difíciles para todo mundo. Por supuesto, los hábitos son parte de nuestra naturaleza, así que cuando enfrentamos algo nuevo es muy normal sentir nerviosismo y temor. Pero en la infancia, esto se agudiza, y las transiciones no siempre son recibidas con buen ánimo, incluso cuando creemos que se trata de un “pequeño” cambio.

Genial.guru te contará por qué los niños podrían llegar a tener problemas al lidiar con los cambios y también compartirá algunos consejos sobre cómo los padres pueden ayudarlos en el proceso.

Las transiciones: por qué son importantes

En primer lugar, hay que entender la transición como un cambio de un momento conocido a otro paso nuevo. Es decir, implica terminar con lo que está sucediendo y dar lugar a otro comienzo. Hacer frente a la transición es parte del desarrollo de la flexibilidad en el aprendizaje, de ahí su importancia.

Esta flexibilidad es muy necesaria en las actividades que implican la cooperación y el trabajo en equipo. Estudios han demostrado que los niños que se involucran bien con sus compañeros tienen éxito en las relaciones y en el aprendizaje en general. La flexibilidad es la base de la resiliencia, otra habilidad requerida para poder manejar adversidades y decepciones.

El problema con el cambio

A pesar de que, cognitivamente, los seres humanos podríamos parecer hechos para enfrentar los cambios, en la infancia es natural presentar dificultades para la transición, según la personalidad y el entorno del niño.

Reacciones como resistencia, evasión, distracción, negociación, etc., son comunes cuando los niños se sienten abrumados por sus emociones. Además, en algunos casos ya han aprendido que funciona para retrasar o evitar con éxito la transición.

Por ejemplo, un niño puede hacer un berrinche porque no quiere dejar de jugar videojuegos, pues no puede controlar su frustración o enojo. Pero si descubre que esto le da minutos de ventaja frente a la pantalla, volverá a hacerlo en otra oportunidad hasta dominar el arte de lloriquear, distraer o negociar con los adultos en su vida.

Los cambios no son iguales para todos

En algún punto, todos los padres han enfrentado la resistencia de sus hijos al no querer dejar de hacer algo. Las transiciones son desencadenantes para muchos niños, pero que a unos les vaya mejor o peor con ellas tiene que ver con su personalidad y con su situación emocional o psicológica.

A algunos niños les resulta más fácil afrontar las dudas y las nuevas experiencias que a otros. La intolerancia a la incertidumbre es una característica de disposición que resulta de un conjunto de creencias negativas sobre el no tener certeza sobre algo y sus implicaciones.

Un estudio, cuyo propósito fue medir la escala de intolerancia de la incertidumbre en un grupo de niños, halló que la preocupación crónica y los trastornos de ansiedad en adultos tienen relación directa con la intolerancia a la incertidumbre desde la etapa infantil. Y, por supuesto, los niños con TDAH, autismo y problemas de procesamiento sensorial encuentran las transiciones particularmente difíciles.

Consejos para favorecer las transiciones en los pequeños

El cambio es inevitable (como adultos ya sabemos eso). Para los niños puede ser positivo, siempre que puedan manejar el estrés y aprender de sus experiencias. Por ello es importante comenzar con empatía, identificando las necesidades individuales de cada niño. Ya sea un cambio de ciudad o escuela, la pérdida de un ser querido, la separación o el divorcio de los padres, la llegada de un hermanito o hermanita, u otro gran cambio de vida, toda transición implica energía física y mental.

Si quieres preparar a tu hijo para un cambio significativo en su vida, quizá te convenga seguir estos consejos.

Explica con claridad y positivamente las razones del cambio e inclúyelo en el proceso. Por ejemplo, si tendrán que moverse de ciudad o escuela, es mejor centrarse en las ventajas que obtendrán con el cambio (conocer otros amigos, una casa más grande o con un nuevo espacio de habitación). Si solo se trata de pasar de una actividad a otra, como del parque a la casa, puedes hacer “entretenida” la transición diciendo: “En el camino de regreso podemos pasar por la casa morada de la esquina y ver al perrito que vive allí”.

Valida sus sentimientos. Los padres no quieren ver tristes a sus hijos, pero hay que enfrentarlo, por mucho que cueste tener a un niño malhumorado un rato. En lugar de tratar de “rescatar” al pequeño de sus propios sentimientos, reconoce sus emociones y hazle saber que está bien llorar un poco. Algo así como: “Sé que estás decepcionado porque tenemos que irnos de casa de la abuela, y está bien estar triste por eso”.

Escucha y fomenta el diálogo sobre el cambio. Un niño no teme a las mismas cosas que un adulto. Escuchar lo que tiene que decir y hablar del tema en casa ayudará a disolver miedos y a dar más certidumbre sobre las cosas imaginarias.

Conserva la rutina. Sí, habrá un cambio en la vida, pero no significa que sea todo el cambio de la vida. Ante una gran transición (una mudanza, un cambio de escuela, una pérdida), lo demás debería mantenerse tan constante, predecible y rutinario como sea posible. Cuando los niños se enfrentan a problemas de adultos, muchas otras cosas suelen introducirse en sus vidas también, y, como cualquier otra persona, pueden sentirse abrumados y estresados.

Asegura las necesidades del niño. Si ya de por sí la transición debe enfrentarse con buena mentalidad, también es aconsejable que se haga con buen estado físico. Los niños especialmente suelen ser propensos a sentirse irritables cuando no duermen o comen bien.

Construye la confianza. Los niños confían en los padres, lo cual aumenta la responsabilidad. Cuando rompes una promesa o la dejas pasar, no solo les enseñas a tus hijos que las cosas no tienen la suficiente validez para ti. Asegúrate de que lo que digas, lo cumplas. Por ejemplo, si dijiste que hoy no podrán desvelarse, pero el sábado sí, cúmplelo.

Ofrece opciones. Una de las cosas que los niños no toleran de la incertidumbre es la sensación de falta de control, por lo que es una buena idea darles la capacidad para tomar decisiones más pequeñas. Si vas a mudarte de casa, déjalo que elija el color de su habitación; si tienen que irse del parque para cenar, dale dos opciones para elegir.

Hazle saber que estás allí. A un niño no se le puede dejar solo con las transiciones; de lo contrario, no obtendrás los resultados que esperas. Por ejemplo, si simplemente dices “Arréglate, salimos en diez minutos”, quizá aún no sepa la percepción del tiempo. Así que asegúrate de ir cada cierto período a recordar qué hora es. Hacer un seguimiento constante de dicha cantidad de tiempo les da a los pequeños algo en lo que pueden confiar y de lo que pueden depender.

Dale desafíos. Involucrarlo y dejar que ayude significa que tú aceptas el cambio con actitud positiva y entusiasmo. Si hay dificultad a la hora de ir a la escuela, por ejemplo, establece un tiempo y pide que vea qué tan rápido puede prepararse para salir por la mañana.

No compartas la ansiedad. Ser los adultos no significa que no tengamos sentimientos. Incluso los niños necesitan ver/saber que somos humanos y que también nos afectan algunos eventos, como la ruptura o la muerte, pero hay que tener cuidado de no proyectar todas nuestras emociones y ansiedad en los niños. Recuerda que los pequeños hacen lo que ven.

¿Qué hay de ti? ¿Cómo ayudas a tus hijos a afrontar el cambio?

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