Qué pasaría si tu cuerpo pudiera producir la telaraña más fuerte

Curiosidades
hace 8 meses

Lo último que recuerdas es estar cayendo. Despiertas en un hospital, rodeado de doctores y científicos. “¿Cómo te sientes?”, te preguntan. Te das cuenta de que tienes problemas para respirar, es como si hubiera algo atorado en tu garganta. Tu cuerpo está que arde, el sudor cubre tu piel. También te duelen los ojos, así que no puedes ver las caras de los demás. “No te preocupes”, dice el doctor. “Hubo un accidente, pero todo está bien ahora. Has sobrevivido”.

Quieres decir algo. Las palabras no salen de tu boca, solo una tos fuerte. No puedes ver, pero sientes que todos están aterrados. Un instante después, entiendes por qué: una sustancia densa y pegajosa sale en lugar de saliva. Entras en pánico, tu pulso se acelera. Varios médicos te inmovilizan y te atan a la cama. Te dan una pastilla para dormir y vuelves a perder el conocimiento.

Tienes una pesadilla en la que miles de arañas diminutas te cubren por completo. Pides ayuda, ¡y 4 ojos brillantes te miran desde el interior de tu boca! Despiertas gritando, pero esta vez no hay nadie cerca. Sorprendentemente, te sientes genial. No hay nada atorado en tu garganta, tu cuerpo se enfrió y estás lleno de energía. Sales de la cama, vas al espejo y el terror te paraliza. Hay una pequeña bolsa de piel en tu garganta, justo debajo de tu mentón. Respiras profundo para calmarte, y es entonces cuando recuerdas todo.

Eres un biólogo que ha dedicado los últimos años a estudiar telarañas. Es uno de los materiales más resistentes y versátiles de la Tierra. Un hilo de telaraña es cientos de veces más delgado que un cabello humano. Se trata de una cuerda densa y compuesta por cientos de nanofibras. Las arañas producen sus telarañas a partir de seda, una fibra natural hecha de proteína. Como científico, te propusiste crear una telaraña artificial con todas las características de la original. Si se la usara correctamente, podría ser aprovechada en la construcción, la medicina y muchas otras áreas.

Existen unos 50 000 tipos de arañas en el mundo. La mayoría no crean telarañas, pero sí producen seda. Las propiedades de cada telaraña son diferentes, y tú estudiaste cada una. Hay miles de arañas viviendo en tu laboratorio, dentro de contenedores para animales. El día del accidente, combinaste fibras naturales de cientos de las arañas más increíbles para producir una superseda, un material versátil que podría reemplazar el plástico, el hule, los metales y la madera. Colocaste la seda en una caja pequeña que emula el abdomen de una araña, introdujiste esa caja en un arácnido vivo y lo dejaste en un gran tanque especial para que pudiera tejer una telaraña dentro. Unas horas después, regresaste al laboratorio.

Trepaste a la cima del tanque, abriste la tapa pesada y encontraste una reluciente telaraña hecha con la seda más perfecta del mundo. La tocaste con el dedo, y te diste cuenta de que no podías despegarlo. Mientras más intentabas salir, más pegajosa se volvía. Algunas arañas usan la electricidad para capturar a sus presas. Cubren las telarañas con un pegamento especial que posee propiedades electroestáticas. Este pegamento responde inmediatamente a cualquier objeto del aire, sea polen, insectos o tu cuerpo. Es gracias a esta propiedad que terminas enredado y atorado en la seda. La telaraña envuelve tu brazo y te tira hacia el tanque. Finalmente caes y pierdes el conocimiento.

Unos científicos entran a tu habitación y te dicen que la araña con la superseda tejió un capullo alrededor de tu cuerpo, pero no te mordió. Pasaste varias horas encerrado dentro de una gruesa telaraña antes de que tus colegas te encontraran en el tanque. La mayor parte de la seda ya había sido absorbida por tu piel. Tu organismo se ha sincronizado con ella, y ahora puedes producir telaraña. Las glándulas arácnidas se encuentran junto a tus glándulas salivales, así que hay una bolsa en tu garganta. En este momento puedes escupir telaraña, pero en el futuro serás capaz de expulsarla por otras partes de tu cuerpo. Estás asustado... pero fascinado. No puedes esperar para dar inicio a los experimentos.

Vas a la zona de pruebas cerca del laboratorio. Allí, escupes tu telaraña en un tronco grueso y pegas el otro extremo a un tronco que se encuentra en la punta opuesta. Tu seda es elástica. Envías una suave descarga eléctrica a través de la red con la ayuda de un dispositivo. La seda se contrae y los dos troncos se estrellan. Quieres poner a prueba su fuerza. La telaraña más fuerte pertenece a la araña de corteza de Darwin. Su seda es dos veces más fuerte que cualquier otra, y parece que la tuya adquirió sus propiedades. Tus asistentes traen una grúa a la zona de pruebas. Creas una larga línea de seda y la pegas a la grúa como si fuera un cable. La telaraña se eleva y sostiene un bloque de cemento de varias toneladas.

Poco después, aparecen unas bolsas pequeñas en la punta de tus dedos. Ahora puedes producir telaraña por debajo de tus uñas y lanzarla a largas distancias. Vas al laboratorio, miras por la ventana y expulsas un delgado hilo de seda. La seda cae, pero no toca el suelo. Unas pequeñas bolas pegajosas se forman en sus extremos. Comprendes al instante de qué araña obtuviste estas propiedades. La araña de lomo rojo de Australia teje una red con hilos pegajosos de seda que se estiran hacia el suelo como una cortina de cuentas. Cuando una hormiga o un grillo toca una de estas cuentas, la red lo atrapa y eleva al pobre insecto por los aires.

Por supuesto, no olvidas divertirte un poco. Decides hacerles bromas a tus colegas y dejar estas líneas de seda por todo el laboratorio. Un par de horas después, ves a varios científicos colgando del techo y pidiéndote que te detengas. Tejes una red sobre el suelo y saltas sobre ella como si fuera un trampolín. La superseda también les ha dado fuerza y flexibilidad a tus músculos y tus huesos, así que no temes lastimarte. Produces seda en tus palmas y tus dedos e intentas trepar a las paredes. Apoyas la palma en el muro, pero desprendes la pintura y el yeso y caes.

Has descubierto otra habilidad de las arañas. Arrojas la seda por tus dedos y no la ves. Si pegas esta telaraña a un objeto y tiras, parece que tienes telequinesia. Algunas especies de araña producen seda que no refleja la luz ultravioleta. En otras palabras, puedes tejer una red transparente. También tienes una seda que refleja la luz ultravioleta y que parece azul desde cierto ángulo, pero la más genial de todas es la telaraña dorada. En las regiones tropicales, algunas arañas agregan una sustancia especial a su seda que le da un tono dorado a las telarañas. Con estas habilidades, diseñas unos hermosos patrones.

Sales del laboratorio y te diriges al bosque que se encuentra no muy lejos. Una vez allí, cientos de miles de arañas caminan hacia ti. Pero no te preocupes, no quieren atacarte. Las arañas pueden cubrir sus telarañas con feromonas especiales que atraen a otras arañas, y ahora sienten esas feromonas en tu piel. Escupes una telaraña con una bola pegajosa, grande y pesada en la punta. Algunas especies producen esta seda y la usan para atrapar insectos. También puedes empuñarla y romper un árbol con ella.

La seda de araña es estéril y tiene propiedades antibacterianas. Creas una red que funciona con mayor efectividad que un parche medicinal; el único problema es que es difícil despegarla de la piel. Caminas a un lago cercano para analizar otra propiedad asombrosa que posee una araña particular. Esta especie vive bajo el agua: se trata de la araña de agua. Ella crea un capullo de seda que recuerda a una campana, llena esta burbuja impermeable con una gran cantidad de oxígeno y vive dentro de ella bajo el agua. Liberas la seda delgada a través de tus dedos y tu boca para tejer una gran bola. Luego, la arrojas al agua y entras. Sientes que te encuentras en un submarino que se hunde lentamente hacia el fondo del lago.

Aún dentro, te cubres con una seda que repele el agua y creas una capa de aire entre ella y tu cuerpo. Sales del capullo y nadas por debajo del agua como un buzo. El aire se acaba, así que subes a la superficie. Unes una fuerte seda elástica a dos árboles y tomas el hilo por la mitad. Luego, lo estiras como si fuera una honda y saltas. Vuelas sobre los árboles mientras gritas lleno de alegría. Pasas por encima de la zona de pruebas, el laboratorio y... Espera, ¿cómo aterrizarás? Estás a punto de caer sobre los árboles. Lo último que recuerdas es estar cayendo. Vuelves a despertar en el hospital. Te duele todo el cuerpo por tu experimento no muy inteligente. Sientes que algo cambió. Los doctores te dicen que la seda en tu cuerpo se ha disuelto por completo y que ya no puedes crear telarañas. “Bueno, valió la pena”, piensas.

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