A mí no se me daría bien ir vendiendo a desconocidos
Trabajé en una empresa de mercadeo en red y estuve a punto de perder a mi familia
Probablemente no haya una persona que no sepa qué es el mercadeo en red. Por lo general, las personas son muy escépticas con él ya que no les inspira nada de confianza. Sin embargo, algunos se enfrentan con el marketing multinivel tan de cerca que el encuentro con este negocio no les deja nada más que malos recuerdos.
Me llamo Inés, quiero contarles a los lectores de Genial.guru lo que aprendí al conocer de cerca el mercadeo en red.
Mi historia comenzó con las clases de inglés. Hace un par de años, decidí mejorarlo y encontré una maestra. La maestra se llamaba Elena, éramos de la misma edad y simpatizamos entre nosotras: era muy sociable y conversábamos sobre cualquier asunto con mucho placer.
Después de un par de meses, Elena mencionó casualmente que aguantaba su horario solo gracias a los cócteles vitamínicos de una marca especial. Pensé: “¿Por qué no?, todos mantienen su fuerza lo mejor que pueden”. A veces me contaba historias maravillosas sobre la pasta de dientes que cura las caries y los cosméticos que son increíblemente rejuvenecedores.
Después de un tiempo, me preguntó si yo estaba incómoda por depender financieramente de mi esposo, porque estaba de baja por maternidad y no tenía ninguna fuente de ingresos. De hecho, dicha situación me causaba cierta incomodidad. Entonces mi profesora dijo que se encontraba en la misma situación. Fue entonces cuando comenzó a dedicarse al negocio en la red, porque es ideal para una madre joven. Ordenas todos los productos sin salir de tu casa, y durante los paseos con el niño, los distribuyes.
Me pareció realmente conveniente. Además, era un momento oportuno. Inesperadamente para mí, de repente dije: “Sí, voy a intentarlo”.
Me registré en la empresa. Me extrañó que me hicieron pagar por el registro, pero creía que era una inversión en mi futuro negocio. Elena siempre estaba dispuesta a responder mis preguntas, me alentó e informó sobre la bonificación que recibiría si vendía una cierta cantidad de mercancía. Era muy elocuente hablando acerca de cuántas oportunidades hay a nuestro alrededor, así que involuntariamente me entraron ganas de ir corriendo para buscar mis primeros clientes. Esta actitud duró media hora o una hora como máximo. Luego, la niebla se despejó, recuperé el sentido y me pregunté por qué reaccionaba tanto ante sus palabras.
Una vez, mi profesora me invitó a una reunión de asesores de ventas y me dijo que iría a conocer unas personas maravillosas: los verdaderos líderes que eligieron la independencia. Dibujé una imagen en mi mente con una pequeña sala de conferencias, un orador incendiario y jóvenes interesados en una causa común. Gasté lo último que me quedaba de dinero para arreglarme.
La reunión se celebró en el departamento de la gerente. Lo que vi cuando crucé la puerta me dejo boquiabierta. La gerente que ha elegido la independencia era una mujer de unos 75 años, vestida con un vestido de estar por casa. En el interior del departamento con muebles anticuados y cubiertos de polvo olía a comida. Todos los presentes eran personas mayores. Parecía surrealista, pero en aquel momento quería creer en un futuro brillante por lo que enseguida encontré una explicación plausible de lo que estaba pasando.
Sin embargo, no entendía una cosa: bueno, ¿dónde estas mujeres mayores encuentran a los compradores de sus productos? Al principio, no lograba vender nada: nadie necesitaba todas esas maravillosas vitaminas y detergentes. Pero pronto aprendí cómo se hacía el negocio: una vez, haciendo cola en el banco, vi a una de esas damas de la reunión. Después de haber comenzado una conversación con una mujer de la cola, le vendió un perfume. ¡Fue tan fácil y elegante! Entonces decidí que también sería capaz de hacerlo. Después de todo, no robo a nadie: las personas deciden por sí mismas si lo compran o no.
Pronto se presentó una buena oportunidad: mientras paseaba por el parque con mi hija, noté a una mamá joven con una carriola. Me acerqué a ella y comencé una conversación. Paseamos un rato juntas. Fue terriblemente vergonzoso, pero me animé recordando las palabras que había escuchado en la reunión: no vendo, pero presto un servicio por el que esta mujer debería estar agradecida.
Le vendí un desodorante. Pero fue horrible: en medio de una conversación amistosa, de repente le insinúas claramente a una persona que te acercaste a ella solo para vender algo. Y ves cómo esta persona, demasiado amable para rechazarlo, compra lo que no necesita para nada.
Le conté a Elena sobre este episodio y mis sentimientos. Sin embargo, pareció que no me había oído. Mi maestra me regañó por las bajas ventas y me ofreció comprar más productos gastando en ellos mi propio dinero para que estuvieran en stock y pudiera demostrarlas a los compradores. Cuando le respondí que no podía, ella me dijo: “Si no tienes dinero, debes pedir un préstamo: todo el mundo lo hace”.
Como no tengo un contrato, me rehusaron el préstamo y no tenía mi propio dinero. Entonces decidí pedírselo a mi esposo. Al regresar a casa, le avisé que planeaba comprar más mercancía. A lo que él dijo que me habían lavado el cerebro, y que todo esto había ido demasiado lejos, y ahora, por primera vez en su vida, se negaba a ayudarme. Tuvimos una pelea terrible.
Seguí desarrollando mi “negocio” (gracias a mi esposo sin comprar más productos), y un día Elena me convenció de participar en una gran conferencia. Acepté: tenía muchas ganas de escapar de la rutina de mi baja maternal, aunque fuera por un par de días. Necesitaba cambiar el escenario.
Teníamos planeada una reunión oficial, y luego una recepción en el restaurante de un famoso hotel. ¡Una recepción! Me volví tan salvaje en estos 2,5 años estando en casa con mi niña que la oportunidad de ponerme un vestido, zapatos de tacón alto y conversar con la gente parecía mágica. Es cierto, tuvimos que pagar el viaje y el alojamiento. Bueno, nada, estaba dispuesta a pagar esta fiesta.
Además, la relación con mi esposo se deterioró. Una sola mención de la empresa, provocaba una disputa. No entendía para qué necesitaba todo eso, asegurando que me estaba convirtiendo en un zombi. Solía burlarse de mí diciendo que era una futura millonaria de la pirámide de mercadeo en red. Por lo tanto, cuando tuve la oportunidad de escapar a la conferencia por un par de días, lo hice con mucho gusto.
Es cierto, antes de marcharme tuve una llamada de Elena. Charlamos un rato. Me contó sobre el vestido que había pedido prestado a su amiga para ir a la fiesta corporativa, y luego pidió que le pagara el anticipo por un par de meses de las clases de inglés, ya que no tenía suficiente dinero para pagar varios préstamos. Le pagué por adelantado por un mes, pero pensé: si le está yendo tan bien y asegura que trabajar en la empresa le permite vivir una gran vida, ¿por qué le pide el vestido a su amiga y no puede pagar sus préstamos? Fue suficiente para comenzar a dudar.
En cuanto a la conferencia, debo admitir: todo estaba al más alto nivel. La conferencia se celebró en un gran salón con un escenario donde intervinieron varios oradores, así como las estrellas de la empresa. Se notó que era un evento costoso. Sin embargo, la propia conferencia no era esencialmente diferente de las reuniones que tuvimos antes: me dio la misma sensación de que estaba viendo una obra barata.
- Más tarde, me enteré un poco sobre el tema de la programación neurolingüística y me di cuenta de que una conferencia de una empresa de mercadeo en red es un gran lugar para ver cómo funciona. Cada orador, de una forma u otra, repetía que el mundo estaba lleno de oportunidades, y al vender los productos de la compañía, hacemos el bien a la gente, bueno, ¡toda una multitud de Prometeos que traen la luz a las cuevas oscuras!
- Los oradores contaron historias conmovedoras sobre una infancia difícil, una juventud pobre y un milagro que ocurrió: el encuentro con un asistente de ventas de la compañía. Después de eso, todos tuvieron un giro inesperado en la vida. Como resultado: “Mira dónde estoy ahora”. Sin embargo, no tenía muy claro dónde estaban en aquel momento: muchos millonarios tenían un aspecto muy descuidado.
- Comprendí por qué a las empresas de esta clase les gusta organizar eventos grupales: es más fácil inculcar una idea a alguien quien tiene dudas cuando está entre la multitud. Cuando ves a docenas y cientos de personas frente a ti que confían en que vender este producto es bueno, literalmente en unos 15 minutos tú mismo comienzas a creer en ello.
- Teniendo en cuenta la preocupación general por el medio ambiente, los oradores no paraban de asegurar que los productos de la compañía son completamente inofensivos y que el embalaje es reciclable. Pero por alguna razón, ningún producto lleva una marca correspondiente. Cuando pregunté sobre esto, recibí respuestas al estilo de “la compañía es tan genial y famosa que no necesita ningún certificado ni marca”. Aunque, incluso los productores de fama mundial suelen colocar estas marcas en sus empaques.
- El banquete después de una conferencia tan inspiradora no es un generoso regalo de los propietarios de la casa a sus subordinados. Después de cenar en compañía de estas personas, te conviertes en parte de la “familia”. No puedes abandonarla después de eso. La fiesta refuerza el efecto de la conferencia. Los comerciantes encontraron una mina de oro cuando inventaron el Team Building o “construcción de equipos”.
A pesar de que seguía creyendo en varias cosas de lo que me dijeron en la compañía, cada vez me entraban más dudas. En algún momento, se me ocurrió que todos estos millonarios son actores contratados. Después de googlear los nombres de algunos de ellos, no encontré ninguna información en fuentes independientes, solo en los foros de los empleados de la compañía.
Esperaba divertirme y conocer gente interesante, pero me llevé una decepción: la mayoría eran mucho mayores que yo, y nuestras ideas sobre la diversión eran muy diferentes. Además, todas esas personas estaban tan cargadas de información que no podían hablar de nada, excepto de lo buena que era la empresa y la suerte que tenían de formar parte de una sociedad tan privilegiada.
Pero Elena se sentía muy cómoda en este hogar de ancianos. Iba de mesa en mesa, junto con los demás admiraba a los oradores, confundiéndolos con verdaderos millonarios, y estaba orgullosa de pertenecer a la “élite”.
La fiesta terminó bastante temprano, así que fuimos al lobby a tomar una copa de vino y conversar. Después de cientos de elogios de caballeros mayores, Elena se sintió como una mujer fatal, por lo que, pidiendo una copa de vino en el bar, decidió usar sus hechizos y vender una barra energética al barman. Jamás he pasado tanta vergüenza: el barman nos miró a las dos con pena y desprecio apenas perceptible. La tarde fue totalmente arruinada. Tomé apresuradamente mi copa de vino, y fui a la cama.
Pero la gota que colmó el vaso fue la mañana del regreso. Estaba encantada de regresar a mi casa. Comprendí que este viaje había un error. En general, toda esta aventura con una empresa de mercadeo en red no era para mí. Estas personas parecían estar afectadas por algún tipo de enfermedad, y cada una de ellas buscaba infectar a más personas a su alrededor.
Esa mañana, nuestra hija se despertó con fiebre. Estaba muy preocupada por la enfermedad de mi niña por lo que decidí tomar un taxi para llegar lo antes posible. Elena dijo inmediatamente que vendría conmigo, aunque su trayecto se hacía más largo. Tan pronto como se subió al auto, comenzó a “explicarle” al conductor que su trabajo era duro, y necesitaba tomar vitaminas. Ya no aguantaba escuchar sus monólogos, por lo que me encantó cuando el conductor, sin delicadeza innecesaria, dijo que no le interesaba.
Llegué a casa e inmediatamente me dediqué a cuidar a mi hija enferma. Unas horas más tarde me pareció que todo este viaje había sido solo una pesadilla. Pero en ese momento me llamó Elena y se puso a regañarme por el hecho de que no la había ayudado ni en el bar ni en el taxi. Que la compañía hacía tanto por mí, y yo no lo apreciaba.
Entonces entendí. No le importaba cómo me sentía, que estaba preocupada por mi niña enferma. A estas personas no les importa si es un extraño, un amigo o un vecino que apenas llega a final de mes. No les importan en absoluto. Cada persona es solo un paso en el camino para obtener puntos, bonificaciones, cupones y niveles.
Colgué el teléfono sin decir una palabra. Mi trabajo en la empresa de mercadeo en red llegó a su fin.
¿Has conocido representantes de mercadeo en red en tu vida? ¿Cómo fue tu relación con ellos?
Comentarios
No me fie nunca de este tipo de trabajos
Menos mal que lo dejó, iba a acabar muy mal
si,me paso con una marca de cosmética hasta cierto punto "famosa",estaban buscando consultoras para distribuir sus productos por catálogo pero la primera venta debía ser mayor que las demás para que vieran que si era capaz de vender y ya estaban tratando se convencerme para que invirtiera yo misma mi dinero,rápido vi que era un teatro...
pero habrá seguido con sus clases de inglés previamente pagadas??????