Una reflexión sobre la pregunta “¿se puede echar a los hijos del hogar si ya tienen 18 años?”

Psicología
hace 3 años

La crianza de los niños es una de las tareas más difíciles y satisfactorias del mundo, y aquella para la cual uno puede sentir que está menos preparado. Tarde o temprano, la mayoría de los jóvenes tiene que abandonar la casa de sus padres y comenzar una vida independiente. A menudo esto se debe al comienzo de los estudios, el trabajo o la creación de una familia. Pero no siempre y en todas partes es tan simple como parece.

En Genial.guru publicamos este texto con el permiso de su autora, la bloguera Morena Morana.

Una vez leí cómo unos padres respetables e inteligentes “despacharon” a su hija de la casa. La llevaron a un apartamento alquilado y la dejaron allí, como en los crueles cuentos de hadas antiguos. O sea, pagaron el alquiler por adelantado por 3 meses, y cuando su hija cumplió 18 años, pretendieron que la joven siguiera adelante con su vida de la manera que pudiera.

— ¿Qué hago ahora? -preguntó la chica-. ¿Tendré que trabajar en McDonald’s, o qué?

Y sus padres le dijeron con optimismo: “¡Vas estar bien, saldrás de esto!”. Y se frotaban las manos, imaginando que su maravilloso método pedagógico funcionará, y su hija pasará de ser una niña a ser una mujer con una personalidad hermosa, fuerte y completamente emancipada, que conseguirá absolutamente todo por sí misma.

Así que veo esta película de terror con una trama retorcida, y se me ocurren 3 pensamientos al respecto.

La primera reflexión se refiere a la ingenuidad de los padres al creer en la fantasía hollywoodense, donde las clases sociales más bajas logran pasar de ser un lavaplatos a un dueño de un comercio gigante. Así que no hay nada mejor que el realismo. Una cosa es McDonald’s como parte del espinoso camino hacia la meta, pero si no hay ninguna perspectiva de crecimiento adicional, es la ruina misma.

Sí, algunas personas tienen que trabajar en vez de estudiar en la universidad. Eso pasa, y algunos, incluso, salen exitosos. Pero ese éxito no “se debe a” sino “a pesar de”. Si hay una oportunidad de estudiar en paz y, si es posible, trabajar a tiempo parcial para conseguir ropa, comida y cosméticos mientras adquieres tus primeras habilidades que coinciden al menos ligeramente con la profesión que has elegido, es mucho, mucho mejor que una ridícula hazaña laboral en el ámbito de las hamburguesas y las patatas fritas.

Los profesionales de alto nivel tienen que invertir en sí mismos, a veces durante toda su vida. Me parece que, incluso desde el punto de vista del beneficio trivial, es más fácil para los padres invertir al menos en los primeros 2 o 3 años de universidad, porque la probabilidad de criar a un especialista de éxito, de esta manera es mucho mayor. Aunque hay excepciones, claro. Conozco a unos cuantos chicos que volaron del nido con unos 18 años y no solo trabajan ellos mismos, sino que incluso viajan. Pero lo que vi se hizo a expensas de los estudios abandonados.

El segundo pensamiento que no deja de inquietarme es si los padres tenían en mente algún matrimonio, y si ven al primer hombre con el que se encuentre su hija como un posible candidato para mantenerla. Este tipo de pensamientos se dan a menudo en la cabeza de nuestros padres, más a menudo de lo que pensamos, sobre todo en lugares donde parece que no hay otra opción para salir de aprietos que casarse.

En familias que no son muy ricas, cuando la joven alcanza la edad de casarse, los familiares, a menudo, empiezan a jugar el lamentable juego de la “papa caliente”. Todo el mundo intenta dejar a la chica en algún lugar, y este “lugar” la mayoría de las veces acaba en relaciones abusivas, adicciones varias, sufrimientos y un sinfín de cosas desagradables para la joven. Porque, la mayoría de las veces, no es el príncipe azul que acude a la “dama en apuros”, sino un simple aprovechador.

Si la chica es tan fuerte emocionalmente como para no dejarse manipular, la miran con condena: “bueno, ¡¿cuándo vas a entrar en razón?!”.

El tercer pensamiento no tiene nada que ver con las cosas materiales. Se trata de nuestro común y humano deseo de acudir, si algo ha ido mal, a la casa de nuestra madre (o padre, no importa la diferencia) y encontrar allí el apoyo y un lugar de fortaleza.

Hay una razón por la que la gente se reúne en familia, en momentos de alegría y tristeza. Hay una razón por la que la gente canta canciones en la mesa, cocinan juntos y prueban la comida del mismo plato, y se toman de la mano. Es posible ser una persona muy pobre, con un abanico muy estrecho de oportunidades. ¿Pero no dar a tus hijos un hogar en el que te acepten, te apoyen y te den calor? Si no es para eso, ¿para qué sirve tener hijos? ¿Para que no te quedes solo y sin los cuidados necesarios en tu vejez? ¿Para qué necesitas hijos a los que no podrías dar ni siquiera una genuina sensación de seguridad en el mundo, sin mencionar las demás cosas?

Al fin y al cabo, los extremos nunca hicieron bien a nadie. Ni la sobreprotección de los hijos adultos de 40 años, ni la patada prematura del “nido” cuando a una persona apenas le están creciendo las alas.

¿Qué piensas tú de esto? Cuéntanos en los comentarios de abajo.

Comentarios

Recibir notificaciones

Lecturas relacionadas