¿Y si a todas las arañas les salieran alas y empezaran a volar?
Así que eres un biólogo e investigador de la vida silvestre, guiando un recorrido en los trópicos. “¿Pueden volar las arañas?”, pregunta una mujer. Tú dices que las arañas voladoras existen. Usan el campo eléctrico de la Tierra para elevarse en el aire. Durante y después de una tormenta, se forman partículas eléctricas cargadas en el cielo. Estas se suben a un árbol o a una brizna de hierba alta y sueltan sus telarañas. Su seda se adhiere a los campos eléctricos del aire y las eleva en el cielo. Pueden volar muy alto y a miles de kilómetros de distancia.
Otras arañas pueden volar sin usar la seda. Técnicamente, no lo hacen, sino que se deslizan por el aire y eligen dónde aterrizar. Trepan a los árboles y saltan. En el aire, estiran sus patas delanteras para maniobrar durante el vuelo y aterrizan en el punto seleccionado con una precisión asombrosa. “Pero no tienen alas, ¿verdad?”, pregunta otra joven (oye, tampoco puedo hacer una voz de chica convincente, pero aquí estoy de todos modos). La muchacha y los otros turistas parecen preocupados. Tú te ríes. “¡Claro que no!”
En este punto, se te ponen los pelos de punta. Sientes una débil ráfaga de viento en la nuca y oyes un extraño zumbido. Te das la vuelta y ves una araña gris con pequeños ojos negros y largas y finas patas deteniéndose justo delante de tu cara. Se suspende en el aire con la ayuda de... pequeñas alas blancas. Las agita tan rápido como una libélula y vuela hacia el cielo a gran velocidad. Te das cuenta de que acabas de ver una especie desconocida de estas.
Entonces, te das cuenta de que hay otras arañas voladoras alrededor. Son de diferentes tamaños y formas, pero todas tienen alas. Aterrados, los turistas se dispersan, pero tú estás deslumbrado por los artrópodos que flotan en el aire. De repente, observas una gran araña errante brasileña entre ellas. Es una de las más venenosas del mundo. Ahora, tú también estás asustado y te retiras lentamente. Al llegar a la ciudad, ves que la gente entra en pánico por todas partes. Cientos de estas vuelan alrededor, aterrorizando a los residentes. Nadie sabe que tiene aracnofobia hasta que ve una gran araña volando por encima del suelo. Corres al centro de investigación y, junto con los demás científicos, intentas averiguar qué está pasando.
Atrapas unas cuantas arañas y las pones en un recipiente. A la mañana siguiente, estudias estas criaturas y llegas a un importante descubrimiento. Durante su vida, cualquier araña muda. Su cuerpo interior crece, pero no el caparazón exterior, el exoesqueleto. Así que necesitan cambiarlo. Cuanto más joven es la araña, más a menudo lo hace. Las jóvenes mudan de 1 a 2 veces al mes. Una araña adulta lo hace en 1 o 2 ocasiones al año. Los científicos han descubierto que después de la séptima muda, las arañas producen alas situadas en el interior del cuerpo. Por alguna razón, los zoólogos nunca habían notado este detalle. Parece que estas se encontraban bien escondidas.
Ahora, la humanidad es testigo de la cima de la evolución de las arañas. Llevan millones de años haciendo crecer sus alas, y ahora ha llegado el momento en que pueden usarlas. En pocos días, el mundo ha cambiado drásticamente. Antes, estos insectos se escondían en rincones oscuros, en pequeños túneles subterráneos, dentro de los troncos de los árboles. A la mayoría no les gustaba la luz del sol y eran tímidas depredadoras que nunca salían del recinto de sus telarañas. Pero ahora, con las alas, estas se volvieron valientes y audaces. Parece que han sentido el poder y el olor a miedo de los humanos.
Las arañas se reúnen en grupos y tejen redes en todos los edificios y carreteras. Los servicios municipales no tienen tiempo de limpiar las calles de la seda de estas. Otro problema es que las arañas atacan y pican a todo el mundo. Ahora, vayas donde vayas, tienes que ponerte ropa protectora y un casco antes de salir de casa. Las arañas actúan como si fueran verdaderas dueñas de este planeta. Podrías pensar que no es tan aterrador: incluso con alas, estas son pequeñas y solo comen moscas y otros insectos. Pero imagina que enormes tarántulas peludas, del tamaño de la palma de la mano de un adulto, llenan el cielo. Oirías el batir de sus alas desde lejos. No confundirías este sonido con nada.
Las grandes arañas no pueden volar con alas finas y transparentes como otros insectos. Sus alas se parecen a las de los murciélagos. Antes no vivían en grandes grupos. Pero ahora, parece que el objetivo común de dominar el mundo las ha unido. El número de arañas crece cada día. Atrapan casi todos los insectos voladores y rastreros. Antes, la población de artrópodos estaba controlada por las aves, los pequeños animales carnívoros y otras criaturas. Al principio, los pájaros estaban encantados con tanta comida voladora alrededor. Pero se volvieron inútiles cuando las arañas venenosas se hicieron demasiadas.
El ciclo natural de la vida se interrumpe. La humanidad está dando la voz de alarma porque el número de abejas en el mundo está disminuyendo. Estos insectos son una de las criaturas más importantes de nuestro planeta. Casi ninguna planta de la Tierra podrá producir frutos y semillas si las abejas desaparecen. Las arañas que cazan insectos en el cielo se asemejan a los pescadores que capturan peces con redes. Justo en el aire, esta produce una gruesa tela que cuelga de su cuerpo como una cortina. Luego, la araña flota en el cielo sin moverse durante horas y espera a que los insectos vuelen hacia sus redes.
Las especies que no tejen telarañas, como la araña saltarina, atrapan a las presas con una velocidad y precisión increíbles. Tienen una visión perfecta que supera a la humana. Si estos insectos ven su cena a distancia, saltan rápidamente sobre ella. Ahora, con las alas, se han vuelto aún más rápidas. Enormes telarañas cubren los tejados de los rascacielos. Cientos de miles de arácnidos se unen para crear una red tan gruesa que una persona puede quedar atrapada en ella. Para protegerse de la lluvia, crean un toldo de seda que repele el agua. Es tan fuerte que se puede saltar sobre él como un trampolín.
Los grandes animales también tienen miedo de alejarse de su hogar. Osos, leones, lobos, leopardos, hienas y otros depredadores huyen tan rápido como pueden en el momento en que oyen un aleteo acercándose desde el cielo. Muchas arañas se instalan dentro de los carros estacionados en la calle y construyen ahí sus nidos. En pocos días, un auto así se convierte en un capullo blanco envuelto en seda, y el interior se llena de millones de arañitas. Por eso muchos conductores cubren sus vehículos con un toldo y los rocían con vinagre.
Para lidiar con estos insectos, la gente rocía repelente creado específicamente para las arañas del cielo, como las llaman. Esto ayudó al principio, pero en pocas semanas, estas se volvieron inmunes a la sustancia. Los biólogos se encogen de hombros consternados. Las arañas se adaptan a cualquier condición y siguen aumentando su población. Se impone el estado de emergencia en muchos países, nadie sale de su casa. La comida se reparte con drones, pero las arañas han aprendido a desarmarlos. Cientos de estas se abalanzan sobre uno y lo enredan en una gruesa capa de seda. Cuando este cae al suelo, las arañas se comen la pizza y otros alimentos.
Parece que no hay salvación, pero los científicos encuentran de repente lugares en el mundo donde no viven las arañas. Estos son bosques tropicales y selvas. Pronto, resulta que los jefes ahí son avispas que manipulan telarañas. Son probablemente las únicas criaturas a las que las arañas temen hoy en día.
Estas avispas son parásitos que usan a las arañas para cuidar a sus crías. Cuando ve una araña, la avispa vuela y simplemente deja caer un huevo en la espalda de esta. La larva eclosiona y comienza a alimentarse de ella. Afecta al arácnido a nivel químico y altera su mente. El insecto empieza a tejer una telaraña única, con un patrón y una forma extraños. Esta red es un lugar seguro para que el parásito se desarrolle. Luego, la larva abandona la araña, se aferra a la red y crea un capullo. En su interior, se convierte en avispa y vuela en busca de otra araña.
Los biólogos crean terrarios artificiales donde crían colonias de estas avispas. Cada día, se liberan cientos de miles de parásitos al cielo, donde se encuentran con las arañas. Pronto, los arácnidos empiezan a perder. No pueden resistir a las avispas con sus pequeños huevos pegándose a sus espaldas. El equilibrio vuelve a la naturaleza. La población de abejas y otros insectos se restablece. Las arañas ya no pueden volar debido a los parásitos que tienen en su cuerpo, así que después de un tiempo, simplemente se olvidan de cómo usar sus alas y comienzan a arrastrarse por el suelo de nuevo. Entonces, surge otro problema. Los parásitos son cada vez más numerosos. Pero esta vez, la gente se salva gracias a los pájaros. Reducen el número de avispas y las ahuyentan de vuelta a los trópicos.