8 Obras de la literatura que los lectores malinterpretaron

hace 3 años

Todos recordamos las clases de literatura en la escuela, cuando escribíamos ensayos, y en ellos teníamos que explicar qué quería decir el autor de tal o cual libro. Pero a veces el escritor quiso decir algo absolutamente contrario a lo que vieron los críticos. En ocasiones, las obras ocultaban un significado que era impalpable a primera vista.

Genial.guru recopiló una lista de libros cuyo significado real no ha sido descubierto por todos.

1. Miguel de Cervantes. Don Quijote de La Mancha

Cervantes nunca ocultó el hecho de que escribió su historia sobre Don Quijote como una parodia de las novelas caballerescas. A principios del siglo XVII, tales novelas se habían vuelto muy populares: el público adoraba los libros sobre nobles caballeros, llenos de clichés e inconsistencias. Don Quijote fue considerado por los lectores como virtuoso y honesto. De hecho, Cervantes quiso mostrar una imagen colectiva de todos estos caballeros patéticos e inverosímiles. El escritor ridiculizó los clichés, uno tras otro, mostrando a su protagonista como una persona excéntrica y extraña que por momentos comete actos francamente dementes y que está muy lejos de la realidad. La imagen de la Bella Dama de Don Quijote también está lejos de la realidad, porque en verdad era una campesina ordinaria, grosera y descuidada.

Pero los lectores percibieron la novela como otra obra verdaderamente caballeresca, y Don Quijote se convirtió en un símbolo de pureza espiritual, ingenuidad, nobleza y coraje imprudente. Cervantes no logró que el público dejara de adorar los “cuentos pomposos”. Aunque al final de la obra, Cervantes bromeó con los lectores. Don Quijote le legó dinero a su sobrina, pero puso una condición imposible: ella tenía que negarse a aceptar cualquier propuesta de matrimonio de un hombre que leyera novelas caballerescas. Solo de esta manera heredaba el dinero. Cervantes insinuó que estos libros eran leídos por absolutamente todos.

2. Ray Bradbury. Fahrenheit 451

Esta novela distópica se publicó en 1953 y describía la escalofriante sociedad del futuro, en la que los libros están prohibidos. Queman todos los libros encontrados. Pero hay un grupo de marginados que están memorizando textos con el fin de guardar la información para las generaciones futuras. Por supuesto, tanto los críticos como los lectores creían que la novela tocaba los problemas de la censura estatal y la opresión del pensamiento libre en una sociedad totalitaria.

Sin embargo, cuando el escritor fue entrevistado, señaló que tenía otra cosa en mente. De hecho, se trataba de una amenaza para los libros, pero no por parte de la censura, sino de la televisión tóxica para todos, que tiene un efecto peligroso en las personas.

3. Lewis Carroll. Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas

No todo el mundo sabe que Lewis Carroll es el seudónimo de Charles Lutwidge Dodgson, quien también era profesor de matemáticas. Los contemporáneos se sorprendieron de que una novela tan extraordinaria fuera escrita por una persona bastante cerrada y conservadora.

En el siglo XIX, las matemáticas comenzaron a cambiar rápidamente y el controvertido concepto de los números imaginarios ganó una gran aceptación. Sin embargo, Dodgson pertenecía al grupo de científicos de la vieja escuela, y en su tiempo esta ciencia se estudiaba sobre la base de libros de texto conocidos. Y de repente aparecieron jóvenes especialistas que tenían un nuevo punto de vista. El científico conservador se lo tomó todo con hostilidad. Entonces decidió escribir una novela sobre el mundo con las leyes de las matemáticas abstractas vigentes, solo para mostrar a los lectores toda su locura. Los objetos cambian de tamaño y de proporciones porque el mundo del cuento se basa en una nueva álgebra con números imaginarios. A su vez, Alicia era una científica tradicionalista que intentaba controlarse y no volverse loca.

4. Ian Fleming. El espía que me amó

“Me sorprende cada vez más que mis thrillers, ideados para un público adulto, se lean en las escuelas y que los jóvenes consideren a James Bond como un héroe. Aunque para mí no es un héroe, sino solo un profesional que cumple de manera eficaz su trabajo”, dijo Fleming sobre su personaje, a quien le debía su enorme popularidad.

El autor no sobreestimó a Bond, lo consideraba una persona aburrida. Y decidió abiertamente mostrar su postura en la novela El espía que me amó. Escribió el libro en nombre de una mujer enamorada de Bond y sacó a la superficie muchas de sus deficiencias. Sin embargo, los lectores no apreciaron la idea y continuaron admirando al héroe.

5. Anthony Burgess. La naranja mecánica

La distopía satírica de Anthony Burgess que le dio fama lo llevó a la decepción. Según el autor, los lectores malinterpretaron completamente la obra y él no pudo desviarlos.

“Sufrimos del deseo de difamar a los famosos. El libro que me trajo la fama, o simplemente por el que soy famoso, es una novela a la que estoy dispuesto a renunciar: inventada hace un cuarto de siglo como una travesura y para ganar dinero, se convirtió en la fuente de una película que glorifica la violencia. La película empujó a los lectores del libro a malinterpretar la idea original, y este malentendido me perseguirá hasta que muera”, lamentó el autor.

6. Peter Benchley. Tiburón

Cuando Benchley concibió su novela, se basó en información sobre cómo los pescadores capturaban grandes tiburones blancos, así como en historias sobre ataques de tiburones (aunque eran muy pocas).

El libro Tiburón se hizo muy popular y la película del mismo nombre atrajo aún más atención. Más tarde, el escritor se sintió responsable por la manera en que su trabajo influía en las personas. Mucha gente comenzó a sentir pánico a los tiburones. Y el propio Benchley empezó a estudiar a propósito el comportamiento de estos animales y se dio cuenta de que estaba bastante equivocado y que los había demonizado en vano.

“Dado el conocimiento que he acumulado sobre los tiburones durante los últimos 25 años, es posible que hoy no haya podido escribir Tiburón... Por mi propia voluntad, nunca. En aquella época se consideraba que los grandes tiburones blancos eran antropófagos y que atacaban a las personas por elección propia. Ahora sabemos que casi todo ataque a una persona es un accidente. Los tiburones confunden a las personas con sus presas habituales”, compartió el escritor.

Pero ya no pudo hacer cambiar de idea a los lectores.

7. Franz Kafka. La metamorfosis

Una de las obras más famosas del escritor, que fue adaptada al cine más de una vez, se publicó por primera vez en una revista y no despertó ningún interés entre los lectores. Nadie logró ver la tragedia de la soledad, el drama de una persona frente a un destino despiadado y sin sentido, el parasitismo de los demás. Kafka no siguió publicando, y antes de su muerte le pidió a un amigo que quemara sus manuscritos. Afortunadamente, la solicitud no fue cumplida. Kafka se hizo famoso y su trabajo fue entendido por muchos, pero nunca se enteró.

8. Jerome David Salinger. El guardián entre el centeno

La novela sobre un adolescente inquieto era demasiado atrevida para los 50. El vocabulario vulgar y las discusiones sobre los aspectos íntimos de la vida atrajeron inmediatamente la atención de la censura, y el libro fue prohibido. Más tarde, El guardián entre el centeno fue considerada una obra que provocaba comportamientos inapropiados y rebelión. Y solo después de varias décadas, comenzó a percibirse como un libro psicológico sobre los problemas de los adolescentes, su lucha con ellos mismos y sus intentos de adaptarse al mundo que los rodea.

¿Cómo percibiste estas novelas? ¿Has notado en ellas alegorías que no son perceptibles a primera vista?

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