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18 Usuarios de Genial tan despistados que si no pierden la cabeza, es porque la tienen pegada

¿Alguna vez tu cerebro te ha jugado una mala pasada? Hacemos referencia a esos descuidos momentáneos, como olvidar la fecha de aniversario, perderse una cita o encontrar las llaves en un sitio inusual. La vida tan ajetreada que llevamos, el estrés diario y las mil y una actividades que tenemos pueden ser la combinación perfecta para esos pequeños desastres. A veces, la memoria no es nuestra mejor aliada, y más vale tomarse las cosas con una dosis de humor.

  • Una vez me puse los audífonos para escuchar música, porque no me gusta la música del autobús. A una cuadra de llegar a mi trabajo, me grita una compañera “hasta aquí puedo escuchar tu música”, porque no había conectado los audífonos al teléfono y me vine todo el camino haciendo escuchar a la gente mi playlist de Metallica. © Zul Pat / Facebook
  • Me fui a trabajar con mi maletín, pero como no llevaba mi celular, regresé una cuadra y antes de ir a buscarlo a mi casa, quise revisar bien si no estaba entre mis cosas del maletín. Adentro iba mi gatito dormido. El sustazo que me di al meter la mano de prisa y sentir algo raro. © Mary Lopez / Facebook
  • Al novio de mi mamá lo iban a operar. En una bolsa puso sus chanclas y, como según él no iba a regresar en unos días, sacó la basura también. Llegó al contenedor de basura, echó la bolsa que llevaba y cuando llegó al hospital, se dio cuenta de que llevaba la bolsa de basura y lo que había tirado en el contenedor eran sus chanclas. © Mimí Juárez / Facebook
  • Una vez fui a trabajar como de costumbre y cuando llegué a mi casa de vuelta del trabajo, me senté a descansar unos minutos. De pronto, me impulsé para pararme y me di cuenta de que había andado todo el día con tacones diferentes. No paré de reírme. © Silvana Andrea Quezada / Facebook
  • La otra vez tenía que llamar por teléfono, agarré el control del aire acondicionado, que es del mismo color, y no encontraba los números. Mi marido me miró extrañado. Apreté el botón de encendido, vi que se prendió el aire y lo tiré arriba de la mesa. Luego agarré el teléfono real. Mi marido solo me miró y apagó el aire. © Graciela Congiusti / Facebook
  • Solicité una cita con la odontóloga que me había atendido como veinte años atrás. Cuando llegué, abrí la puerta y me llamó la atención encontrar una escalera que no recordaba. Subí al primer piso y entré en una sala de espera muy oscura. Me senté y prendí la luz. En un momento, una señora con bata y rulos se percató de la luz que yo había encendido y apareció en la salita de espera gritando desaforada preguntando qué hacía yo allí. Cuando le expliqué, me dijo que la odontóloga atendía en la casa de al lado. © Alicia Gomez / Facebook
  • Fui a casa de mi hermana y solté mi bolso. Al salir, me llevé el suyo, fui al súper y pagué con su dinero. De repente, sonó su teléfono, que estaba en el bolso, y contesté sin percatarme de que nada era mío. Me preguntó dónde estaba su bolso, ahí fue cuando me di cuenta. © Dolores Guzman / Facebook
  • Un día, no aparecía el control del DVD por ningún lado. Mi esposo me reclamó y pasamos semanas buscándolo. Al final, mi esposo compró otro. Después de meses, en la temporada de frío, sacó su chamarra para lavarla. Revisé las bolsas, y el control “perdido” estaba ahí. Cada vez que podemos, nos burlamos de cómo mi esposo guarda tan bien las cosas. © Margarita Castillo / Facebook
  • A mí me pasó que salí con un calzón colgando en la antena de mi camioneta. Durante todo el camino me pregunté por qué los otros conductores se me quedaban mirando o me tocaban la bocina. Cuando llegué a mi destino, me di cuenta de mi error. Quería que me tragara la tierra. © Anita Flores Arias / Facebook
  • Tuve una jefa hace muchos años que en un día de invierno, llegó a la oficina con un grueso y lindo abrigo negro. Estaba lloviendo y hacía mucho frío. Ella tenía programada una reunión con todos sus empleados. Se quitó el abrigo para colgarlo. Resulta que abajo tenía solo una enagua negra; al verse así, se volvió a poner el abrigo y se fue a su casa. Se había olvidado de ponerse el vestido. Causó mucha risa, y recordamos durante mucho tiempo esa anécdota de nuestra jefa. © Emilio Miguel Espinoza Marquez / Facebook
  • Una vez, fuimos a pasear mi papá, mi mamá, mi esposo y yo. Nos detuvimos a comprar bolillos, salimos y, cuando íbamos caminando mucho más adelante, mi mamá se dio cuenta de que llevaba la pinza de la panadería. Regresamos a devolverla. Hasta el día de hoy, cuando pasamos por ahí, le hago burla. © Leticia Marquez Victoria / Facebook
  • El otro día, me bajé del coche, me metí en una tienda, compré y pagué. Cuando iba de salida, busqué las llaves del carro y no las encontré. Entonces, regresé y le dije a la cajera muy segura de mí misma que las había dejado ahí. Hice todo un lío. Al no encontrarlas, salí enojada hacia mi coche y me di cuenta de que lo había dejado encendido, con las luces prendidas y los seguros puestos. No sabía dónde meterme de la vergüenza. © Maria Martinez / Facebook
Imagen de portada Mary Lopez / Facebook
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