20 Padres que hicieron hasta lo imposible por hacer felices a sus hijos

Historias
hace 1 año

La niñez es la etapa más linda para muchas personas y, sinceramente, la felicidad de un niño no depende de los lujos que sus padres puedan ofrecerle. De hecho, está comprobado que las memorias más preciadas de la niñez son los momentos lindos que compartimos con nuestra familia y, si no nos crees, aquí tenemos las experiencias de algunos padres que dieron lo mejor de sí para hacer la vida de sus hijos lo más feliz posible.

  • En ocasiones mis padres no me dieron regalos porque no había dinero, sin embargo, siempre hubo amor. Mi mamá tenía mucha imaginación y nos preparaba comida con nombres inventados por ella, hacíamos pícnics en el patio, dormíamos en el techo de la casa, haciendo camping, y créanme que eso no se olvida y te genera muy bonitos recuerdos. Saber que tus padres están ahí para ti con amor siempre es lo más lindo, ya después habrá dinero y regalos. © Francisca Aguirre Cabrera / Facebook
  • Una vez yo no tenía dinero para un regalo para mi hija. En mi mente, ya tenía pensado algo en especial, pero vi una taza con su dibujo animado favorito y se la compré. Pensé que no la iba a valorar, pero le gustó muchísimo y hasta ahora se acuerda de lo feliz que fue cuando le regalé esa tacita. A los niños, las cosas pequeñas y con amor los hacen muy felices. © Giovanna Medina / Facebook
  • Yo a mis sobrinos, cuando eran pequeños, les hacía un regalo por Navidad (ellos no sabían que era yo) y, dos horas después de que abrieran los presentes, les preguntaba qué les habían regalado, y de 7 cosas se acordaban de 3 solamente.
    Un verano me fui de voluntario a una escuela de verano en una aldea de las más pobres de Marruecos y me di cuenta de que a los niños lo que les gusta de verdad es que pases tiempo con ellos.
    Esas navidades empecé a hacerles un taller de adornos navideños, el coste era poco por los materiales. Solo tuve que ponerle imaginación y estar en una mesa compartiendo el tiempo con ellos. La sorpresa fue que ya en octubre me preguntaban qué íbamos a hacer ese año de adornos navideños y se acordaban de todo lo que habíamos hecho los años anteriores.
    No hacen falta regalos, sino pasar tiempo con ellos y hacer algo especial, para lo que tampoco hace falta gastar tanto, lo disfrutan mucho más, o al menos esa ha sido mi experiencia. © Josele Artal Huerta / Facebook
  • A mí nunca me festejaron un cumpleaños. Mi papá nunca nos compró nada, la ropa que teníamos era regalada, solo comíamos huevo y la fruta que comíamos era la que se pasaba de madura y nos la regalaban. Eso forja valores. Actualmente, me encuentro en Estados Unidos trabajando y no me interesa nada lo material. Solo que mis seres queridos estén muy bien. © Michel Vazquez / Facebook
  • Alguna vez estuve sin dinero para regalos y mi niña cumplía 8 años. Le hice un vestido con una blusa mía, un moñito en la cabeza con un encaje de mi abuela y un gran tutú con unas cortinas. Todo lo hice a mano. Además, le compré un cupcake de tienda y lo decoré con gomitas. Después fui a la calle, conseguí ramas secas y les puse flores de papel. Bajé una cortina rosada y la puse de mantel. Creo que ella se sintió más amada que cuando tuve para darle todo. © Angélica Domínguez / Facebook
  • Cuando cumplí quince años, éramos tan pobres que a veces teníamos que comer las sobras del queso que se comían los ratones. Ese día no había ni eso, y mi madre solo me abrazó y me dijo “te quiero mucho, mi chaparra, perdóname”, y me besó. Hasta el día de hoy, lo recuerdo mucho. © Rosa Irene Aguilar García / Facebook
  • Cuando mi niña tenía como 12 o 13 años, estábamos pasando por épocas muy difíciles y, precisamente para su cumpleaños, la situación se puso aún más complicada. Solo alcanzó para comprarle a ella la porción de torta y gaseosa, le pusimos su velita y estuvimos muy felices los tres. La criamos con la conciencia de que el día que había se le daba gusto y cuando no, ¡vendrían mejores tiempos! © Berenice Trejos / Facebook
  • En mi infancia fuimos muy pobres. En Navidad nos enviaban a dormir temprano, a la mañana siguiente los vecinos tenían juguetes y nosotros no, aunque mi papá se las ingeniaba y nos hacía algo manual. En los cumpleaños era lo mismo, pero lo importante era que mis padres estaban ahí. Tuve mucho amor, no estoy traumada por no tener regalos, al contrario, eso me hizo fuerte. Como dice una canción, “hoy vivo como millonaria, mañana mendigo”, a veces se puede y otras no. © Mary Tapias / Facebook
  • Nací en 1965 en un ranchito de la Sierra Gorda de Querétaro. No recuerdo haber recibido regalos o tener festejos de cumpleaños, era normal en aquel tiempo no festejar, no teníamos energía eléctrica ni TV. Así que recibí regalos con cartas de mi papá en día de Reyes, pero me ponían bien triste, porque el seis de enero por la mañana los niños del pueblo estaban afuera de mi casa esperando ver qué me habían traído los Reyes. Mi papá procuraba que fueran juegos de mesa y esas cosas sencillas para compartir con todos los amiguitos. Yo me preguntaba por qué eran tan malos los Reyes que nunca me trajeron la muñeca que pedía y solo eran trastes para jugar a la casita o juegos de mesa.
    Los regalos son geniales cuando se dan con amor, tampoco pude darles grandes cosas a mis niños, porque apenas había para comer. © Emi HiRu / Facebook

Si, como nosotros, amas las historias de inspiración, checa estos relatos (1, 2, 3, 4, 5) sobre padres que también están librando su mejor lucha en esta aventura llamada paternidad.

  • Hay regalos que no se compran, pero están llenos de amor. Yo crecí en un hogar donde el dinero era muy escaso, pero tuve a mi madre, que nunca olvidaba un cumpleaños, y en todos ellos me hacía algo muy rico para disfrutar en familia, que éramos ella y yo. Nunca olvido los churros de yuca que hacía para festejar porque no había pastel. © Aurora Cano / Facebook
  • Yo llevo sin trabajo un año y, justo cuando lo perdí, quedé embarazada y aquí estoy, criando a mi hijo. Él cumple la otra semana y con unos ahorros, compré una bolsita de harina para pastel. Se lo voy a hacer yo misma, y además, le hice de comer lo que más le gusta sin gastar de más. Hablo mucho, nos reímos, vamos al parque y estamos compartiendo. © Abril Beltrán Marcela / Facebook
  • Tiempo y mucho cariño. Ese es el mejor regalo. Mis hijos dicen que no recuerdan la ropa ni los juguetes y que sus mejores recuerdos son las salidas de casa, la vida en familia y el trabajo de campo. Yo me río porque esas cosas que no parecían ser muy importantes para ellos ahora son su mejor recuerdo de la infancia. © Esplendida Moreira Rodriguez / Facebook
  • Un día, en el cumpleaños de mi hijo, le tuve que decir que no tenía dinero para un regalo, pero él me respondió que tenerme, para que lo abrazara y seguir siempre con él, era el regalo más grande que podía recibir. Lo único que quería era simplemente que pudiera seguir contando conmigo y ya. Él no sabe que la afortunada soy yo, porque para mí, él es el regalo más grande. © Mirta Castiblanco Rodriguez / Facebook
  • Cuando era chico, mi papá no tenía para comprarme regalos, así que me llevó de paseo a caminar por un parque temático con naturaleza y jardines. Como mucho gastó en un helado, la travesía duró unas 4 o 5 horas y fue uno de los mejores recuerdos que conservo hasta el día de hoy. © Cristian Riveros / Facebook
  • Debía regalarles algo a mis hijas por su cumpleaños. Entonces sentí que tenía que inventarme algo que les gustara y sirviera de regalo. Ese fue el momento en que se me ocurrió hacer unas pulseras con plástico reciclado de botellas u otros envases que usualmente tiramos a la basura.
    El resultado fue un éxito, aún hago las pulseras y a cada rato les regalo nuevos modelos con nuevos diseños. © José Luis Tolentino M / Facebook
Imagen de portada Emi HiRu / Facebook

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