Carta a mi hijo: “Intenté ser la madre perfecta, perdóname por haberte fallado”

Historias
hace 1 año

Convertirse en madre o padre es uno de los regalos más bellos de la vida, pero también implica mucho esfuerzo, cansancio, y en ocasiones incluso renunciar a una parte de lo que éramos antes. Los hijos, muchas veces, no nos damos cuenta de que nuestros padres además son personas, que en ocasiones cometen errores, pero que su amor hacia nosotros es infinito. La carta de una madre que veremos a continuación, dedicada a su hijo, nos habla de la importancia del perdón y el amor incondicional sin juicios.

El día que supe que venías, pensé que iba a estallar de felicidad

Tu papá y yo habíamos hablado tanto de ti que cuando la doctora nos confirmó que estaba embarazada, pensamos que no podíamos pedirle más a la vida. Aunque no la pasé nada bien durante unos meses (eras muy especial con la comida) y todo me daba náuseas, escuchar tus latidos y sentirte dentro de mi pancita me dio una fuerza que jamás había sentido.

Tu papá nos consintió mucho y nos encantaba comer helado de vainilla, sobre todo un par de meses antes de que nacieras. Conforme avanzaban los días, aumentaba mi ilusión, pero también me invadían montones de miedos y dudas. ¿Qué tal si no estaba preparada? ¿Cómo iba a seguir trabajando y cuidando de ti? ¿Iba a ser una de esas madres que se olvidan por completo de sí mismas, y el resto de mi vida giraría solamente a tu alrededor?

Tu llegada cambió todo mi mundo

Nunca podré olvidar el día en el que llegaste. Después de casi 8 horas, por fin pude ver tu carita y en ese instante todos mis miedos desaparecieron. Nunca pensé que sería una de esas mujeres para las que la maternidad lo es todo, pero en cuanto apareciste, sentí que a partir de ese momento no me importaba nada más que tú, que eras mi mundo entero.

Los siguientes meses estaba completamente agotada, pero me sentía en una nube de felicidad. Me esforzaba por hacer todo bien. Leí decenas de libros sobre crianza, cuidaba toda mi alimentación para poder darte el pecho y que fueras el niño más saludable y feliz. A veces me despertaba por la noche, incluso cuando no llorabas, solamente para comprobar que estuvieras bien.

El momento en el que todo comenzó a derrumbarse

Los meses pasaban y poco a poco ibas creciendo. Tu primera palabra, la primera vez que caminaste hacia mí, tu primera vez en la playa, todo era emocionante y nuevo para los dos. Pero más o menos cuando cumpliste tres años, las cosas poco a poco cambiaron. Ya no eras el niño tranquilo y dócil con el que podía dormir la siesta. Tenías muchas ganas de correr y de explorar todo. Y lo entiendo, no te culpo. Pero yo sentía que simplemente no podía.

Un berrinche más, un día más en el que tenía que batallar durante más de una hora y rogarte para que comieras, esos llantos y gritos que no tenían fin. Empecé a perder la paciencia, dejé de vivir y empecé a sobrevivir. Me sentía tan sola. Tu papá trabajaba casi todo el tiempo, y aunque sé que se esforzaba todos los días por darnos lo mejor, un resentimiento comenzó a apoderarse poco a poco de mí. ¿Por qué con él te portabas bien? ¿Acaso era yo a la que no soportabas?

Jamás olvidaré la primera vez que te grité. Estaba buscando desesperadamente las llaves del carro para llevarte al kínder, había estado llegando toda la semana tarde al trabajo y a ti se te ocurrió correr por toda la casa y gritar que no querías ir a la escuela, que querías ver caricaturas. No podía alcanzarte y simplemente estallé. Mi grito fue tan fuerte que paraste de correr y tus ojos se abrieron de par en par. Te agarré del brazo y fui jalándote hasta el coche, diciendo lo harta que estaba de ti y de tus rabietas.

Lloraste durante todo el camino, y yo me mantuve fuerte hasta que te bajaste del auto. En ese momento la culpa me invadió y comenzaron a brotar las lágrimas. Durante los siguientes años, esa escena se repitió una y otra vez. Quería estar tranquila, me despertaba y prometía que iba a mantener la calma. Pero siempre pasaba algo: no habías hecho la tarea, una pelea con tu papá, problemas con mi jefe, siempre había algo que me hacía llegar al límite.

Gritaba, me enojaba, y después me repetía que no quería seguir siendo esa horrible mamá. Lo único que deseaba era pedirte perdón, abrazarte y decirte que no era tu culpa. Ser tu mamá era lo mejor que me había pasado y no entendía por qué no era capaz de hacértelo saber. No es que no quisiera escuchar todo lo que tenías que decirme, solo que vivir siempre con prisas no es fácil, la rutina te va robando poco a poco toda la energía.

Después llegó tu hermana y sé que una parte de ti sintió que me perdías. Con ella todo parecía más fácil y tú ya eras grande, ella me necesitaba más. Y poco a poco nos habíamos convertido en dos personas que simplemente compartían las comidas y el mismo espacio. Cuando tu primera novia te rompió el corazón, moría de ganas de entrar a tu cuarto, abrazarte y decirte que todo iba a estar bien. Pero no podía, no sabía cómo hablar contigo, no quería que me lanzaras una de esas miradas fulminantes para que no te molestara.

Nuncas es tarde para pedir perdón

El tiempo ha pasado y todo esto ahora parece un lejano recuerdo. Eres un hombre bueno, responsable y estás construyendo tu propia vida y tu familia. Aunque sé que ahora me entiendes mejor que nadie, no quiero que pase más tiempo sin pedirte que me perdones. Perdón por todas las veces que te rompí el corazón, por hacerte pensar que no tenía tiempo para ti, cuando siempre has sido lo más importante.

Discúlpame por no haber tenido más paciencia, por no haber sido siempre la madre dulce y cariñosa que merecías. Perdóname por cargarte con responsabilidades que no eran tuyas; no tenías que cuidar de tu hermana, ni renunciar a tus salidas porque no teníamos con quién más dejarla. Siento haberme exigido tanto ser la madre perfecta, cuando lo único que necesitabas era una madre feliz.

Ahora entiendo que no tenía que pasar horas tratando de prepararte el mejor pastel de cumpleaños, y terminar tan agotada que era incapaz de jugar contigo en tu fiesta. Aunque no podemos hacer que regrese el tiempo, solo quiero que sepas que las mamás fingimos tenerlo todo bajo control, pero también cometemos errores, y muchos. Solo me queda pedirte que no me juzgues y que no llenes tu corazón de resentimientos del pasado como yo lo hice. Hoy solo quiero aprovechar el tiempo que nos queda y ser la madre que mereces.

Con todo el amor del mundo,
Mamá

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