La razón por la que la llegada de mi segundo hijo desató mis inseguridades

Historias
hace 11 meses

A medida que pasamos de criar a un solo niño a tener una familia más grande, nos encontramos con la necesidad de equilibrar el tiempo, la atención y los recursos entre los hijos. Los celos, las disputas y las demandas múltiples pueden generar momentos de caos y agotamiento, pero es un viaje lleno de amor incondicional, crecimiento personal y la satisfacción que nos brinda la oportunidad de crecer como individuos y fortalecer los lazos familiares.

Recuerdo con claridad la emoción que sentimos al esperar a nuestro primer hijo. Cada patadita, cada ecografía nos llenaba de alegría. Pero, ¿saben qué? Ahora, con nuestro tercer hijo en camino, no puedo evitar notar que la emoción es diferente. No es que haya falta de amor, sino que hemos aprendido que ser padres no siempre es color de rosa.

Nuestro hijo mayor, aunque siempre ha sido un chico serio y responsable, nos hizo ver, por ejemplo, que las cosas en casa deben ser equitativas. En un momento de frustración y descontento, nos dio a entender que estábamos dando más libertad a su hermano menor y que él siempre había tenido más responsabilidades.

En cierto momento nuestro hijo mayor de 8 años comenzó a pedirnos dinero para cuidar de su hermano menor. El pequeño no le hacía caso, y él empezó a sentir vergüenza de ser visto como el hermano mayor “sin autoridad” así que nos propuso cuidarlo como un trabajo remunerado. Además, nos reclamó por tener más deberes y menos libertad.

Después de largas conversaciones con él decidimos que no le pagaríamos por cuidar a su hermano, en su lugar, contratamos a la hija de una amiga cercana que es niñera. Gracias a eso, aprendí una valiosa lección: el mayor no tiene la responsabilidad de cuidar constantemente de su hermano, es un peso que no le corresponde. Si bien es importante fomentar una relación de apoyo y compañerismo entre los hermanos, comprendí que es nuestro deber como padres garantizar que cada hijo tenga su propio espacio para crecer y desarrollarse.

Recuerdo también que cuando supimos que estábamos esperando a nuestro segundo hijo, sentimos una mezcla de emociones totalmente diferente. Incluso había un pequeño temor en nosotros como padres. Nos preguntábamos si podríamos amar y atender a nuestro segundo hijo de la misma manera que lo hicimos con el primero.

Temíamos que nuestro amor se dividiera y que el menor no recibiera la misma emoción y atención que nuestro primer hijo recibió en su momento. Ese segundo embarazo lo cambió todo. Me di cuenta de que no tenía tiempo para “dejar todo perfecto”, así que opté por escuchar mi instinto y dejarme llevar. Fue un embarazo más relajado, pero no menos emocionante. La experiencia anterior me había enseñado que no importa cuánto te prepares, siempre habrá sorpresas en el camino.

Sin embargo, todas esas preocupaciones se disiparon gracias a los consejos y apoyo de nuestra familia. En un momento, cuando ya tenía los 9 meses de embarazo, nuestra cuñada, quien ya había pasado por la experiencia de tener dos hijos, nos dijo que el amor de los padres no se divide, sino que se multiplica, y eso inmediatamente nos tranquilizó.

Ahora, con la llegada de nuestro tercer hijo a la vuelta de la esquina, nos enfrentamos a un nuevo reto. Queremos asegurarnos de no cometer los mismos errores de crianza, pero sobre todo que los tres se sientan amados y vean que, para nosotros, cada hijo es único y que entendemos que tienen necesidades diferentes.

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