8 Reglas implícitas que seguimos sin tan siquiera pensarlas antes
¿A menudo sostienes la puerta abierta hasta que pase la siguiente persona? ¿Dejas tu vehículo junto a otro cuando casi todo el aparcamiento está vacío? Estas y otras muchas cosas las hacemos casi de forma inconsciente. En este artículo, hablaremos sobre lo que piensan los científicos sobre esto: resulta que cada regla explícita alberga su propia explicación sencilla.
En Genial.guru recopilamos 8 de estas reglas que resultarán familiares a la mayoría y descubrimos por qué las personas las siguen.
1. Reducir el sonido o apagarlo por completo cuando conduces por una zona desconocida
Imagina que vas a una reunión importante en un barrio desconocido de la ciudad. Lo más probable es que dejes de hablar con el resto de acompañantes en el auto, apagues la radio o bajes el volumen para que todo se vuelva más silencioso y te concentres completamente en la carretera sin perderte.
El profesor del Departamento de Psicología de la Universidad Johns Hopkins, Steven Yantis, en su estudio demostró que, en los momentos en que centramos nuestra atención en el oído, percibimos peor la información visual que llega al cerebro. Es por eso que a menudo necesitamos eliminar cualquier ruido para, por ejemplo, no saltarnos ese desvío exacto por donde tenemos que girar.
2. Gesticular durante una conversación
Si nuestras manos no están ocupadas durante la conversación, generalmente las usamos de forma activa. Y esto es normal.
El profesor Andrew Bass, de la Universidad de Cornell, en una de sus investigaciones averiguó que el deseo de gesticular mientras se habla es algo que se ha heredado durante nuestra evolución. Los científicos han seguido cómo se desarrollaron las redes neuronales del cerebro que nos ayudaban a movernos y hablar, y descubrieron que las señales sociales que utilizan las aves y los mamíferos (incluido el ser humano), provienen del cerebro posterior de los peces. Por lo tanto, el habla y los gestos están conectados gracias a la cadena evolutiva.
3. En un aparcamiento casi vacío, preferimos poner el auto al lado de otro ya estacionado
Este comportamiento responde al hecho de que el hombre es un ser social. Con frecuencia, cedemos al efecto de la multitud. Por eso en una situación normal, sin darnos cuenta, aparcamos al lado del único coche estacionado allí.
El investigador de la Universidad de Yale, Rob Henderson, analizó los estudios sobre esta cuestión y destacó varias razones debido a las cuales una persona cede a ese efecto de la multitud.
Una de ellas se reduce al hecho de que la cantidad de bienes y servicios que nos rodean crece rápidamente. Para probarlos todos, simplemente, no tenemos suficiente tiempo. Por lo tanto, usamos lo que es popular, lo que ya ha sido testeado por muchas otras personas. Como consecuencia de ello, a menudo, en las publicidades se nos incide en que el producto o servicio lo recomiendan 9 de cada 10 especialistas. Así, los genios del marketing recurren a encender el efecto de la multitud para vender más.
4. Los hombres no suelen ocupar dos urinarios de pared contiguos
Los baños públicos no son un lugar muy agradable, incluso si están perfectamente limpios. Lo que pasa es que para cada uno de nosotros, el espacio personal y la confidencialidad resultan importantes. Por supuesto, hay alguna excepción a la regla: personas desvergonzadas y sin tacto.
Pero en su mayoría, nadie querría satisfacer su necesidad bajo la mirada de otra persona. Es por eso que los hombres prefieren usar urinarios de pared, reservándose cierta distancia el uno del otro.
5. No tomamos el último trozo de pizza o de otra comida compartida
Este es un hecho extraño, ya que contradice muchas investigaciones sobre el déficit. Dicen que cuanto más escasea un producto, más fuerte es el deseo de una persona de obtenerlo. Es por eso que en las campañas publicitarias se nos asegura que la cantidad de productos ofrecidos es limitada.
Pero los científicos Daniel Effron y Dale Miller, de la Universidad de Stanford, durante sus experimentos descubrieron que las personas en compañía no quieren tomar el último donut, lo que queda de un trozo de pizza o la última goma de mascar en un envase, ya que no sienten que merezcan hacerlo. Los especialistas denominaron a este fenómeno como la "difusión del derecho".
6. Los hombres prefieren no preguntar por un camino
Según una encuesta de TrekAce, solo el seis por ciento de los hombres admitieron que preguntarían por el camino a un extraño si se han perdido. En el mismo estudio se descubrió que ellos, de media durante 50 años de su vida, recorren alrededor de 1500 kilómetros adicionales solo porque no se atreven a pedir indicaciones.
El motivo de esto lo intentó explicar el psiquiatra Mark Goulston. En su opinión, los hombres no piden ayuda cuando perciben que se han perdido porque no quieren sentirse incompetentes, vulnerables e incluso humillados.
7. Mantenemos la puerta abierta para otras personas
Desde la infancia se nos ha inculcado que es correcto y educado mantener la puerta abierta para que pase la siguiente persona. ¿Pero hay algo más que nos motive a hacerlo, además del deseo de ser cortés?
Los científicos creen que sí. Un artículo de Joseph Santamaría y David Rosenbaum señala que hacemos esto para otros al objeto de minimizar el esfuerzo colectivo que se emplea en abrirla. Es decir, la persona a la que sostuvimos la puerta no gastó su energía. Pero, la próxima vez, alguien nos la sostendrá y entonces nosotros mismos no tendremos que realizar ese esfuerzo extra.
Realmente, esto encarna la "regla de oro de la moralidad": trata a las personas como quieres que te traten a ti.
8. No compramos las cosas más caras, pero tampoco las más baratas
Por lo general, nos esforzamos por gastar nuestro dinero de forma racional. Por eso, con extrañas excepciones, siempre elegimos el producto cuyo precio y calidad están bien correlacionados. Esta es la razón por la que no solemos fijarnos en los artículos más caros, pero tampoco en los más económicos. En el primer caso, según la opinión del cliente, el precio puede estar inflado en gran medida, y en el segundo, la calidad del objeto puede ser muy baja.
Y aunque este comportamiento nos parezca razonable, vale la pena reconsiderar que los especialistas en marketing también lo saben. Y, a veces, para vender más cantidad de los mismos productos, colocan intencionalmente juntos un artículo de precio elevado y otro más económico. Así, los compradores no se enfrentan a ese dilema y, en la mayoría de los casos, se llevan el más económico.
¿Qué otras reglas añadirías a esta lista? ¡Deja tu comentario abajo!