20 Almas inocentes que desataron toda su furia interior, pero solo consiguieron generar risa

Los gatos han acompañado a la humanidad durante milenios. Fueron venerados por civilizaciones antiguas, inspiraron a artistas y pensadores, ¡e incluso llegaron a cambiar el rumbo de la historia! Echemos un vistazo al pasado y descubramos qué papel jugaron los gatos en diversas culturas del mundo.
Muchos creen que los gatos fueron domesticados por primera vez en el Antiguo Egipto, pero los hallazgos arqueológicos demuestran que esto ocurrió mucho antes de que estos felinos llegaran al delta del Nilo. En Mesopotamia, Turquía y la isla mediterránea de Chipre, los gatos ya convivían con los humanos miles de años antes de su aparición en Egipto.
Los estudios confirman que los primeros intentos de domesticación ocurrieron en el Medio Oriente hace más de 10,000 años, y en las tradiciones locales, los gatos ya ocupaban un lugar especial. Además, el primer registro de un pelaje “atigrado” o “marmoleado”, típico de los gatos domésticos, apareció en Turquía en el siglo XIV.
En el Antiguo Egipto, los gatos eran auténticas celebridades. Estaban estrechamente ligados a la diosa Bastet, protectora del hogar y la fertilidad. Los egipcios creían que estos animales poseían poderes mágicos y atraían la buena suerte. Se les consideraba criaturas sagradas que protegían las casas de malos espíritus y plagas.
El cariño y respeto por los gatos era tan profundo que, cuando morían, sus dueños les organizaban funerales solemnes, como si se tratara de miembros de la familia. Incluso, en señal de duelo, se afeitaban las cejas.
Una de las gatas más famosas del Antiguo Egipto fue Ta-Miu, la mascota favorita del príncipe heredero Tutmosis, hijo mayor del faraón Amenhotep III y la reina Tiy. Tras su muerte, Ta-Miu fue momificada y enterrada en un sarcófago decorado onerosamente. Curiosamente, su tumba se convirtió en una de las principales fuentes de información sobre la vida del propio príncipe Tutmosis.
Pocos lo saben, pero fueron los vikingos quienes desempeñaron un papel clave en la expansión de los gatos por Europa. Solían llevar gatos a bordo de sus barcos para mantenerse sanos y con energía durante las travesías, ya que estos felinos eran expertos cazadores de ratas, lo cual ayudaba a conservar mejor los alimentos.
Además, los gatos no solo eran compañeros útiles en los viajes marítimos, sino también símbolos de buena fortuna. Según la mitología nórdica, la diosa del amor y la fertilidad, Freyja, viajaba en un carruaje tirado por enormes gatos. Los vikingos creían que tener una buena relación con estos animales podía atraer la bendición de la diosa.
Los gatos eran tan valorados por los guerreros del norte que sus imágenes se encuentran en antiguos artefactos escandinavos.
Durante la Edad Media, los gatos en Europa comenzaron a ser asociados con brujas y demonios. Fueron perseguidos y exterminados masivamente, lo que, según algunos historiadores, provocó un aumento de la población de ratas y, como consecuencia, brotes de peste.
Sin embargo, a pesar de esta oscura época, los marineros nunca dejaron de llevar gatos en sus barcos para proteger los víveres de los roedores. Gracias a esto, los gatos continuaron expandiéndose por todo el mundo.
Con el tiempo, la percepción hacia ellos empezó a cambiar. Durante la Ilustración (siglo XVIII), las supersticiones dieron paso al pensamiento racional, y los gatos volvieron a ser apreciados como animales de compañía.
El verdadero auge de la popularidad de los gatos en Europa llegó durante la época victoriana (1837–1901). La reina Victoria, quien hasta entonces solo tenía perros, se interesó por los gatos tras conocer hallazgos arqueológicos provenientes de Egipto. Las historias sobre cómo los antiguos egipcios veneraban a los gatos y las representaciones de la diosa Bastet la inspiraron a adoptar dos gatos persas azules, a quienes declaró parte de la corte real.
Esto provocó una auténtica fiebre felina en el Reino Unido: siguiendo el ejemplo de la monarca, cada vez más personas comenzaron a tener gatos como mascotas.
Japón es conocido por su relación ambivalente con los gatos. Todos hemos visto la imagen del gato con la patita levantada. Se trata del maneki-neko o “gato que invita”, considerado un símbolo de buena suerte y prosperidad. Según una leyenda, una vez un gato saludó con la pata a un terrateniente que pasaba cerca. Justo cuando el hombre se acercó al felino, estalló una tormenta terrible. Agradecido por lo que interpretó como un acto de salvación, el noble atribuyó su suerte al gato. Hoy en día, estas figuritas que atraen fortuna pueden encontrarse en la mayoría de tiendas y restaurantes del país.
Por otro lado, el folclore japonés también está lleno de historias sobre los bakeneko y nekomata, gatos monstruosos con habilidades sobrenaturales capaces de transformarse en criaturas espeluznantes y vengarse sin piedad de quienes los maltrataban.
El escritor estadounidense Ernest Hemingway fue conocido por su amor a los gatos, en especial a aquellos que nacen con seis dedos. En su antigua casa, hoy museo, ubicada en la isla de Cayo Hueso (Key West), aún viven descendientes de su querido gato “Snowball” (Copito de Nieve). Este peculiar felino le fue regalado en los años 30 por un amigo capitán de barco. Actualmente, los “tataranietos” de Snowball son una de las mayores atracciones turísticas de Florida.
El gran astrónomo Edwin Hubble, cuyas investigaciones transformaron nuestra comprensión del universo, no trabajaba solo. Su principal “asistente” era un enorme gato negro llamado Nicolás Copérnico.
Hubble adoraba tanto a su gato que se refería a su casa como “la propiedad de Nicolás”, y su esposa Grace anotaba en sus diarios cómo el felino se acomodaba sobre el escritorio del científico, impidiéndole trabajar. “Él me está ayudando”, solía decir Hubble. Una frase que, sin duda, resonará en el corazón de cualquier amante de los gatos.
El célebre surrealista Salvador Dalí no solo amaba a los gatos: eligió un compañero muy especial, a la altura de su extravagancia. En lugar de un gato común, Dalí tenía un ocelote llamado Babou.
Este felino salvaje lo acompañaba a todas partes: viajes, cenas de gala e incluso hoteles de lujo. En una ocasión, Dalí bromeó con un comensal en un restaurante diciendo que los patrones del pelaje de Babou eran obra de un artista que los había pintado a mano.
En la era moderna, donde los gatos prácticamente “reinventaron” el internet, una de ellas se convirtió en una leyenda: Grumpy Cat (la Gata Gruñona).
Su verdadero nombre era Tardar Sauce, y saltó a la fama gracias a su eterna expresión de enfado. Sus fotos se viralizaron al instante, y su popularidad dio pie a libros, películas e incluso productos con su imagen. Su mirada malhumorada fue tan icónica que la convirtió en una de las mayores estrellas felinas de la red.
Hoy en día, los gatos siguen siendo una de las mascotas más populares. Inspiran a artistas, se convierten en celebridades digitales y nos siguen sorprendiendo con su independencia y elegancia.
Su camino, desde seres sagrados en el Antiguo Egipto hasta estrellas de las redes sociales, demuestra que el amor humano por los gatos no conoce fronteras.
Siempre han estado a nuestro lado: como guardianes, cazadores, compañeros y símbolos de buena suerte. Su historia continúa, y sin duda, aún nos esperan muchas sorpresas por descubrir sobre nuestros amigos peludos.
Ah, y aquí puedes descubrir el origen de las razas de gatos más populares del mundo... ¡quién sabe! Tal vez hasta te inspires a planear un viaje para visitar los lugares emblemáticos de tus razas favoritas.