18 Secretos que salieron a flote cuando menos se esperaba

Todos conocemos a una persona llamada Paco, Pepe o Lola en nuestras familias o trabajos. Quizás les dicen así desde que son pequeños, pero muchas veces no conocemos la historia o el sentido detrás de este apodo (¡y en ocasiones ellos tampoco!).
Y es que los apodos en español (llamados hipocorísticos) surgen de distintas circunstancias: tradición religiosa, cultural o lingüística. A continuación, seleccionamos algunos de los más extendidos y los más curiosos de la lengua española.
Un hipocorístico es la manera en la que se adapta un nombre propio, ya sea de una forma abreviada, infantil o eufemística. La palabra sufre una transformación y es utilizada como apelativo para referirse a alguien en contextos informales.
“Hipocorístico” es una palabra griega que significa en forma literal “sub-acariciante”, es decir, “cariñoso”, para referirse a una forma familiar de llamar a alguien. Aparecen desde el inicio mismo de la lengua española, y su origen es tan antiguo como los mismos nombres, según los lingüistas.
El hipocorístico “Quique” proviene del nombre Enrique, producto de un acortamiento en sus sílabas y la repetición de una consonante (la Q, en este caso). Es probable que este forma imite el habla infantil y el contexto familiar. Otra variante puede ser Kike o incluso Quico (aunque este también es utilizado para el nombre Federico).
Dolores es un nombre extendido por toda Hispanoamérica. Su hipocorístico correspondiente, “Lola”, proviene de una abreviación. De la palabra “Dolores” se suprime la primera sílaba, quedando “Lores”, se sustituye la erre por una ele para facilitar la pronunciación, “Loles” y se agrega una a al final para caracterizar el femenino. La variación en diminutivo, “Lolita”, se hizo tan famosa que incluso es el título de un clásico de Nabokov.
El hipocorístico “Lola” es muy popular, y en los últimos años se independizó de su forma original, y es cada vez más común ver niñas pequeñas llamadas de esta manera.
Otro de los hipocorísticos más conocidos es la forma “Paco” para referirse a las personas llamadas Francisco. La propia evolución del español tiende a acortar los nombres terminados en “co”. Para ello, mantiene la primera y la última sílaba, y cambia “Fra” por “Pa”, simplificando la pronunciación. Algunos de los hipocorísticos que también se relacionan al nombre Francisco son Pancho y Curro.
Una de las teorías más conocidas en relación con el hipocorístico “Nacho” para aquellos hombres llamados Ignacio tiene que ver con la forma de pronunciar la palabra en la infancia: “Ignacho”, palatalizando la sílaba -ci-. Así, la forma simpática de los niños de decir el nombre a veces se extiende hasta la adultez.
Este hipocorístico cuenta con otra versión acerca de su origen. Supuestamente, vendría de la pronunciación italiana del nombre “Ignazio”. Parece ser que los italianos afincados en diferentes partes de Latinoamérica pronunciaban su nombre como “Ignachio”, lo que derivó en “Nacho”.
“Charo” es un hipocorístico popular para las personas llamadas Rosario. Este nombre puede usarse tanto para hombres como para mujeres, aunque está mayormente reservado para estas últimas. Su origen es el acortamiento del nombre original, de “Rocharo”, probablemente ligado a una pronunciación infantil, se acorta a “Charo”, y la sílaba -sa- sufre una palatalización. Es otro de los hipocorísticos que se utilizan directamente como nombre propio.
El hipocorístico “Miki” corresponde al nombre Miguel. Esta forma de nombrar a las personas con este nombre se debe a un fenómeno de préstamo lingüístico, ya que no deriva de la versión española del nombre, Miguel, sino de su versión anglosajona, Michael.
De todas formas, tal como “Charlie” para los Carlos y “Richard” para aquellos llamados Ricardo, es un hipocorístico popular, además de los conocidos Migue o Miguelito.
Desde el nombre Alfonso al hipocorístico “Poncho” hay un gran trecho, tanto que a veces no se adivina el nombre original. Y es que esta forma de llamar a las personas, muy común en México, fue transformada en gran medida.
El nombre evolucionó primero con un truncamiento silábico (se acortó la sílaba final), luego una palatalización (se cambió la ese por la ch) y luego una oclusivización (se cambia la efe por la pe, en un sonido más potente). ¡Ahora cobra sentido!
En el caso de los hipocorísticos Goyo y Goya, la lengua infantil vuelve a acompañar a las personas hasta la adultez. Así, el nombre original Gregorio se ve transformado en “Goyo”, y lo mismo en su versión femenina, Gregoria, que deriva en “Goya”. Cuando a los niños les cuesta pronunciar una palabra, suelen palatalizar las consonantes, en este caso, la r pasa a ser una y. De trabalenguas infantil a apodo simpático.
“Lalo” es un hipocorístico muy popular, pero la asociación con el nombre Eduardo no es tan directa.
La evolución del nombre original tiene varios pasos. Por una parte, un truncamiento silábico, que reorganiza las sílabas. Luego la elisión de coda compleja (en la sílaba -duar- se eliminan las consonantes) y por último una lateralización, que convierte el sonido en una ele.
Como vemos, si bien el hipocorístico Lalo surgió probablemente para imitar el habla de los niños, su estructura da cuenta de un proceso complejo.
La variante “Chabela” proviene del nombre original Isabella o Isabel, y es una forma muy popular en Centroamérica. La letra s deviene en ch debido a un proceso de palatalización que imita el lenguaje infantil.
Otros hipocorísticos de este nombre son Isa, Chabe o su versión con v, Chavela, como la reconocida cantante Chavela Vargas.
Los hipocorísticos esconden secretos de la lengua que nos permiten conocer su funcionamiento. Ya sea por acortamiento, imitación del lenguaje infantil o cambio en las letras, tienen una evolución que nos deja pensando. ¿Cuáles son los hipocorísticos comunes en tu país? ¿Cuál de estos te parece el más raro con relación al nombre original?