15+ Citas tan incómodas que causan vergüenza ajena

Comprar por impulso puede ser emocionante, hasta que llega el arrepentimiento. Ya sea un gadget carísimo, una moda que creíste necesitar o un gesto que no salió como esperabas, estas 11 historias demuestran que la emoción de comprar puede desaparecer más rápido que el plazo para devolverlo.
Hace unos meses decidí proponerle matrimonio a mi novia. Estaba muy emocionado y quería que todo fuera perfecto, así que gasté 6000 dólares en un anillo de diamantes en una joyería muy popular. Cuando se lo di, sonrió... pero algo no se sintió bien.
Después, con mucha delicadeza, me dijo que no era su estilo. Quería algo sencillo y único, no algo ostentoso ni costoso. Incluso comentó que habría preferido un anillo de 100 dólares de Etsy si reflejaba más su personalidad.
Me rompió el corazón. No porque no le gustara el anillo, sino porque me di cuenta de que gasté todo ese dinero sin pensar realmente en lo que ella quería. Compré lo que yo creía que era impresionante.
Ahora estamos buscando un anillo juntos, pero no puedo devolver el primero. Solo está ahí, guardado en una caja. Cada vez que lo veo, me siento un poco mal.
Moraleja: habla con tu pareja. El anillo es para ella, no para tu ego.
Compré una licuadora “inteligente” de 400 dólares porque me convencí de que me haría más saludable. La usé dos veces, principalmente para smoothies que bien pude haber hecho con una de 20 dólares.
Ahora solo está ahí, parpadeando, como un recordatorio de todas mis metas fallidas.
Nivel de arrepentimiento: altísimo.
Compré un reloj antiguo en una venta de bienes. Funciona normalmente durante el día, pero cada noche se detiene a las 3:33 a.m. Cada mañana lo encuentro marcando esa hora, sin importar cuántas veces lo reinicie. Intenté grabarlo durante la noche. El video se cortó exactamente a las 3:33.
Compré una cámara que lanza premios a mi perro mientras estoy en el trabajo. Ladró sin parar y la tumbó en menos de una semana.
Terminó causando más estrés que ayuda. Ahora está en el clóset, junto con mis otras malas ideas.
Instagram me convenció de que un set de cuidado facial de 100 dólares cambiaría mi cara y mi vida. Me brotaron granos peor que en la adolescencia.
No pude devolverlo porque lo abrí todo. Ahora está bajo el lavabo.
Me lancé de lleno y armé un gimnasio en casa: pesas, banco, tapete, todo. Pensé que sería una nueva persona. Resultó que lo que necesitaba no era equipo, sino motivación.
Ahora uso el banco como repisa para la ropa limpia. Las pesas no las toco desde hace ocho meses.
A veces, los mayores arrepentimientos vienen en las cajas más pequeñas o con las etiquetas de precio más grandes.
15 Historias de comerciantes que nacieron con el encanto para vender