12 Formas en que las personas descubrieron (a las buenas o a las malas) cómo manejar su dinero

Historias
hace 16 horas

Saber manejar bien el dinero es una súper habilidad. Los protagonistas de esta recopilación comparten cómo lograron ahorrar y organizar sus finanzas. ¿El resultado? Algunas historias tienen giros realmente inesperados.

  • Ahorraba para las vacaciones. Cada mes separaba una cantidad fija de dinero.
    Jamás tocaba mis ahorros, incluso si ya no tenía ni un peso en la cuenta antes de la quincena. Para el verano ya tenía una suma decente, suficiente para un pequeño viaje. No a un resort, claro, pero tampoco lo necesitaba.
    Y entonces, me empezó a doler una muela. Al final, todos mis ahorros se fueron en arreglarla. Me dio muchísima rabia. No me arrepiento de haber ahorrado, porque si no lo hubiera hecho, habría terminado en una clínica pública —sin saber cómo me iban a dejar el diente— o endeudándome.
    Desde entonces, llevo el tema del ahorro con más calma y decidí no ser tan dura conmigo misma. Por ejemplo, si salgo con una amiga y me da hambre, entro a un café y compro algo. Ya no me torturo ni a mí ni a mi estómago.
  • Soñaba desde hace tiempo con una cafetera y por fin me la compré.
    Calculé que, a largo plazo, mi cafetera salía como dos capuchinos por semana durante un año, ¡y yo tomaba mucho más que eso! Así que me di cuenta: uno gasta un montón en cosas pequeñas y luego no puede permitirse algo más importante.
    Decidí reorganizar mi presupuesto. Ahora ahorro y destino el dinero a compras que realmente valen la pena. © Oído por ahí / Ideer
  • En vacaciones, mis hermanas y yo fuimos al mercado local —por la experiencia y para regatear con los vendedores.
    Pero mi papá se metió con tono autoritario: “¡Les van a ver la cara en dos segundos! ¡Sin mí no van!”
    Bueno, fuimos todos juntos. ¿Y qué pasó? Sí hubo un engaño, pero no a nosotras.
    Mientras nosotras, primero preguntábamos precios y luego decidíamos si comprar, mi papá lo hacía al revés: primero elegía y luego pagaba.
    ¿Resultado? A nosotras, las “niñitas ingenuas”, nadie nos estafó. Pero nuestro experimentado negociador terminó comprando especias cinco veces más caras que las nuestras.
  • Trabajo por encargo empacando adornos navideños. Armo los paquetitos y luego los acomodo en cajas. Mientras más rápido lo haces, más cajas completas y más ganas. Una caja puede tomar una hora. Paso el día entero sin pararme ni para comer, tratando de empacar lo más posible. Ahora, cada vez que quiero comprar algo, lo mido en cajas o en las horas que me tomó ganarlo. He aprendido a ahorrar en muchas cosas, porque me duele gastar ese dinero y ese tiempo. © Oído por ahí / Ideer
  • Durante años ahorré, viví con lo justo, no salía, todo por un solo sueño: tener un coche. Cuando por fin junté el dinero, ya me imaginaba al volante, el primer paseo, el olor del interior. Pero en ese momento me enteré de que una colega, muy buena amiga, pasaba por una emergencia: su hija necesitaba una cirugía urgente y costosa. La vida de la niña estaba en juego. No lo dudé. Tomé el dinero y se lo di. El coche podía esperar. La vida no. La operación fue un éxito. La niña creció sana y se convirtió en una mujer maravillosa. Y en mi cumpleaños, me dieron una sorpresa: abrí los ojos y ahí estaba —un coche. El mismo que soñaba, incluso mejor y más nuevo. No se trata del coche. Es que el bien que haces siempre vuelve. A veces no solo salva otra vida, sino también transforma la tuya. © Habitación № 6 / VK
  • Soy todóloga: sé hacer de todo un poco. Puedo ponerle protector a un celular, hacerme el gelish, tejer un suéter o un gorro, tomar buenas fotos, cocinar algo delicioso con casi nada, reparar la compu. Mi sueldo es bajo, así que hago todo por mi cuenta para ahorrar. Pero ya me cansé. Me hartan mis amigas que gastan un dineral en estos servicios y me dicen: “Claro, tú te lo haces sola, qué suerte”. ¡Pues no! Yo también quiero dejar el celular en un servicio de reparación, ir con una manicurista y relajarme. Estoy agotada. © Oído por ahí / Ideer
  • Tengo 21 años y antes tenía una relación terrible con el dinero.
    Solía decirles a mis amigos: “El dinero va y viene, pero su tiempo no”, y seguía dándome gustos caros que apenas podía pagar.
    Vivía de quincena en quincena. La mayor parte de mis ingresos dependían de las propinas. Trabajaba en un club nocturno, así que sentía la “necesidad” constante de verme bien.
    Podía gastar 300 dólares en una camisa de diseñador. Derrochaba en tonterías a precios ridículos solo para impresionar a personas que ni siquiera me caían bien, solo por aparentar que era mejor que ellas. Trabajo desde los 15 años y, hasta hace poco, no tenía más de 1000 dólares ahorrados. Entonces entendí que el dinero no “va y viene” tan fácil. Y que ahora, probablemente, es el momento más importante de mi vida para lograr el éxito antes de los 30.
    Guardé todos mis cheques y empecé a invertir en la bolsa.
    Me arrepiento de no haberlo hecho antes. En estos últimos meses aprendí sobre educación financiera. Dejé de gastar en ropa y de obsesionarme por lucir bien. Pronto obtendré mi título universitario. Ahora me doy cuenta de lo ingenua que fui con mis finanzas. Antes quería vivir rápido, tener autos bonitos y vacaciones lujosas, pero no tenía ni idea de cómo lograrlo.
    Hoy me siento un poco más segura con mi dinero. © SnooDoggos6404 / Reddit
  • Durante 30 años mis padres me repitieron que lo más importante era tener una casa propia. Trabajaron toda su vida para comprar nuestro departamento de tres habitaciones, y yo seguí su ejemplo. Siempre trabajé mucho, ahorré, junté, y por fin lo logré: ya tengo el dinero para comprar un departamento. Pero ahora, ya no estoy tan segura de quererlo. Por mi trabajo, cambio de ciudad con frecuencia. Además, me encanta viajar. Casi no estaría en casa, y tampoco quiero invertir tiempo y dinero en amueblarla para rentarla después. Mis padres siguen insistiendo en que invertir en bienes raíces es lo mejor. Tal vez lo fue en su tiempo, pero hoy ya no estoy tan convencida. A veces me pregunto: ¿vale la pena comprar una propiedad o es mejor invertir ese dinero en otra cosa? © Habitación № 6 / VK
  • Una vez compré unos guantes baratos en el metro. Era pleno invierno: mucho frío, nieve, viento helado. Quería calentarme las manos, pero sin gastar mucho. Compré los más baratos que encontré y en una semana ya estaban rotos. Me quedé en shock. Ahí entendí que no siempre se puede ahorrar, ni correr tras lo más barato. Y algo parecido le pasó a mi suegra: fue por un pescado que estaba a un precio increíble. Tomó el metro con tres transbordos, un autobús y caminó hasta unas bodegas alejadas. Pasó medio día en eso. Al final, el pescado estaba en mal estado. Y para colmo, en el camino de regreso, le robaron la cartera. Pero ella sigue persiguiendo las “gangas”. © Habitación № 6 / VK
  • No le veo sentido a cocinar en casa. Hace unos meses hice cuentas y descubrí que comprar carne, verduras y arroz me salía cien veces más caro que comer fuera. Desde entonces, dejé de cocinar. Lo único que tengo en casa es leche y pan con jamón, por si me da hambre en la madrugada. El resto del tiempo como en restaurantes. También sirven comida casera ¡y sin tener que pasar tres horas frente a la estufa! He ahorrado tiempo, dinero y hasta me siento con más energía. © Habitación № 6 / VK
  • Decidí ahorrar para el viaje de mis sueños. Solo tomaba café o té en casa o en el trabajo (donde es gratis). Eliminé por completo los taxis. Llevo mi comida en contenedores, nada de comida a domicilio, ni restaurantes. El resultado me sorprendió: en un mes no solo reduje gastos drásticamente y empecé a ver crecer mis ahorros, ¡también me empecé a sentir mejor! Caminar tanto me tonificó, la comida casera me ayudó a perder centímetros, mi abdomen se aplanó, mi piel se limpió, duermo mejor. ¡De verdad, me veo y me siento diferente! Y cuando llegue el momento de ese viaje, no solo iré con dinero ¡sino convertida en una nueva versión de mí! Ese es el mejor regalo. © Karamel / VK
  • Mi hermana, con su modesto sueldo de maestra, logró remodelar su casa, comprar un coche y viaja con frecuencia al mar. Siempre va bien vestida y come delicioso. Yo, ganando mucho más, nunca tengo suficiente para nada. Se lo conté, y se rio. Me dijo que la clave es saber gastar, ahorrar y administrar bien. Me puso ejemplos: su ropa es baratísima, ¡y se ve increíble! En su refri hay col, zanahorias, pollo, betabel, kéfir. Una vez por semana se da un gusto: sushi o salir a algún lugar y a veces ni siquiera cada semana. Se corta el cabello cada dos meses en una estética cerca de su casa, se tiñe sola, hace su propia manicura, aprendió a aplicar gelish ¡y siempre se ve espectacular! En cambio, yo tengo el clóset lleno de ropa que no uso, maquillaje caducado, voy al salón y mi cabello igual se maltrata y pierde el color enseguida. Gasto un dineral en uñas con la mejor manicurista, compro productos caros y a veces ni los alcanzo a usar: justo ayer tiré dos aguacates podridos, duraznos y sushi seco. Definitivamente, la educación financiera es poderosa. ¡Quiero tomar un curso con mi hermana! © Oído por ahí / Ideer

Como puedes ver, ahorrar no siempre es efectivo ni sirve para todos. Hay personas que se las ingenian con métodos tan raros que uno se queda totalmente sorprendido.

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