20 Historias de primeras citas para morirse de vergüenza... y de risa
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A lo largo de la historia, la moda ha estado llena de piezas que, a simple vista, parecen extravagantes o incluso incomprensibles. Desde los voluminosos corsés hasta los extraños sombreros, estas prendas del pasado tenían un propósito específico que muchas veces nos resulta difícil de imaginar. A pesar de su apariencia curiosa, cada atuendo escondía un sentido práctico o simbólico que solo se entiende si se conoce el contexto de su época.
El himatión era una capa que usaban las personas en la Antigua Grecia. Para las mujeres, no era solo una prenda exterior cómoda. Las damas se envolvían en la capa de cabeza a pies para ocultar la vergüenza o las emociones abrumadoras.
En las pinturas medievales, es posible ver a personas con ropa dividida verticalmente en mitades de dos colores diferentes. Estos atuendos se llaman mi-parti. Tal colorido era una característica distintiva de la ropa de los sirvientes. Inicialmente, los colores podían determinar el rango del sirviente, y luego comenzaron a indicar en qué familia en particular trabajaba la persona.
En la Edad Media, muchas mujeres (y a veces hombres) llevaban una prenda llamada “brial”, una de sus características distintivas eran las mangas muy largas. Parecen poco prácticas, pero ese era el punto: con tal ropa, la gente mostraba que era lo suficientemente adinerada como para no hacer ningún trabajo.
El voluminoso cuello ruff se convirtió en un elemento importante de la moda tudoriana entre los ricos. No solo complementaba los atuendos, sino que también tenía un valor práctico: se usaba el ruff para no tener que preocuparse por lavar. La ropa no se ensuciaba en el escote, y el propio cuello se podía quitar y lavar por separado del jubón o vestido.
Los vestidos con voluminosas mangas gigot cumplían dos funciones importantes. Al igual que el brial medieval, mostraban que una mujer con tal atuendo era incapaz de llevar a cabo cualquier trabajo, ya que ni siquiera podía levantar los brazos. Además, gracias a las voluminosas mangas, el escote y la falda abultada, la cintura de la mujer parecía más estrecha.
La perchera era una inserción en el pecho con cuello que los hombres usaban con esmoquin y trajes de negocios en la segunda mitad del siglo XIX. En esa época, los hombres de negocios tenían que usar trajes todos los días, pero a menudo no tenían suficiente dinero para lavar camisas regularmente. Las percheras vinieron al rescate: eran más fáciles y baratas de lavar que las camisas completas. Las percheras incluso se comparan con el maquillaje, ya que también ayudaban a ocultar imperfecciones.
Durante la era victoriana, todas las mujeres, niños y ancianos usaban gorros de noche. A principios del siglo XX, habían pasado de moda y se convirtieron en un signo de falta de gusto, pero hacia 1910, las mujeres comenzaron a usarlos nuevamente e incluso los utilizaban para varios trucos de vida.
Un gorro de seda utilizado por la noche tenía la función de mantener el cabello suave y brillante. Además, evitaba que el cabello se enredara mientras dormían, facilitando el peinado al día siguiente. También existieron versiones especiales de estos gorros, impregnadas con fragancia, que dejaban el cabello con un agradable aroma al despertar.
El poncho era una prenda tradicional para muchos pueblos. Con él, algunas personas no solo se mantenían calientes, sino que también enfatizaban su estatus en la sociedad. Por ejemplo, entre el pueblo mapuche, un patrón romboidal escalonado estaba asociado con el poder. Por lo tanto, solo los ancianos y líderes podían usar ponchos con tal patrón en ceremonias importantes.
Los atentos observadores de las películas podrían haber notado que en el viejo oeste, los vaqueros llevan encima de los pantalones unas perneras adicionales con flecos, unidas por un cinturón. Esta prenda de vestir se llama chaparreras.
No se usaban por estética, sino por protección de las piernas, ya que al cabalgar a través de arbustos y cactus, los vaqueros corrían el riesgo de lastimarse. Además, las chaparreras generalmente estaban hechas de cuero, por lo que era más cómodo para los jinetes sentarse en la silla y no resbalarse, lo que sería más difícil hacer en pantalones normales.
Las residentes de las Islas Azores, que forman parte de Portugal, llevaban hasta la década de 1930, tradicionales capas con grandes capuchas llamadas capote y capelo. Estas capas se transmitían de generación en generación y reflejaban los dos principales tipos de ocupaciones de los residentes. Los abrigos estaban teñidos de azul (la exportación de tinte azul se convirtió en una parte importante de la economía de las islas), y los capuchones mantenían su forma gracias a un armazón de hueso de ballena (la caza de ballenas también jugaba un gran papel).