14 Trabajos que nunca harías, aunque te pagaran

Curiosidades
hace 1 año

No importa cuánto te guste tu trabajo, hay días en los que todo parece salir mal: plazos incumplidos, compañeros de trabajo desagradables o muchas actividades aburridas. Pues bien, estoy aquí para decirte que eso podría ser peor fácilmente. ¡Y lo digo en serio! Veamos algunos de los peores trabajos que la gente ha tenido que hacer a lo largo de la historia. En los tiempos de Enrique VII, había ciertas personas cuyo trabajo consistía en acompañar al monarca al baño. También tenían que, ya sabes, echar un vistazo a lo que ocurría ahí y asegurarse de que el majestuoso trasero quedara limpio después de los, emmm... procedimientos.

Aunque no era ningún tipo de castigo. La gente competía para conseguir ese trabajo. ¿Por qué? Porque significaba que tenían acceso al monarca en su estado más vulnerable. Lo que significaba que podían discutir todo tipo de temas e incluso influir en ciertas decisiones. Hablando de trabajos aburridos, ser nomenclátor en aquellos tiempos era probablemente el más tedioso de todos. No era peligroso en absoluto; simplemente era muy, muy aburrido. Lo que hacían estas personas en la antigua Europa era básicamente el equivalente humano de una agenda telefónica. Iban detrás de sus jefes en diferentes fiestas y tenían que recordar todo lo que hacían, con quién se reunían y de qué hablaban.

Igual de aburrido era el trabajo de un punkawallah. Se podría decir que estas personas eran simples abanicos humanos. En los tiempos en que no se habían inventado los ventiladores de techo ni el aire acondicionado, el punkawallah se pasaba todo el día de pie en un lugar, manejando el abanico. Si miras los videos de bricolaje de hoy en día, seguramente estés pensando: “¡Vamos, hacer jabón es tan fácil y relajante!”. Es decir, es limpio, ¿no? ¡Y huele tan bien! Bueeeeno, no siempre fue así. En el pasado, ser fabricante de jabón era prácticamente lo mismo que trabajar como químico industrial. El jabón de entonces se hacía con ingredientes como soda cáustica, ceniza y grasas animales fundidas. Todo esto se mezclaba hasta que todos los ingredientes se volvían sólidos. Como puedes imaginarlo, ese jabón no olía a lavanda ni a manzanilla. Por no hablar de que esas agresivas sustancias químicas podían tener efectos negativos para el fabricante del producto.

Si te has preguntado de dónde viene el término en inglés “nit-picking” (o “quitar liendres”), pues bien, ¡una vez fue un trabajo verdadero! Las pelucas fueron muy populares en cierto momento. Pero el problema de los piojos también era bastante común. ¿A qué se dedicaban las personas que los recogían? Supongo que ya te lo habrás imaginado: usaban aceite de lavanda y peines para librar a las pelucas de esos molestos bichos. No soy un gran fan de la caminadora. Pero en la Inglaterra victoriana, había personas que literalmente tenían que usar este aparato durante todo el día: en inglés se las llamaba treadmillers. Se subían a las “cintas de correr” y usaban la fuerza de sus piernas para moler maíz durante horas sin un solo descanso. Los recolectores de estopa también tenían uno de los trabajos más aburridos y tediosos que han existido: debían desenredar cuerdas enteras en busca de un tipo específico de fibra.

La estopa era una fibra muy demandada en el mar por la forma en que protegía la madera del agua. El principal problema era que solo se podía obtener de una de estas dos fuentes: la propia planta o las cuerdas viejas que contenían esta fibra específica. Por eso, algunos marineros a bordo se encargaban de desenredar kilómetros y kilómetros de esta cuerda áspera y gruesa usando solo sus manos en busca de la fibra de estopa. Siempre me he preguntado cómo se las arreglaba la gente para despertarse temprano por la mañana cuando no había despertadores ni teléfonos móviles en los que confiar. Pero resulta que, en el siglo XIX, en Gran Bretaña e Irlanda, la gente ideó una solución bastante creativa: el knocker-up. Era básicamente el equivalente humano de un despertador.

Al principio, se limitaban a llamar a las puertas de quienes los contrataban. Pero pronto se dieron cuenta de que esto era realmente ineficaz. Y lo que es peor, a menudo acababan despertando a los vecinos que no querían despertar, y estos siempre se quejaban del ruido. Entonces, ¿cuál fue la solución? Un palo largo con un pomo en la punta. Como la mayoría de los trabajadores solían vivir en los primeros pisos, el knocker-up se limitaba a vagar por las calles y a usar palos para golpear las ventanas necesarias. Pero entonces, hay otra pregunta: ¿quién despertaba al knocker-up? Resulta que para conseguir este puesto, había que ser un tipo específico de persona. Podían dormir durante el día y no tenían ningún problema en convertirse en noctámbulas. En cualquier caso, poco después de que los knocker-up se hicieran cada vez más populares, la mayoría perdió su trabajo.

Esta profesión sigue existiendo hoy en día, pero no por ello es menos peligrosa: el infame ordeñador de serpientes. El título del trabajo se explica por sí mismo, pero, aun así, es una persona que extrae el veneno de las serpientes. Quizá te preguntes por qué habría que hacerlo. Pues resulta que esta sustancia es muy importante para las personas que trabajan en el campo de la medicina. Cuando una serpiente venenosa pica a alguien, es necesario que reciba el tratamiento adecuado lo antes posible. Y es imposible hacerlo si no se estudia el veneno de la serpiente con antelación. La sustancia extraída de estas se liofiliza y es usada por laboratorios especiales y universidades para la investigación y producción de antivenenos.

La gente que vivía en la Antigua Roma tenía algunos de los trabajos más extraños de los que hayas oído hablar. Empecemos con los salutigeruli. Era la versión humana de un DM. O una tarjeta de vacaciones. O ambas cosas. Estas personas se pasaban la jornada laboral entregando mensajes de felicitación de sus jefes a sus amigos o conocidos. También había una ornatrix, que era básicamente el equivalente a un peluquero de hoy en día. El problema es que, en aquella época, las peluqueras tenían que realizar tratamientos capilares con ingredientes como sanguijuelas o incluso excrementos de paloma. Para rematar la lista de oficios extravagantes de los romanos, también había un pulidor. Los antiguos romanos estaban muy interesados en su imagen corporal. Por eso requerían los servicios del pulidor, que tomaba piedra pómez o cualquier otro tipo de material abrasivo y se aseguraba de que los cuerpos de sus clientes estuvieran bien exfoliados.

Los bufones de la corte tampoco eran los más afortunados. Eran una especie de comediantes de guardia para gente de alto rango. Fueron más populares durante la Edad Media. Pero su trabajo no consistía solo en contar chistes. Dependiendo de su talento, también tenían que hacer bromas ingeniosas, representar obras de teatro, recitar poesía y contar historias, cantar canciones o incluso hacer acrobacias. Y, aun así, en aquella época, la gente pensaba que el puesto de bufón de la corte era algo digno de admiración, ya que significaba que una persona pasaría mucho tiempo con gente con poder. Pero ¿era realmente así? En realidad no. Los bufones de la corte tenían que pasar mucho tiempo mejorando y ampliando sus habilidades para mantener su trabajo. De lo contrario, la gente podía aburrirse de ellos. Por no hablar de que la mayoría de las veces tenían que actuar a la orden, sin preparación previa. ¡Hablando de maestros de la espontaneidad!

En la Antigua Grecia, había personas llamadas gimnasiarcas. En primer lugar, para poder optar a este trabajo, las personas debían ser varones, de entre 30 y 60 años. También debían tener mucho dinero en su alcancía. ¿No tiene sentido? Pronto lo tendrá, déjame que te lo explique. Los gimnasiarcas eran contratados solo por un año. Y su tarea principal era hacer que los atletas se vieran bien, entrenarlos y asegurarse de que participaran en las competiciones. Eran básicamente el equivalente actual de un entrenador personal. Aunque había un inconveniente. Estos especialistas no recibían ningún pago por los servicios que prestaban y a menudo tenían que cubrir todos sus gastos por sí mismos. De ahí la necesidad de tener una cantidad considerable de dinero en su cuenta de ahorros. El lado positivo es que eran personas muy respetadas en sus comunidades. Y mucha gente las admiraba por su disciplina y los resultados que mostraban.

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